Última actualización: 20 de abril de 2016
A veces se necesita poco para perder los estribos: en estos casos, la ira se manifiesta en su totalidad. Puede que estemos extremadamente cansados y estemos más irritables que de costumbre, puede que un comentario negativo nos haga perder la paciencia o, simplemente, cualquier cosa que nos moleste.
En estos momentos, la ira se apodera de nosotros, nos invade. No podemos manejar nuestra ira y desquitarnos con todos, incluso si no tienen nada que ver con nuestra ira.
Estas situaciones nos consumen y silencian, llevándonos a actuar de manera agresiva, irresponsable y, en ocasiones, incluso cruel. Después de la tormenta, podemos sentirnos muy avergonzados y desconcertados., y la incapacidad de reconocernos puede llegar a consumirnos.
Sin embargo, Aunque creamos que es imposible gestionar nuestras emociones en estos momentos, existen estrategias para controlar la ira. A continuación vemos algunos.
¿Cómo podemos controlar nuestra ira?
La premisa de la que debemos partir es que dejarse llevar por la ira no es bueno. Enfadarse o incluso sentirse furioso en algunas ocasiones debe diferenciarse de la posibilidad de no saber o saber gestionar nuestro enfado.
Asimismo, también hay que subrayar que, Aunque la ira es una emoción negativa sana, su versión descontrolada, desproporcionada y malsana da lugar a la ira. Por eso, siempre será nuestra intención no permitir que la ira crezca y dé paso a la ira. ¿Como podemos hacerlo?
1. Reconocer las causas del enfado
Cada uno debe explorar y tomar conciencia de lo que le enfada, de lo que le molesta y de lo que contribuye a causarle malestar, sentimientos de injusticia, iniquidad, etc. La ira es siempre el producto de nuestra interpretación de lo que nos enoja.
2. Notar las señales físicas que nos advierten
Aunque hay que tener en cuenta que cada uno es un mundo diferente, normalmente cuando empezamos a enfadarnos y enfadarnos, nuestro corazón se acelera, sentimos que se nos enredan las tripas y empezamos a sentir calor y un fuerte nerviosismo.
Como ya hemos comentado, la ira puede ir desde una irritación leve hasta una rabia o rabia intensa. Por eso, la creencia de que es mejor exteriorizar la ira que guardarla es completamente falsa. Si podemos detectar los primeros síntomas, podemos detenerlos limpiamente antes de que crezcan.
Para ello, es necesario aprender algunos ejercicios de relajación, como detener nuestros pensamientos o controlar nuestra respiración (respirar con un ritmo de 2 o 3 segundos de inhalación y 2 o 3 de exhalación para volver a la normalidad). También podemos escuchar música, hacer ejercicio, ver la televisión, imaginar algo relajante, etc.
3. Examinar nuestros pensamientos
Podemos sentir que nuestros pensamientos se nublan y acumulan, haciendo inútiles las intenciones organizativas de nuestra mente. Por esta razón, es importante reconocer a qué pensamientos nos enfrentamos en situaciones de ira:
- Los pensamientos destructivos son los que nos vienen a la mente antes, durante y después, y que nos hacen sentir peor. Estarían como ¡Qué estupidez!, ¡Se está riendo de mí!, ¡Odio a este tipo!, ¡Ya verás!
- Errores en nuestra forma de pensar: A veces tendemos a tomarnos las cosas de forma demasiado personal, a ignorar el lado positivo de las situaciones, a ser demasiado perfeccionistas o a ver todo en blanco o negro.
En este sentido, debemos intervenir, para que nuestros pensamientos sean más equilibrados, de modo que un "siempre me deja en la estacada" se convierte en un "a veces no se comporta como debe, pero otras veces sí". Podemos elaborar una lista comparativa e inspirarnos en ella cuando lo necesitemos.
4. Controlando nuestras conductas agresivas
Si podemos manejar bien nuestros pensamientos y síntomas físicos de ira, no llegaremos a un comportamiento agresivo. Sin embargo, es probable que alguna vez nos suceda, por lo que debemos saber cómo manejar la situación. ¿Cómo? A través de tres pasos:
- Primero: Identificar en qué consiste todo comportamiento agresivo, qué sucede antes y qué sucede después. Es recomendable llevar un diario.
- Segundo: Haz una lista con comportamientos distintos a los agresivos. Puedes salirte o retirarte de la situación hasta que te calmes, respires profundamente, trates de entender las intenciones de los demás, etc.
- Tercero: Practique este comportamiento la próxima vez que se sienta violento.
5. Solucionar tus problemas y tratar de descansar adecuadamente
La falta de descanso y la preocupación excesiva pueden generar una predisposición al mal genio y al comportamiento enojado. Por ello, es importante prestar la debida atención al descanso, potenciarlo y no postergar la solución de posibles problemas de sueño.
6. Comunicarse adecuadamente
A veces nos tomamos las cosas de manera demasiado personal y, como resultado, llegamos a conclusiones apresuradas sobre las intenciones de los demás. En este sentido, es importante mejorar nuestra comunicación social y pon en práctica los siguientes consejos:
- Es importante detenerse y escuchar a la otra persona.
- No se apresure a sacar conclusiones. Si algo nos parece ofensivo, debemos pedirle a la persona que nos lo explique, pero no debemos contraatacar.
- Debemos tratar de comprender los sentimientos de los demás; por lo general, esto está sujeto a las acciones o palabras de la persona. Recuerde que no hay sentimiento sin valor y probablemente muchas discusiones se pueden evitar de esta manera.
- Debemos tratar de expresar cómo nos sentimos, en lugar de pronunciar palabras desagradables.