Última actualización: 10 de abril de 2017
Las manifestaciones de ansiedad son numerosas y son tantas las personas que acuden al psicólogo por este sentimiento, que varios expertos ya la han catalogado como una auténtica epidemia. La angustia se manifiesta a través de diversos síntomas: dificultad para conciliar el sueño, ataques de pánico, fobias diversas, etc. Todas estas manifestaciones tienen en común el miedo insidioso que afecta todos los días a quienes son víctimas de ellas.
Ante este fenómeno, el mundo de la salud ha desarrollado diversas respuestas. Hay una amplia gama de medicamentos, por ejemplo. Por un lado, los tradicionales: una enorme gama de ansiolíticos desarrollados por laboratorios farmacéuticos que prometen reducir la sensación de angustia. Sin embargo, estos medicamentos, además de tener terribles efectos secundarios, por lo general solo garantizan una solución temporal. Es decir, solo tienen efecto durante el período de admisión.
"Ahogar a más personas en un vaso de agua que en los ríos".
-Georg Christoph Lichtenberg-
Por otro lado, la oferta de medicinas alternativas también es muy amplia: desde medicina naturista y homeopatía hasta soluciones bioenergéticas. Y todo ello, claro, sin contar todos los remedios de la abuela para la ansiedad: desde el agua de valeriana o de melisa, hasta los baños calientes, y así con los trucos más tradicionales. Sin embargo, ninguno de estos remedios parece funcionar del todo.
La epidemia de ansiedad surge en la mente colectiva
Todos los fenómenos que se desarrollan en la mente también se reflejan en el cuerpo. La mayoría de las veces, en este mismo orden: primero la mente y luego el cuerpo. Solo en raras ocasiones sucede lo contrario, primero en el cuerpo y luego en la mente. Este es el caso, por ejemplo, de fiebres muy altas o cuando ingerimos sustancias que alteran nuestra percepción de la realidad.
Por esta razón, la intervención con fármacos psiquiátricos rara vez tiene éxito. Estos medicamentos reducen los síntomas, claro, pero no resuelven la causa subyacente. Los medicamentos de cualquier tipo solo deben verse como una ayuda temporal y limitada, no como una solución permanente.
La verdadera solución solo puede ser luchar contra la verdadera causa de la angustia. El problema es que, según muchos expertos, el período histórico en el que vivimos está generando en la sociedad unaansiedad realmente rampante. Todo sucede a una velocidad de vértigo y las herramientas psicológicas que tenemos a nuestro alcance no son suficientes para procesar la realidad con la misma velocidad. Por eso, la ansiedad ya no es un problema individual, sino una verdadera epidemia.
¿Por qué se dice que es una epidemia "silenciosa"?
Uno de los aspectos más complejos de esta epidemia de angustia es que es muy difícil de describir con palabras. Cada uno de nosotros siente dentro de sí esa inquietud diaria que no le deja dormir, le lleva a estar de mal humor oa hundirse en la rutina. Al mismo tiempo, sin embargo, cada uno de nosotros tiene dificultades para decir lo que siente.
Todos sentimos que hay algo demasiado dentro de nosotros. Un peso del que nos gustaría deshacernos, pero que no podemos identificar del todo. ¿De dónde viene esa sensación de peso, de exceso? ¿Dónde se esconde esa carga? ¿Tal vez hago un trabajo que no me hace feliz? ¿Es mi relación con los demás demasiado negativa? ¿Qué camino tengo que tomar para sentirme mejor? Estas son solo algunas de las preguntas que invaden nuestra cabeza sin ser invitados.
Es como si nuestra existencia se hubiera saturado con algo que no necesita. Una sensación similar a la que experimentamos cuando entramos en una habitación rebosante de objetos inútiles, cachivaches y adornos. Sabemos que debemos ordenar, pero hay tantas cosas que hacer que no sabemos por dónde empezar y cómo salir de ellas.
De la epidemia al individuo
La ciencia a menudo ha estado involucrada en el diseño de soluciones genéricas y estandarizadas que funcionan para todos. En última instancia, este es su objetivo: extraer soluciones universales para problemas individuales. Sin embargo, en el ámbito de la subjetividad humana, este tipo de enfoque a menudo no es el mejor. Porque, al final, no resuelve nada.
Por eso hay una epidemia de angustia, y es una epidemia que se extiende con la complicidad del silencio que surge del drama de cada uno de nosotros. La respuesta a esa inquietud sólo la podemos dar cada uno de nosotros, individualmente. No hay una solución aplicable a todos los casos. No existe una fórmula mágica universal que sea efectiva para todos. Cada uno tiene que encontrar su manera de resolver ese insomnio, esa sensación de opresión y asfixia, esa molestia recurrente...
Y todos deben entender que, para ahuyentar la angustia, lo primero que hay que hacer es enfrentarse a la novedad, al vacío. Es absolutamente necesario romper los lazos con la costumbre: es la única manera de empezar a vaciar esa habitación mental tan llena de objetos inútiles, dejando espacio para respirar.. Otra buena idea puede ser recurrir a una terapia que libere la expresión, así como ejercicios de relajación que ayuden a abrir esa ventana en una mente demasiado llena y agobiada.