Última actualización: 04 de junio de 2016
Bailar es una forma de hacer poesía a través del cuerpo. Dicen que el baile es una de esas artes en las que sólo puede sobresalir quien se ama profundamente a sí mismo. Hay algo de lógica en esto, sobre todo si tenemos en cuenta que, para ser buenos bailarines, es necesario conocer a fondo tu cuerpo, conectarlo con tus emociones más íntimas y dejar que se exprese libremente a través de movimientos dirigidos por la mente.
Al bailar entra en juego una especie de alegría, incluso en los bailes que expresan un sentimiento dramático. Además, el baile da forma a un acto de libertad, un momento en el que se interrumpen los movimientos convencionales. y el cuerpo se transforma en un medio artístico.
“” Las expresiones más auténticas del pueblo se encuentran en su danza y su música. El cuerpo nunca miente"
-Agnes de Mille-
No todos llegan a ser bailarines profesionales, pero la danza está al alcance de cualquiera y, de hecho, está presente en nuestra sociedad en infinidad de situaciones. No es casualidad que haya discotecas y se celebren fiestas regionales o familiares. Muchos creen que una fiesta sin música es una fiesta incompleta, ya que bailar es sinónimo de celebración y alegría.
Los beneficios fisiológicos de bailar
El primer gran beneficio de la danza ocurre en un plano físico. La danza es un ejercicio exigente, implica un gran esfuerzo físico al que hay que sumar la alta capacidad de coordinación de las diferentes partes del cuerpo con música ambiental. Los expertos indican que una hora de baile equivale a dos horas y media de ejercicio aeróbico.
Como toda actividad física, bailar ayuda a liberar endorfinas, canalizar adrenalina y reducir el estrés. Un estudio publicado en 2005 en el International Journal of Neuroscience nos dice que un grupo de chicos con depresión leve lograron mejorar su condición a través del baile. Bailar les permitió reducir los niveles de dopamina y aumentar los de serotonina, lo que contribuyó a mejorar su estado de ánimo.
Una investigación adicional llevada a cabo en el Instituto de Medicina Albert Einstein en Nueva York ha demostrado que bailar tiene efectos positivos en el cerebro y ayuda a prevenir el envejecimiento. Al parecer, la danza contrarresta la pérdida de volumen en el hipocampo, una estructura directamente ligada a la memoria. Según los resultados de la investigación, mientras que completar un crucigrama o un pasatiempo similar puede reducir el riesgo de demencia hasta en un 47 %, bailar puede llegar al 76 %.
Se llevó a cabo un estudio en la Universidad Canadiense de McGill que demostró que las personas con mal de Parkinson mejoran mucho su condición cuando bailan tango continuamente. Muchos de los pacientes involucrados afirmaron que cuando bailaban al ritmo de la música, el temblor de sus extremidades comenzaba a desvanecerse. El ritmo de la música se apoderó de sus cuerpos.
Bailando la vida se enriquece
Para bien o para mal, a medida que uno se hace adulto y es asaltado por las responsabilidades, el cuerpo comienza a adoptar posturas repetitivas. Nuestros miembros parecen transformarse en un cuerpo extraño para nosotros. Rara vez nos enfocamos en este aspecto, excepto cuando comenzamos a sentir un dolor aquí o allá. Tendemos a preocuparnos más por nuestro cuerpo por una cuestión estética o médica, ignorando su potencial artístico.
Cuando empiezas a practicar la danza, te vuelves consciente de tu cuerpo al mismo tiempo. Cualquier rigidez y desconexión comienza a parecer evidente. Las preguntas típicas de cualquier aspirante a bailarín novel son "¿Por qué no puedo" aflojarme "el cinturón, las caderas o los hombros?", "¿Por qué no puedo afinar los pies con las manos y la cabeza con el torso?".
Lo cierto es que el cuerpo refleja nuestra personalidad y nuestros conflictos internos, y el baile es la forma más sencilla de hacerlo evidente. Esta es la primera gran ventaja de la danza: nos ayuda a conectar con nosotros mismos, nos permite expresar nuestro mundo interior. Hacer que el cuerpo siga el ritmo de la música conduce al autoconocimiento, revelando toda asincronía.
Pero no se detiene allí. El baile es ante todo una actividad social y, como tal, nos permite no solo conectarnos con nosotros mismos, sino también con los demás. En la mayoría de los casos, el baile nos obliga a adaptarnos al cuerpo ya los movimientos de otra persona. Sin darnos cuenta, crecemos en empatía y sociabilidad. También es un excelente antídoto contra la timidez, especialmente en la adolescencia. Bailar nos permite captar el ritmo de la vida en el corazón.