Tanto el amor sano como el tóxico nos llevan a cometer muchos errores. En gran medida porque no nos damos cuenta de que aprendemos a amar poco a poco.
Última actualización: 01 octubre, 2022
Las personas forman vínculos desde el momento en que nacen. Quizá amar, o su derivado amar, son los verbos que más conjugamos a lo largo de nuestro camino de vida; sin embargo, rara vez hacemos esto explícitamente. Pero, ¿quién nos enseña a amar? ¿Cuáles son las herramientas de aprendizaje y los recursos que tenemos disponibles para hacer esto? Si es tan importante amar, ¿Por qué no hay una materia en la escuela que nos enseñe a distinguir entre el amor sano y el amor tóxico?
La respuesta es sencilla: pocas veces nos detenemos a pensar que aprendemos a amar paso a paso, que es una forma de actuar que se asimila con la experiencia. En gran medida, pensamos así porque no tenemos recuerdos de momentos que nunca amamos.
Nuestra primera palabra viene después del primer abrazo. Comenzamos nuestra educación mucho después de extrañar a alguien por primera vez. Nacemos totalmente dependientes: dependemos de la voluntad de los demás, o mejor dicho, del amor de los demás para sobrevivir.
Además, así como no tenemos en cuenta que el amor sano se aprende, tampoco solemos cuestionarnos cómo lo manifestamos.
Somos bastante buenos para notar los gestos incorrectos de los demás, viceversa, generalmente no somos muy buenos para identificarlos en nuestro modelo de comportamiento.
amor y cerebro
En gran medida esto ocurre porque en el cerebro, amar implica proteger, cuidar al otro.
Verbos positivos que representan, en principio, un amor sano y que van en sentido contrario a dañar, lastimar o tratar mal a alguien.
Además, cuando vemos que una persona trata o manipula a otra, generalmente no pensamos que la amas. Cuestionamos el sentimiento, no la forma de manifestarlo, cuando en realidad lo que falla es la forma de manifestarlo.
nos involucramos en comportamientos que dañan a las personas que amamos
Muchas veces nos portamos mal, alejándonos del amor sano. Por otro lado, hay personas que actúan según patrones relacionales sistemáticos que son capaces de perjudicar a la pareja.
En este artículo hablaremos de las principales diferencias entre el amor sano y el amor tóxico. Para ello, tomaremos como referencia las relaciones de pareja, pero estos indicadores también pueden ser utilizados para cualquier otra relación entre dos personas donde la esencia del vínculo sea emocional.
5 diferencias entre el amor sano y el amor tóxico
La intensidad
En la primera fase de una relación, la intensidad suele ser muy alta. ¿Qué estará haciendo el otro? ¿Qué le preocupa? ¿Te sientes bien? ¿Qué puedo hacer para pasar un poco más de tiempo con él/ella hoy?
En este sentido, como dice Katie Hood, No es tan importante cómo comienza una relación, sino cómo continúa.
En cualquier caso, por muy intensa que pueda ser la relación al principio, es importante evaluar cómo se siente; es decir, si el otro, animado por un fuerte deseo de estar contigo, también sabe dejarte momentos para respirar.
Es necesario evaluar si su “hambre” de conocimiento está dirigida a descubrir quién eres realmente o si, por el contrario, está dirigida a controlar tus movimientos.
La intensidad al inicio de la relación muchas veces enmascara los síntomas de una forma equivocada de amar. Sin embargo, en esta etapa inicial, el amor suele ser saludable, hasta que cambia cuando la relación se estabiliza. En este sentido, si el comienzo es importante, más importante es la evolución de la relación.
Aislamiento
Las personas que aman de forma patológica tienden desde el principio a eliminar a la pareja del círculo social de uno en lugar de tratar de integrar.
Juzgan con severidad los posibles errores que el entorno puede cometer con la persona que aman y, lejos de buscar la reconciliación, tienden a intentar la separación.
Elaboran una lista de cosas negativas y se la recitan al otro, animando el enfrentamiento y, en consecuencia, el distanciamiento. “Te dije que tu hermano es egoísta”, “Tu amigo solo quiere aprovecharse de ti”, “Tú mismo me dijiste que hace dos años estabas enferma y te llamó muy pocas veces”.
Todos hemos usado estas frases al menos una vez. Esta conducta es muy común en personas que quieren monopolizar todo el espacio de la pareja.
A menudo, estos comportamientos ocurren instintivamente, sin pensar en ello. Todos nos comportamos de manera egoísta con nuestra pareja, pero es importante tener en cuenta que podemos hacerlo mejor.
