Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 15 2021 noviembre
El desamor es como un perfume que poco a poco pierde su fragancia. No sabemos por qué, pero cada día la risa tiene menos cosquillas y las miradas dejan de buscarse con ganas. Saber cuándo es el momento de terminar una relación no siempre es fácil, pero hacerlo a tiempo y adecuadamente evita costos emocionales dolorosos e innecesarios.
Podríamos desarrollar este artículo como la mayoría de la gente esperaría, que es ofreciendo consejos y estrategias para recuperar el entusiasmo perdido. Porque todos merecen una segunda oportunidad. Porque hay cosas por las que vale la pena luchar. Sin embargo, hay un hecho obvio y común en la consejería de terapia de pareja con respecto al desenamoramiento: muchas personas que finalmente deciden terminar su relación saben desde hace un año que han dejado de amar a su pareja.
"Una historia no tiene principio ni fin: eliges arbitrariamente un determinado momento de la experiencia desde el que mirar hacia atrás, o desde el que mirar hacia adelante".
-Graham Greene-
Aunque nos parezca extraño, lo mismo sucede con las amistades. Muchas veces insistimos en exprimir de un limón lo que hace tiempo que no ofrece. Sin embargo, elegimos mantener esas restricciones por varias razones. Cuestiones todas que se pueden resumir en una misma dimensión: el miedo. Tenemos miedo de dejar algo que hasta hace poco nos daba felicidad, satisfacción y bienestar.
Tenemos miedo de estar solos. Tenemos miedo de ser honestos, decirle a la pareja extrovertida que "no quiero seguir más porque te he dejado de querer". Básicamente tenemos miedo de lastimar a la otra persona.
Cuando quitamos a la pareja de nuestras prioridades
El mundo de la psicología ha estado lidiando con relaciones rotas y desamor durante más de tres décadas. Figuras relevantes como John Gottman o Harville Hendricks nos han enseñado formas y estrategias para salvar nuestros lazos afectivos. Hemos aprendido qué hacer para que el amor dure, sabemos cuáles son esos "jinetes del Apocalipsis" que, según Gottman, pueden anticipar una ruptura o cómo distinguir las relaciones sanas de las que sólo provocan sufrimiento.
Dicho esto, hay un hecho más que evidente. Hay relaciones que terminan y en las que no hay vuelta atrás. No tiene sentido seguir invirtiendo tiempo, esfuerzo y aventuras emocionales cuando no hay ilusión ni chispa para reavivarlas. Cuando se daban diferentes oportunidades, los resultados eran siempre los mismos. Cuando las barreras son infranqueables y solo se percibe la distancia. Cuando dentro de nosotros solo queda el lodo del desencanto que todo lo cubre de claroscuros y malestar.
Lo cierto es que pocas ciencias son tan imprecisas como la que rige el mundo del entusiasmo. Podríamos decir que la costumbre es su enemiga y el mal hacer de quien no ama como se debe, de quien no sabe cuidarse y da las cosas por supuestas es su kryptonita. Cuando se trata del corazón, a veces no somos capaces de declinar sus casos, sus tiempos, sus normas. Sin embargo, desenamorarse no es un error ortográfico; sucede a menudo, eso es todo.
Desencanto, desencanto, descubrir a la pareja sin la venda que llevábamos... Podríamos dar mil razones y formular otras tantas teorías de por qué ese vacío inesperado se apodera de nuestras relaciones. Sin embargo, en la mayoría de los casos, el desamor no es consecuencia de lo que la pareja haga o deje de hacer. Muchas veces somos nosotros los que cambiamos, ya no vibramos en esa frecuencia, no encontramos razones en las razones del otro.
¿Qué hacer cuando te desenamoras?
En el amor, como en la amistad, las salas de espera no son agradables y mucho menos pedir disculpas o dejar pasar el tiempo para ver qué pasa. O luchas por lo que amas o dejas ir lo que antes amabas para no lastimar. Nada se resuelve por arte de magia y el entusiasmo no vuelve por sí solo si no promovemos cambios, si no nos comprometemos a llevar la relación a otro nivel, a transformar el vínculo para que se enriquezca.
Dicho esto, si la emoción ya se está desvaneciendo, lo mejor es actuar en consecuencia. Estirar lo inevitable genera sufrimiento. Vivir con falsas ilusiones es nutrirnos de un sucedáneo del amor que provoca una indigestión que, como un virus contagioso, pasa al otro para enfermarlo también. Cuando se ha hecho todo sobre la relación, a menudo queda lo más saludable por hacer: alejarse.
El entusiasmo, a veces, tiene la extraña propiedad de transformarse con el tiempo. No siempre podemos dominarlo, lo sabemos, no siempre podemos mantenerlo para siempre en nuestros lazos con otras personas. A veces se apaga, es una ley de vida. Sin embargo, lo importante es que siga apareciendo en nuestro camino, cerca de alguien o en soledad, pero siempre ahí, presente, constante, ilusionante.