Última actualización: 29 de mayo de 2017
El arte de hacerse adulto requiere valentía, compromiso y responsabilidad con uno mismo y con los demás. Convertirse en adultos sanos no es tarea fácil, sobre todo si tenemos en cuenta la forma en que está organizada la sociedad. en el que crecemos.
En función de cómo vivimos nuestra infancia y del tipo de vínculo que tengamos con nuestros padres, tendremos que hacer un mayor o menor esfuerzo en el camino hacia la madurez física y emocional. Las edades biológica y social no siempre coinciden; ¿Por qué esta falta de sincronía? ¿Por qué a veces nos cuesta tanto madurar?
Haber asumido responsabilidades que no nos correspondían cuando éramos pequeños y ver que la situación no se resolvió como queríamos puede minar profundamente la autoestima y la conciencia de las propias capacidades. Puede convertirse en un lastre para el crecimiento emocional.
¿Por qué a veces nos resistimos al crecimiento?
¿Por qué a algunas personas les cuesta tanto madurar? Hay muchas razones que nos empujan a permanecer en la eterna juventud (una condición conocida como "Síndrome de Peter Pan"). En primer lugar, la sociedad nos lleva a querer permanecer perfectos, bellos y jóvenes de corazón para siempre.
En segundo lugar, a veces las heridas emocionales de nuestra infancia nos llevan a arrastrar con nosotros asuntos pendientes y quedarnos como niños heridos que no quieren dejar pasar libre al adulto. Seguimos recuperando partes de nuestra infancia o al menos nos gustaría salir de ella sin heridas profundas. Estos problemas no resueltos se manifiestan en nuestro presente. Debes entender que durante la etapa infantil es más fácil eludir responsabilidades, y sentirse en un espacio cómodo y familiar, que explorar espacios desconocidos.
¿Cuáles son las características del adulto incapaz de crecer?
Las características típicas de un adulto que no quiere crecer son distintas; aquí están los principales:
- Tiene necesidades que no fueron satisfechas durante su infancia y trata continuamente de compensarlas en el presente.
- Se siente culpable, ya sea de forma manifiesta u oculta, por las cosas que hace, dice y siente. Le cuesta distinguirse de sus padres o pareja.
- Exagera sus propias necesidades, que suelen convertirse en adicciones o necesidades de gratificación inmediata.
- Necesita llenarse continuamente de estímulos y puede ser muy dependiente de los demás o muy independiente (aunque detrás de la independencia esté la necesidad de hacerse notar y reconocer).
- Reprime sus emociones y las entierra dentro de sí mismo, o hace lo contrario y las convierte en una montaña rusa que no puede controlar.
- Espera mucho de los demás; también puede dar mucho, pero por lo general espera algo a cambio.
- Mantiene vivas en sí las heridas del abandono y el rechazo vividos en la infancia.
La culpa nos impide madurar
Imagina un niño con padres en plena separación. En esta circunstancia, es probable que el niño active determinadas conductas para evitar la ruptura del núcleo familiar y, si esto falla, asumirá parte de la responsabilidad de lo ocurrido. Una responsabilidad que, ante el fracaso, se transformará en un sentimiento de culpa, en un peso que no le corresponde y que puede acabar frenando su desarrollo.
El niño herido vive en el cuerpo de un adulto y está "congelado" en el tiempo. su edad no importa, puede tener 25, 38 o 60 años. El sentimiento de culpa está muy latente en el niño vestido de adulto con poca madurez emocional.
El niño experimenta un sentimiento de culpa enfermizo que lo lleva a pensar que él es el responsable de todo lo que le sucede. Esta carga que lleva sobre sus hombros no es real, aunque él la experimente como tal. Si cuando seamos adultos no podemos manejar nuestro sentimiento de culpa, tendremos grandes problemas para asumir nuestras responsabilidades en la vida cotidiana.
¿Cuál es el camino para alcanzar la madurez emocional?
Para alcanzar la madurez emocional, tendremos que lidiar con la culpa y no evitarla. Gestionarlo será la clave para seguir creciendo en la relación que tenemos con las emociones, tanto con las propias como con las de los demás.
Para empezar a digerir el sentimiento de culpa es necesario experimentar el dolor del niño que llevamos dentro, no evitándolo, sino atravesándolo y sintiéndolo. de manera plena y consciente. Cuando seamos capaces de dejar atrás la mochila que contiene nuestra historia del pasado, el sentimiento de culpa se convertirá en una sana responsabilidad que nos llevará a madurar.
“La confianza en uno mismo viene con la madurez, con la aceptación de uno mismo”.
(Nicole Scherzinger)
El coraje de ser adultos
El arte de convertirse en adultos sanos no solo requiere la capacidad de asumir diferentes roles en la vida (trabajador, pareja, hijo, etc.), sino que va mucho más allá. Debemos dar un salto a lo desconocido, adquirir una identidad propia, que debe ser diferente a la de los padres. Tienes que dejar de lado tus expectativas y empezar a hacer las cosas tú mismo.
Si nos valoramos y nos aceptamos por lo que somos, la experiencia de vida nos conducirá espontáneamente hacia la edad adulta (la mental). Lo que nos da alas para ser adultos es la libertad de vivir nuestro presente con conciencia y aceptación de las circunstancias reales.
Aquí, pues, algunos consejos para convertirse en adultos independientes: dejar de ser víctimas, evitar quejarse constantemente y dejar atrás el pasado. Sólo sacando valor y dando un paso hacia lo desconocido podemos empezar a ser dueños de nuestra vida.