Última actualización: 23 de mayo de 2016
El título de este artículo es una referencia al célebre filósofo español José Ortega y Gasset y sus célebres palabras: en definitiva, creía en la indisolubilidad de la unión entre el yo y la circunstancia, en la imposibilidad de entender el primero sin la segunda. Según esta perspectiva, mucho del producto de nuestras decisiones está influido por nosotros y por nuestra parte más estable, pero al mismo tiempo por las particularidades del momento y del lugar.
Por eso, cuando el filósofo afirmaba "Soy yo y mi circunstancia: si no salvo esto, no me salvaré ni a mí mismo”, se refirió a la fuerza de esta unión, la que une nuestra esencia a todo lo que nos rodea. En otras palabras, hablamos de nuestro hábitat, ese que está hecho de límites y libertad y que nos ofrece varias alternativas entre las que elegir para avanzar.
Circum-stancia: estar cerca
La palabra circunstancia se refiere a un campo mucho más amplio de lo que imaginamos: la familia, la sociedad, la cultura, un cuerpo con determinadas características físicas y psíquicas, la personalidad y el carácter... L'Yo toma forma cuando comprende su circunstancia y encuentra una explicación escuchando también la de los demás.
La circunstancia es flexible y adaptable en muchos aspectos: una vez que aceptamos lo que nos rodea, tenemos la libertad de orientar nuestras decisiones hacia un presente que nos complete y un futuro que nos traiga riqueza. ¿Seré más feliz haciéndolo de esta manera? ¿Qué hubiera pasado si me hubiera comportado de otra manera?
De esta forma perfilaremos nuestras experiencias y nuestras acciones empezarán a girar en torno a nuestros intereses, sueños y deseos. En este momento, las circunstancias y las decisiones definen quiénes somos, estableciendo nuestra posición en el mundo en relación con los demás.
Aspectos positivos y negativos de la circunstancia.
Las circunstancias no son perfectas y es imposible encajar en un entorno siempre propicio en el que todo sucede como nos gustaría: a veces nos vemos obligados a tomar decisiones en medio de mil adversidades, otras veces parece que todo va sobre ruedas y que la decisión es clara. En ambos casos, sin embargo, acabamos tomando una decisión, salvando la circunstancia.
“'Lo más difícil es tomar la decisión. El resto es pura tenacidad. Los miedos son tigres de papel. Puedes hacer lo que quieras. Puedes actuar para cambiar y controlar tu vida; y el proceso, el proceso será tu recompensa"
-Amelia Earhart-
En este sentido, somos conscientes de la existencia de momentos positivos y negativos, ambos igualmente necesarios para lograr la estabilidad. Recuerda: la alegría y la tristeza viajan en el mismo tren. Incluso cuando estamos bloqueados por el miedo o la tristeza y estos nos impiden movernos, tenemos la obligación de continuar: incluso no decidir es una decisión.
No tomar una decisión también es una elección.
Cualquier situación, fase o momento de la vida implica decisiones, y con ellas consecuencias: desde elegir tomar un café a mitad del día hasta poner el despertador para el día siguiente. Parecen decisiones insignificantes, pero pueden marcar el resto de nuestro día.
Lo mismo ocurre con las decisiones consideradas importantes: no se debe retrasar el momento de la elección, sino hacernos las preguntas adecuadas, darnos las respuestas necesarias y tener el coraje de enfrentarlas. Aceptar responsabilidades y saber escucharse a uno mismo son dos de los aspectos más importantes.
Solo cuando tenemos nuestros objetivos en mente y estamos decididos a alcanzarlos, tendremos la certeza de que nadie más tomará la decisión por nosotros. Puede ser que nos equivoquemos y eso no tiene nada de malo: nos quedaremos con la satisfacción de ser los dueños de ese error. La belleza de todo esto en parte tiene que ver con la ausencia de un guión que nos obligue a tomar el camino correcto.
"Cuando tienes que tomar una decisión y no tomarla, es una decisión en sí misma".
-William James-