Última actualización: 02 de diciembre de 2015
Entre todos los rincones del mundo, siempre tenemos un favorito. No importa lo lejos que viajemos, lo lejos que viajemos o dónde estemos, nunca es mal momento para volver. Sabes muy bien cuáles son tus “casa-gente”.
La gente de la casa huele a amor y aprobación incondicional. Huelen a dulzura, a abrazos largos, en los que se cierran los ojos y se esboza una sonrisa.
(...)
Por eso, una persona-hogar es el mejor espejo en el que mirarse cada día: siempre refleja la versión más real y auténtica de nosotros mismos. Lo mejor. Son la luz al final del túnel, el apoyo en el camino y los hombros para llorar.
(Reparando alas rotas)
Nuestros abuelos son gente de casa, de "acero inolvidable", únicos e insustituibles. Su recuerdo huele a placer y ternura, a abrazos, a miradas cómplices de dos personas que se saben hechas para amarse.
Huelen a hogar, a castañas asadas, a juegos nuevos, a trucos de magia, a orgullo y satisfacción, a tierra mojada por una tormenta de verano, a sabor de chocolate caliente en un frío día de invierno. Huelen a infancia y crecimiento.
La huella emocional que dejan en nosotros está impregnada de principios básicos de vida, sobre el valor del respeto, la madurez, el equilibrio, el cuidado y la protección.
Grabamos en la mente sus miradas sabias, la profundidad de sus palabras y sus enseñanzas, los juegos inconclusos, los retos emocionales, los besos que curaban cualquier dolor y los chocolates de la tarde.
El recuerdo de un amor infinito
¿Te imaginas la vida como si fuera un catcher?
Bueno, los abuelos están en casa.
(Adaptado por Elvira Sastre)
Los abuelos hacen que la vida de un niño sea excepcional, simbolizan todo aquello por lo que vale la pena sentir el calor de dos brazos amorosos, siempre dispuestos a recibirnos. Son los más hábiles curanderos de las rodillas desolladas, un soplo que anestesia y un abrazo que nos vuelve a encarrilar por completo.
Con ellos aprendimos sin reglas, con la calma que puede enseñar quien sabe bien el papel que le toca jugar. Porque nos han educado con la serenidad de los años y con la satisfacción de lo que continúa.
Desde el primer minuto de vida nos hemos transformado en sus compañeros de juegos y en sonrisa de sus pensamientos. Compartimos enemigos durante los mejores años de nuestras vidas, ocultando nuestro juego a los padres, quienes deben evitar consentir en exceso nuestras solicitudes.
Profundizar nuestras raíces...
Los abuelos son maravillosos porque escuchan y muestran puro interés en lo que tenemos que decir. Además, como suele decirse el amor perfecto a veces no llega al primer nieto.
Un abuelo es una persona de cabello plateado y corazón de oro. Su riqueza emocional tiñe nuestra historia de colores cálidos, huellas imborrables, carisma y amor.
Y lo que nos han demostrado los abuelos es que no hay barreras para el amor y que el camino del cariño es inmenso.
Nuestros abuelos son uno de los mayores tesoros que encontramos a lo largo de nuestra vida. Para ello, es importante ser fieles a nuestras raíces y nunca olvidar su existencia y la participación e importancia que su vida ha tenido para nosotros.
Si tuviste la suerte de compartir tu vida con tus abuelos, aprovecha cada sonrisa que te roben los recuerdos y reconócete en los valores que ellos promulgaron. Dar más importancia al respeto y al amor, que a lo efímero y banal.
Si eres abuelo ahora, haz que tus nietos te recuerden con cariño. Nunca te olvides de ellos, mantenlos vivos y siempre presentes dentro de ti. Deja que la voz de la experiencia y las cosas simples te hablen.