Última actualización: 11 octubre, 2017
Cuando “perdemos” algo o alguien, más allá del dolor, la desesperación y el orgullo, se esconde una lección que en sí misma puede sanarnos. La concepción de la pérdida está ligada a las volubles interpretaciones de nuestro ego. En función de cómo nos relacionamos con nosotros mismos, podemos ver la pérdida como un golpe bajo del destino o como una situación que hay que afrontar y aprender. También lo apoyó Charles Dickens, un escritor inglés que aprendió una lección de cada derrota.
Nadie está verdaderamente preparado para soportar experiencias difíciles. La enseñanza viene de las pérdidas y las derrotas. Las pérdidas nos hacen personas completas enseñándonos una parte de la vida, aunque nuestro ego deposita la esperanza en otras aspiraciones.
Todos sufriremos por la pérdida. de familiares, amigos, socios. El verdadero problema es no querer afrontarlo ni aceptarlo. Sabemos que son experiencias que surgirán y cuando lo hagan, aprenderemos una lección de vida de ellas. Sin duda, muchas de estas lecciones serán preciosas y dolorosas.
"La verdadera forma de salir siempre ganadores es no querer ganar siempre"
¿Cómo podemos salir fortalecidos de una pérdida?
El sufrimiento es un aspecto de la vida que no se puede erradicar, así como no se puede eliminar la influencia del destino burlón o de la muerte. Sin ellos, la vida no sería completa. La pérdida de familiares y seres queridos, por tanto, es un dolor que forma parte del proceso de la vida, sin el cual la vida no sería tal. En estos casos, la aceptación es la clave para que el dolor natural por estas pérdidas no se convierta en un sufrimiento constante y expandido, que nos colocaría en un estado desadaptativo.
En su hermoso libro "Un psicólogo en los campos de concentración", Viktor Frankl nos muestra la pérdida desde un punto de vista más humano y adaptativo. La forma en que el hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que trae consigo le da un significado más profundo a su vida. Incluso en las circunstancias más difíciles, el hombre puede mantener su valor, su dignidad, su generosidad o puede olvidar su dignidad humana y convertirse en el más destructivo de los animales.
Muy a menudo es una situación externa particularmente difícil, como la pérdida de un familiar o la ruptura de una relación afectiva, la que brinda a las personas la oportunidad de crecer espiritualmente, de superar sus límites. El que pierde la fe en el futuro está condenado, se perderá a sí mismo y se convertirá en el perdido de la apatía física y mental.
Lo único que no podemos perder es a nosotros mismos. Esto es lo que debemos y podemos cuidar en primer lugar.
“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”
-Benjamin Franklin-
Con cada derrota aprendes algo que tuviste que aprender
No todo lo que aprendemos a través de la pérdida de alguien o algo es positivo. También necesitamos aprender del lado negativo que trae la pérdida. Por ejemplo, en las rupturas, la pérdida deja un rastro casi indeleble en nuestro ego, que se sigue sintiendo incluso cuando los sentimientos ya se han ido. Necesitamos aprender del lado negativo de la pérdida y enfocarnos en lo positivo que trae consigo esta situación.
Aprendo de cada pérdida, a pesar del dolor
Desde el día en que nacemos, aprendemos a encontrar seguridad en poseer y mantener cerca lo que amamos. Sin embargo, pocos nos dan pistas de qué hacer o sentir cuando perdemos o nos separamos de un ser querido. Las principales causas del dolor que acompaña a la pérdida de un ser querido, de una relación, de una esperanza o de algo material, son las ataduras y los miedos que hemos adoptado o creado en el transcurso de nuestra vida.
Para superar una pérdida de manera adaptativa y salir fortalecido, es bueno centrarse en lo positivo que puede haber traído a la superficie. Lo más preciado que podemos sacar de él es todo el conjunto de enseñanzas que nos ofrece, con el objetivo de recuperar fuerzas y ganas de seguir adelante.
"Ser inteligente significa aprender de nuestras experiencias"