Sincericidio: los riesgos de convertirse en un kamikaze de la verdad

Sincericidio: los riesgos de convertirse en un kamikaze de la verdad

Oscar Wilde dijo que un poco de sinceridad es algo peligroso, pero demasiada sinceridad es absolutamente fatal. Sin duda, existen grandes diferencias entre ser honesto y cometer "sincericidio", una palabra que quizás no guste a la academia de idiomas pero que refleja a la perfección el comportamiento de quienes podrían catalogarse como "kamikaze de verdad". Hay una gran diferencia entre decir la verdad y usarla para hacer daño, tanto a uno mismo como a los demás.


Una leyenda sobre los límites entre la sinceridad y el sincericidio

Era la época dorada de España cuando en una posada de Madrid, calentados por el contenido de unas copas, unos particulares se lanzaron a una interesante apuesta. Alguien debió haberse atrevido a decirle a la reina que estaba lisiada.


Donna Isabel, reina de España, era famosa por su belleza, pero una enfermedad infantil la había dejado con la pierna izquierda semiparalizada. Ese defecto era evidente mientras caminaba y la reina odiaba que la gente lo mencionara.

Se dice que Francisco de Quevedo, un caballero de la corte famoso por sus versos y sus disputas y aventuras, aceptó la apuesta. Ante el asombro de todos, se presentó ante la reina con dos ramos de flores y dijo con cierto aplomo: "entre el clavel blanco y la rosa roja, Su Majestad es coja ..."

No sé si la anécdota es auténtica, pero la verdad es que nos muestra la diferencia entre decir la verdad y cometer sincericidio, nos habla de la importancia de elegir palabras. Pero en la vida no siempre tenemos esta sutileza e ingenio, así que cuando usamos la espada de la verdad podemos hacer mucho daño.

El perfil del sincericida

Probablemente todos hemos actuado como sincericidas en algunas ocasiones. Sin embargo, si decir la verdad descaradamente, lastimar a los demás, se convierte en nuestro comportamiento normal, deberíamos preguntarnos por qué nos hemos convertido en terroristas suicidas.



En muchas ocasiones este apego suicida a la verdad es la expresión de algo mucho más profundo, que puede ser el deseo de "castigar" al otro o incluso a uno mismo. De hecho, el sincericidio suele ser una persona que cree que está siendo tratado injustamente, cree que no se le valora lo suficiente o que está siendo pisoteado. En estos casos utiliza la verdad como un arma "legítima" para atacar al mundo, lo que lo ha desilusionado profundamente.

Sin embargo, también existen los que podríamos definir como "sincericidas natos", son aquellos que se creen los únicos que tienen razón y su amor por la verdad les permite pasar por alto cualquier tipo de sutileza social. Creen que el hecho de que sea una "verdad tan clara como la luz del sol" es razón suficiente para no hacer rondas inútiles de paole. Después de todo, estas personas están convencidas de que son las únicas que son sinceras y que todos los demás mienten, aunque sólo sea para "adornar" la verdad y quitarle parte de su impacto.

La dicotomía del sincericida

Los sincericidas parten de una creencia errónea porque piensan que "ser sincero" equivale a "ser bueno". Estas personas creen que ser "directo", "decir las cosas como son" y "no andarse con rodeos" es una expresión de su coherencia, pero en realidad, dado el daño que causan con su sinceridad, sus acciones revelan una intención destructiva. , lo que quiere decir que tienen un doble rasero ya que no actúan de acuerdo con lo que dicen ser.

Por eso, el sincericidio suele esconder la imposibilidad de ser empático y ponerse en el lugar del interlocutor. De hecho, una de las frases favoritas de los sincericidas es: "Te lo digo porque me gustaría que me lo dijeran". Esto demuestra que el sincericida suele decidir y actuar en función de su criterio, sin tener en cuenta lo que quiere o necesita su interlocutor. El hecho de que una verdad sea buena para nosotros no significa que también sea buena para los demás.



3 condiciones en las que decir la verdad no es útil

El sincericidio es sinceridad sin prudencia, la constatación de una realidad objetiva que se realiza sin una pizca de bondad o belleza. Este tipo de verdad se convierte en un arma que causa daño. De hecho, existen algunas situaciones en las que es importante prestar especial atención cuando queremos decir una verdad, ya que puede resultar más perjudicial que útil.

1. Cuando la verdad no aporta ningún valor. En el caso de la reina, que era perfectamente consciente de su condición, recordarle la verdad solo agregó información inútil que le causó más malestar. Por tanto, cuando la persona es consciente de la verdad, y le hace sufrir, no es necesario recordárselo porque sería como meterse el dedo en la llaga.

2. Cuando la persona no está preparada para afrontar la verdad. Hay situaciones en las que la persona no está preparada para escuchar la verdad, por lo que esto podría causarle un daño enorme a nivel psicológico. De hecho, una de las tareas del psicólogo es precisamente preparar a la persona a lo largo de la terapia ofreciéndole las herramientas necesarias para afrontar determinadas verdades.

3. Cuando no es el momento adecuado.
A menudo, la verdad es dura, por lo que para que la persona se aproveche de ella, es importante decirla en el momento adecuado. Si decimos una verdad en un momento inoportuno, como en medio de una discusión acalorada, lo más probable es que la persona se sienta herida y se ponga a la defensiva.


¿Cómo evitar el sincericidio sin ocultar la verdad?

La verdad siempre es mejor que la mentira, pero hay casos en los que es necesario manipularla para que no cause daños innecesarios. No hay belleza ni bondad en una verdad dolorosa y mal expresada.

Pero esto no significa que debamos mentir necesariamente, sino elegir las palabras sabiamente, como si fuéramos un escuadrón de bombas con la intención de desactivar una bomba. Si cortamos a esa persona de la manera incorrecta, la "verdad" hará más daño que una mentira. Por lo tanto, se trata de evaluar cuidadosamente la situación y actuar con cautela.


No basta con "ser directo y decir las cosas como son", es importante ser prudente, ponerse en el lugar del otro y elegir el momento adecuado en el que nuestro interlocutor sea más receptivo al mensaje y pueda aprovecharlo al máximo. .

Después de todo, la intención no es lanzar una bomba y escapar para que la persona se salve lo mejor que pueda, sino que la verdad lo ayude a mejorar y seguir adelante. Y esto solo sucederá si la persona es receptiva a nuestras palabras.

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