Carta de una mujer madura

Carta de una mujer madura

Carta de una mujer madura

Última actualización: 10 de junio de 2016

Madurar significa aceptarnos, amarnos y sobre todo hacer las paces con nuestro ser mujer.

Siempre puede pasar que atravesemos un momento complicado cuando la oscuridad de los problemas nos impide ver la salida. Es necesario partir de este encuentro con nosotros mismos para revertir la situación. De esta forma, evitaremos quedarnos paralizados y superarnos a nosotros mismos.


Como mujeres, ya sabes que la sociedad os invita constantemente a postergar la madurez de vuestro corazón. Estar bella para siempre, usar cosméticos para no envejecer y tratar de pasar el tiempo son los puntos fundamentales de una estructura social que no nos permite madurar por completo.


Para una mujer que se acerca a la madurez, es necesario encontrar un punto emocional donde pueda conectar con su alma, su esencia y sus recuerdos. Hoy te invitamos a leer una maravillosa carta escrita por una mujer inmersa en este momento de la vida, con infinidad de sentimientos para compartir, de los que siempre hay algo que aprender.

“La madurez del hombre consiste en haber recobrado la seriedad con la que jugaba de niño”.

(Friedrich Wilhelm Nietzsche)

Mujer valiente en defensa de lo que cree

Mujeres hermosas por fuera y hermosas por dentro, con una piel hermosa como la tuya. Con coraje para defender lo que creen, pero también respetuosas y abiertas a otras opciones. Así me sentí en los interminables y profundos discursos que pronuncié. Campeón de los niños, escucho con el corazón, hablo con el alma.

Siempre dispuesto a ayudar. Exigentes consigo mismos. Alegre, divertida, con una bonita sonrisa, cariñosa. Meticulosa, perfeccionista, atenta, no le falta nada. Totalmente comprometidos con sus seres queridos. Madres primero, pero también esposas, hermanas, tías e hijas. Aman infinitamente, aprecian las pequeñas cosas, leen los corazones de otras personas..



Responsabilízate solo de lo que puedas

Mujeres de carácter y afectivas, que aman y sufren al mismo tiempo. Asume solo las responsabilidades que puedas manejar: no puedes dar más que esto y, si no te cuidas y no te das cariño acabarás enfermando y ya no podrás ayudar a nadie. Todo el mundo en este mundo tiene que dar lo mejor de sí mismo y salir adelante por su cuenta.

¿Y quién nos apoya? Casi siempre la familia: económica y emocionalmente, amándonos mucho y sin juzgarnos, pero básicamente somos los únicos que transitamos nuestro camino. Culpar a los demás es como esconder la cabeza en la arena; que fea envidia! Dejémoslo a los que se alimentan de él, no quiero gente así a su lado. Pero amo nuestra alegría, nuestras ganas de vivir, la fuerza que tenemos incluso cuando somos débiles y esto es lo que quiero imbuirme, esto es lo que quiero absorber.

Vales lo que eres, no lo duro que trabajas

Cuando pienso en nosotras, las mujeres, sonrío y saboreo este momento de alegría. ¡Somos deliciosos y exquisitos como los pasteles que preparamos, por la textura, la dulzura, la belleza, el trabajo detrás y el sabor! ¡Sigue tu camino y no te desanimes! No solo vales por lo que trabajas, sino por lo que eres.


Hay una historia que me gusta mucho y que siempre me emociona: la historia de un árbol. Un árbol plantado que se parece a la vida. El cuerpo se va, pero el alma no puede ser olvidada. Se puede ver en una hoja, en un fruto, en la raíz, en una semilla, en una estrella. Mientras se recuerde, ese árbol no morirá. Siempre se renovará y solo crecerá.


No tengo nada más que decir, solo que Estoy feliz de haber encontrado mujeres con un corazón tan grande a lo largo de mi camino. Caminando, siempre te encuentras con gente linda, para verlos solo necesitas sentirte bien contigo mismo y eres parte de ellos. Te doy un abrazo con toda la energía positiva que tengo, para que se mezcle con la tuya y nunca te deje. Te doy todo mi amor y comprensión.


“En realidad, las personas que se han dado cuenta, aquellas que han alcanzado un alto nivel de madurez, salud y autosatisfacción, tienen tanto que enseñarnos que a veces casi parecen pertenecer a otra especie”

(Abraham Maslow)

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