Solemos sentir asco cuando comemos algo que no nos gusta, pero a veces podemos sentirlo hacia una idea o estilo de vida. ¿Puede el asco llegar a ser un condicionamiento cultural?
Última actualización: 27 agosto 2020
Poco se habla del asco, o repugnancia, sin embargo es una de las emociones básicas. Cuando comemos algo y percibimos un sabor desagradable, automáticamente dejamos ese alimento. Lo mismo ocurre cuando sentimos un olor desagradable en la cocina y entendemos que algo no ha ido bien y tenemos que deshacernos de él porque nos puede hacer daño. Pero, ¿qué es exactamente el disgusto?
¿Recuerdas la última vez que sentiste asco? ¿Cómo te sentiste? ¿Pasó con una comida? ¿Lo has probado más? ¿Serías capaz de comer un insecto? ¿Cree que sentirse disgustado con ciertas cosas en lugar de otras puede ser una experiencia cultural?
Desde la infancia, el asco está presente en nuestras vidas, independientemente de su intensidad. Por ello, es importante saber qué se esconde detrás de esta emoción, ya que a veces va más allá del elemento puramente tóxico, afectando, por ejemplo, nuestra forma de percibir el mundo.
¿Cuándo nos sentimos disgustados?
Sentimos asco cuando comemos algo que se ha echado a perder o casi. Es una reacción adaptativa que evita que vivamos situaciones desagradables y perjudiciales para la salud.. Sin embargo, esta emoción también puede surgir de una idea que nos repugna. En la base de esta emoción está, por tanto, la intención de evitar contaminarse.
Por ejemplo, cuando abrimos la nevera con la intención de comernos una buena rodaja de sandía y nos damos cuenta de que está medio podrida, no contemplamos la opción de comérnosla, sino que la tiramos. Su mal estado nos ha informado que puede ser perjudicial para nuestra salud y ponernos en peligro. O bien, queremos echarle un poco de leche al café, pero al abrir el brick notamos un olor acre demasiado fuerte. Si esto sucede, inmediatamente tiramos la leche caducada.
El mal aspecto y olor de muchos alimentos indican que es mejor tirarlos que comerlos, ya que pueden poner en riesgo nuestra salud. De esta manera, podemos considerar El asco es una emoción adaptativa que nos impide vivir situaciones embriagantes..
Varios estudios asocian esta sensación con la corteza insular. Cualquier lesión en esta estructura, de hecho, le impide sentir asco, pero también reconocerlo en los demás.
¿El asco es cultural?
La experiencia del asco es universal, pero puede variar según la cultura de cada uno. Aunque es una emoción que nos ayuda a evitar cualquier peligro para el cuerpo, también es cierto que en base a la cultura existen alimentos que, aunque no son tóxicos, nos pueden parecer más o menos repulsivos. Sin embargo, es importante recordar que esta emoción se manifiesta con una expresión facial característica, que incluso se puede observar en personas ciegas de nacimiento; también exhibe una respuesta fisiológica, psicológica y conductual típica.
Pocos en España dudan de la delicadeza de un plato de gambas, pero ¿comeríamos alguna vez un plato de grillos o saltamontes? En algunos países, los insectos pueden ser auténticos manjares, mientras que en otros despiertan la más profunda aversión.
Incluso en un mismo país, una receta puede ser un placer para muchos y un horror para otros. Los caracoles son un claro ejemplo de esto, algunas personas los aman mientras que otras ni siquiera pueden mirarlos. Resulta que esta emoción también está implícita en la personalidad y la educación que recibe el individuo.
Ciertamente hay situaciones básicas que suelen despertar disgusto a la mayoría de las personas., como una apariencia fea o un olor nauseabundo. Sin embargo, también es importante tener en cuenta las influencias culturales. En base a esto, podemos experimentar mayor o menor rechazo.
Repugnancia psicológica
Sentir asco nos ayuda a mantener nuestro cuerpo alejado de elementos tóxicos, pero esta emoción no concierne solo a la comida y también puede trasladarse a la esfera ideológica. Muchas personas expresan el asco que sienten hacia otra cultura, raza, religión, país, etc. Esta idea también se basa en el pensamiento de la toxicidad.
El miedo surge ante la presencia de una amenaza física, mientras que el asco aparece ante la presencia de un peligro espiritual.
-Paul Rozin-
Algunas personas perciben otras ideologías como tóxicas para su propia persona.. Piensan que de alguna manera pueden dañar sus creencias o su vida en general. Por ejemplo, el racismo y la xenofobia derivan de esta forma de repugnancia. Al considerar a otras razas y personas como tóxicas, tendemos a rechazarlas y evitarlas.
Según los resultados de la investigación realizada por Paul Rozin, psicólogo dedicado al estudio de esta emoción, “El disgusto elaborado es una reacción de rechazo a los eventos que nos recuerdan nuestra naturaleza animal.".
Rozin y sus colaboradores indican que si bien el asco es un mecanismo de defensa inicialmente originado para evitar agentes contaminados, con el tiempo se ha ido liberando de estos elementos orgánicos y podemos llegar a demostrarlo contra alguien que viola las normas morales. Como vemos, esta emoción presenta una interesante historia evolutiva.
Según estos autores, sentir asco por quienes son racistas, violentos o cualquier persona cuya conducta se considere negativa podría significar que estamos asumiendo el papel de protectores de la dignidad humana dentro del orden social. ¿Qué piensas?