La deuda emocional surge cuando en una relación otorgamos algo que es importante para nosotros. Algo que requiere sacrificio o esfuerzo.
Última actualización: 14 de diciembre de 2018
Todos sabemos lo que es una deuda de caja, un compromiso de pago entre dos personas. Somos menos conscientes, sin embargo, de las deudas presentes en las relaciones, sobre todo cuando hablamos de pareja. Se llama deuda emocional y, quizás, hoy descubras que has contratado uno que está pendiente de extinción.
La deuda emocional surge cuando en una relación otorgamos algo que es importante para nosotros. Algo que requiere sacrificio o esfuerzo. Sin embargo, no es desinteresado, pues con este gesto de valentía esperamos ser recompensados por la pareja. El peligro es sacar una deuda que la contraparte desconoce.
La trampa de las deudas emocionales
Las deudas emocionales esconden una trampa de la que no siempre somos conscientes. Es el hábito de no hablar claro, la falta de comunicación sincera en la relación. En lugar de dejar que la pareja entienda el esfuerzo que implica aceptar una determinada situación desagradable, nos damos por vencidos y nos quedamos en silencio.
De esta manera, se genera una deuda silenciosa de la que el otro no es consciente y que, por tanto, nunca pagará. ¿Cuáles son las consecuencias? Empiezan las recriminaciones, los enfados y demás emociones que no son más que una expresión de lo que estamos soportando, de lo que no nos gusta y por lo que exigimos la devolución.
Imaginemos, por ejemplo, que a nuestro socio se le ofrece una oportunidad laboral imperdible en otro país. Decidimos dejar nuestro trabajo para seguirlo, con la esperanza de comenzar una vida mejor. Con el tiempo, sin embargo, vemos que las cosas no salen como esperábamos. Empezamos a quejarnos con nuestra pareja de que no nos hemos dado cuenta en el trabajo o que por su culpa estamos lejos de nuestra familia.
Lo que más culparemos será que nos sacrificamos por su crecimiento profesional, que lo dejó todo. Las recriminaciones serán constantes, porque esperamos que el otro recompense nuestro sacrificio. ¿Nos damos cuenta, sin embargo, de que cuando hemos elegido también hemos contraído una deuda emocional, de que hemos caído en una trampa?
Hay una sutil diferencia entre hacer algo voluntariamente, aunque implique sacrificios, y hacerlo esperando recibir algo a cambio.
¿Deuda emocional o chantaje emocional?
Las deudas afectivas pueden surgir en la pareja, en la amistad o entre familiares. A veces pueden convertirse en chantaje emocional. Exigimos lo que creemos merecer, nos sacrificamos para poder pedir, damos sin límites para luego exigir y buscar compensaciones que parecen no tener fin.
Hay un dar y recibir constante en cada relación, sin embargo, esto no es lo que se entiende por deuda emocional.
Esta deuda se contrae con la perspectiva de mostrarle a la persona que está a nuestro lado lo importante que es para nosotros y, al mismo tiempo, recibir la misma demostración. Creemos que tenemos un control que en realidad no tenemos. Aquí es donde comienza el chantaje.
La pregunta obligada es: ¿se puede evitar?
Por supuesto. Para empezar, hay que tenerlo claro desde el principio, por muy calculador que parezca. Debemos manifestar a la otra persona lo que esperamos a cambio de nuestro sacrificio. Si inmediatamente nos damos cuenta de que no recibiremos ni una cuarta parte de lo que creemos que merecemos, es mejor no empezar.
Es igualmente importante mantener los ojos abiertos y ser conscientes de los sacrificios que la otra persona puede estar haciendo por nosotros.. Finalmente, aclarar lo que no estamos dispuestos a tolerar y las pretensiones que no podemos aceptar a cambio de lo que la pareja hará por nosotros.
"Sin una buena comunicación es fácil caer en una deuda emocional"
La mayoría de nosotros hemos contraído alguna deuda emocional inconscientemente. Deudas que desgastan nuestras relaciones, provocan rupturas dolorosas y enemistades evitables. ¿Qué tal empezar a pagar todas tus deudas y aprender a no tener otras nuevas?