La necesidad de controlar
Por regla general, cuanto mayor es el control sobre nuestro entorno, más seguros nos sentimos de nosotros mismos. Tomar un rumbo determinado y ver que con él conseguimos influir directa o indirectamente en el comportamiento de los demás es siempre un refuerzo positivo.
Cuando amamos de forma equivocada, esta necesidad o voluntad trasciende los límites entre lo que es saludable y lo que no lo es.
El problema surge de un error de juicio: considerar a la pareja como una extensión de nosotros mismos. O bien, pensar que estamos en una posición superior al otro, como un general dirigiendo un ejército desde su torre de control. "Tienes que hacer lo que te digo", "Todo lo que haces es cometer errores, será mejor que me hagas caso".
celos extremos
Los celos nacen de un malentendido que nos lleva a pensar que la pareja es de nuestra propiedad. Muchas veces no nos damos cuenta que tratamos a las personas como si fueran autos, terrenos o casas.
Para recuperar lo que creemos que podemos perder, podemos decir frases como “no me quieres como antes”. Por otra parte, los celos extremos, lejos del amor sano, también se manifiestan en la desconfianza.
“¿Por qué te tomó tanto tiempo?
"La reunión duró más de lo esperado".
"Sí, por supuesto."
Ese "sí, claro" es un "no te creo". Es una forma cobarde de decir: "No me gustó el hecho de que llegaras tarde". Quiero decir, si llegas tarde otra vez, será mejor que tengas una buena razón.
Muchas formas de querer el mal tienen que ver con la formulación equivocada de nuestros deseos en los que el otro es un mentiroso, alguien que nos presta poca atención o no le importa cómo nos sentimos.
Amor sano y tóxico: desprecio
“¿Por qué te esfuerzas tanto? Los dos sabemos que no lo lograrás”. Todos sentimos que nuestro compañero se fijó una meta fuera de su alcance.
Todos estuvimos tentados de evitarle ese sufrimiento. Pero el amor sano implica negociar con nuestras propias tentaciones, con lo que haríamos por impulso.
Sin embargo, las personas a menudo tienen recursos que no conocemos. Sin embargo, tendemos a ignorar estos recursos, porque requieren un mayor gasto de energía. Si les diéramos una mano, sería más fácil lograr ese objetivo.
Amar sanamente significa también permitir que el otro aprenda mal y valore sus capacidades. Tal vez el objetivo sea alcanzable: solo es cuestión de cambiar de estrategia.
Por ejemplo, podemos reducir nuestras horas de trabajo y dejar que el compañero tenga una tarde extra para prepararse para los exámenes. O sacrifique algo de tiempo después de la cena para ayudarlo a prepararse para una entrevista importante. Echa un vistazo a su currículum y ayúdalo a mejorar el contenido y el diseño.
Amar es construir en lugar de destruir. Amar sinceramente implica compartir nuestra visión de la realidad, en la medida en que ayuda al otro.
Hay una forma de desprecio mucho más sutil que consiste en tratar al otro como si estuviera loco, acusándolo de ser demasiado sensible porque reaccionó después de hacer un comentario muy ofensivo. Muchas personas critican a su pareja frente a familiares y amigos, con acciones o palabras que deberían reservarse para el ámbito íntimo.
Otros señalan los errores de su pareja, ignorando que quizás esos errores sean la consecuencia natural del incumplimiento de nuestras responsabilidades.
El amor sano comienza por ponerse en el lugar del otro
El amor sano comienza por ponerse en el lugar del otro. Está animado por el esfuerzo de saber más que de juzgar, por la humildad de reconocer que nuestra visión será ciertamente mucho más parcial en la toma de decisiones.
Amar, en el marco del amor sano, implica comprender que se puede amar mejor. Porque es un campo en el que seguir aprendiendo, siendo honestos y reservándonos esa parte que podríamos considerar sincera, pero que poco o nada aporta a la relación.
Amar sanamente significa permitir que el otro nos ayude, valorar sus esfuerzos y aumentar su autoestima. Se debe evitar la tentación de ponerlo en una posición vulnerable para aumentar su inseguridad y tomar control sobre su vida.
Por otro lado, también puede ocurrir que sea la pareja quien nos ame de forma equivocada. En estos casos, tenemos la oportunidad de contarles. "Mamá, papá, abuelo, hermano, sé que me amas, pero no lo estás haciendo bien". Muchas formas de amar pueden cambiar simplemente con esta frase, con una invitación al otro a reflexionar.
En cuanto al proceso de aceptación, habrá momentos en los que tendremos que alejarnos de personas que son incapaces de albergar un amor sano.
Aprender a distanciarnos, por nuestro bien, de las personas que realmente nos quieren pero al mismo tiempo nos hieren, es fundamental. Sin embargo, ni siquiera esto se nos enseña en la escuela.