Última actualización: 14 de abril de 2015
¿Quién no se ha sentido nunca nervioso ante un examen, una declaración de amor o una exposición oral? Esa desagradable sensación de agitación, que es normal sentir, puede adquirir dimensiones verdaderamente alarmantes, que pueden impedir que una persona actúe con normalidad.
En estos casos, la ansiedad se convierte en una barrera que no permite que la vida fluya con normalidad, dando lugar a un sufrimiento innecesario. ¿Por qué nos sentimos ansiosos y qué podemos hacer para resolver esta situación?
Miedo, ansiedad y varios consejos.
La ansiedad es una respuesta bastante compleja, ya que abarca pensamientos, emociones y reacciones fisiológicas y conductuales. La ansiedad se desencadena cuando algunos hechos o circunstancias son percibidos como una amenaza para nuestra integridad física o psíquica. Sin embargo, hay que dejar claro que la ansiedad no significa miedo.
El miedo es la valoración básica y automática del peligro, mientras que la ansiedad es un estado duradero de amenaza que envuelve al pensamiento en mayores proporciones que el miedo. Los pensamientos oscuros que acompañan a la ansiedad tienen que ver con la incontrolabilidad, la incertidumbre, la vulnerabilidad (y la impotencia) y la incapacidad para lograr los resultados deseados.
Las características específicas de la ansiedad.
• Se basa en suposiciones falsas o en un razonamiento inadecuado sobre la amenaza o el daño potencial.
• Interfiere con la capacidad del individuo para hacer frente a circunstancias adversas y difíciles.
• Ocurre por un tiempo prolongado.
• Muchos de los síntomas son fisiológicos (sudoración, taquicardia, enrojecimiento o palidez, etc.).
Lo que hace que la ansiedad sea tan devastadora es el sentimiento de vulnerabilidad. Esta terrible sensación hace que percibamos los peligros internos o externos de forma desviada, perdiendo el control o sin tener suficiente para sentirnos seguros.
Cuando tenemos ansiedad, la sensación de vulnerabilidad es evidente porque exageramos un posible daño o problema incluso ante estímulos que son neutros o inofensivos. Al mismo tiempo, cuando estamos ansiosos ignoramos las señales de seguridad presentes en situaciones que consideramos amenazantes. Por ejemplo, durante una presentación pública, ignoramos la preparación previa o los resultados positivos obtenidos en presentaciones anteriores.
La intensidad de un estado de ansiedad, por lo tanto, depende del equilibrio entre la evaluación inicial de la amenaza y la posterior evaluación de la seguridad y la capacidad para manejar la situación.
¿Cómo lidiar con el nerviosismo?
Ya hemos visto qué es la ansiedad y cómo se produce, ahora te daremos unos pequeños consejos para mantenerla a raya:
• Pregúntate qué es lo peor que podría pasar en la situación que te causa ansiedad y qué te dirías a ti mismo para aliviar la ansiedad y asegurarte de que todo está bien. Esto te permitirá reevaluar tu percepción de amenaza y vulnerabilidad ante la situación que te genera ansiedad.
• Recuerda los resultados positivos que has obtenido en el pasado cuando te has enfrentado a situaciones similares para reforzar tu percepción de autoeficacia y así sentirte menos vulnerable.
• Las técnicas de meditación, relajación y respiración te sacarán de ese desagradable estado mental, emocional y fisiológico asociado a la ansiedad. No lo dudes y recurre a estos ejercicios.
Si después de probar estos consejos la ansiedad persiste y sobre todo interfiere en el desempeño de tus actividades normales, te recomendamos que consultes a un especialista.
Sin embargo, ¿sabes qué? Después de todo, la ansiedad no es tan mala. En pequeñas dosis nos ayuda a esforzarnos más y prepararnos para afrontar los retos, además de protegernos del peligro, evitarlo. Cuando nos damos cuenta de que nos impide avanzar, porque nuestra mente pierde el control, entonces es el momento de dominar los nervios con armas concretas y eficaces.
Imagen cortesía de Muchaël Korchia
