Última actualización: 09 de abril de 2020
Todos necesitamos a alguien que nos cuide, pero eso no significa que tengamos que depender de otros para mantenernos saludables. Es simplemente una cuestión de darse cuenta y aceptar que cuando estamos llegando al límite de la resistencia, cuando hemos tocado fondo o cuando las cosas parecen ir demasiado mal, necesitamos que alguien nos recuerde quiénes somos o quiénes podemos ser.
Gente capaz de recordarnos que somos más que el resultado de circunstancias, hechos y errores que se suceden. Actúan como ángeles de la guarda y nos dan alas para volar sobre los restos de nuestro mundo destrozado. Y cuando volamos demasiado alto y corremos el riesgo de quemarnos con el sol de nuestro propio éxito, pueden convertirse en la voz de nuestra conciencia, nuestro grillo parlante. Son un pilar, nuestro equilibrio, nuestro ying y nuestro yang.
Un amigo es esa persona que trata de levantarte cuando te has caído. Si no puedes levantarte, se acostará a tu lado para escucharte y hacerte saber que no estás solo pase lo que pase.
Alguien que nos cuide: el significado de esa persona especial en tiempos difíciles
No es difícil encontrar a alguien con quien sentirse cómodo. Salir a tomar algo, ir de compras, ir al cine o tomar un café nunca es un sacrificio. Los verdaderos amigos, sin embargo, son los que se quedan cuando somos cualquier cosa menos una buena compañía.
Esos momentos en los que nos dejamos llevar por las lágrimas y maldecimos al mundo. Esas tardes en las que nada de lo que hacemos, decimos o escuchamos puede ayudarnos a sentirnos mejor. Esos son los momentos en los que apreciamos su presencia, esa mano amiga que recoge nuestros fragmentos juntándolos lentamente, sin que nos demos cuenta.
Son esas conversaciones eternas hechas solo de quejas que sabemos que no nos llevarán a ninguna parte, pero que necesitamos exteriorizar.. Son esas risas ante todos los disparates que nos están pasando y el miedo a que las cosas puedan empeorar aún más. Quizá no nos demos cuenta enseguida, pero ellos son los que quieren parar el mundo cuando todo parece ir en contra de nuestra voluntad, y lo consiguen a través de su compañía hecha de críticas, lágrimas y risas.
Esa compañía que solo se puede resumir en dos palabras: VERDADERA AMISTAD. El que gana todo y todo cambia. Tan difícil de encontrar y tan necesario. Los verdaderos amigos son pocos, pero en los malos momentos siempre están ahí.
El valor de la sinceridad en los momentos en que todo parece estar bien
Quizás el valor menos reconocido de la amistad es lo que aparece cuando todo va bien. Cuánto sale a relucir la envidia de los que nunca nos han querido, cuando se apodera de nosotros la soberbia del éxito. Esos momentos en los que nos creemos invencibles y en los que el éxito, aunque sea momentáneo, nos da de cabeza y nos perdemos en nosotros mismos.
En esos momentos ese verdadero amigo se encargará de revelarnos la dura realidad. Cortará las alas del orgullo y nos hará volver a pisotear el suelo. Porque los verdaderos amigos dicen la verdad en la cara aunque duela, incluso en momentos en los que no es agradable escucharla, pero es necesario.
Saben que si bien sus palabras pueden generar en nosotros un rechazo inicial, no tardaremos en reconocer la verdadera preocupación detrás de ellas: nuestro bienestar. Porque no lo dicen para hacernos daño, al contrario: lo hacen para aliviarnos del dolor de caer cuando estamos cayendo o para darnos la energía necesaria para darnos el empujón para volver a levantarnos.
Para ello, todos necesitamos que alguien nos cuide. Porque nosotros mismos somos nuestro mayor enemigo cuando las cosas parecen estar demasiado bien o demasiado mal. Porque necesitamos a alguien que detenga el desequilibrio que corre el riesgo de llevarnos, inevitablemente, a la autodestrucción. Porque nadie es perfecto, y cuando estamos solos, la proyección de nuestros defectos parece magnificarse… y porque la vida compartida con alguien especial es una vida digna de ser vivida. De principio a fin.