La indiferencia es uno de los peores tratamientos que podemos recibir, dadas sus devastadoras consecuencias. Veamos qué es y cómo tratarlo.
Última actualización: 22 de diciembre de 2022
El castigo de la indiferencia es uno de los peores.. Es una forma de agresión psicológica que consiste en invisibilizar a alguien, anularlo emocionalmente y vetar su necesidad de conexión social para llevarlo a un limbo de vacío y sufrimiento.
Esta práctica, como ya sabemos, abunda en muchos de nuestros contextos: en la escuela, en las relaciones de pareja, en la familia e incluso entre grupos de amigos.
Falta de comunicación, evitación... Podríamos dar mil ejemplos de cómo se produce la indiferencia, pero el efecto es siempre el mismo: dolor y sufrimiento. El dolor de ese niño que, sentado en un rincón del patio, ve cómo el resto de sus compañeros lo ignoran.
Y el sufrimiento también de esa pareja que, de un día para otro, percibe cómo la amada deja de mostrar la misma correspondencia afectiva que antes.
“Lo opuesto al amor no es el odio, es la indiferencia. Lo opuesto a la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. A su vez, lo contrario de la fe no es la herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte”.
-Elie Wiesel-
Nadie está dispuesto a habitar ese vacío social en el que los demás pasan a través de nosotros como si fuéramos un ente informe.
Las emociones y necesidades están presentes y requieren atención, anhelan afecto, respeto. Ser visible para el resto del mundo. ¿Cómo afrontar estas situaciones?
El castigo de la indiferencia: invisibilidad social y dolor emocional
La definición de "indiferencia" es simple a primera vista: denota falta de interés, atención e incluso falta de sentimientos. Más allá de las definiciones del diccionario, están las implicaciones psicológicas.
Existen, por así decirlo, esos universos personales en los que ciertas palabras son más relevantes que otras. El término "indiferencia", por ejemplo, es uno de los más traumáticos.
Hay quien no duda en decir que lo contrario de la vida no es la muerte, sino la falta de atención y ese vacío absoluto de sentimientos que configuran la indiferencia.
No podemos olvidar que nuestro cerebro es el resultado de la evolución; la conexión social y la pertenencia a un grupo nos hizo sobrevivir y avanzar como especie.
Interactuar, comunicarnos, ser aceptados, valorados y apreciados nos sitúa en el mundo. Estos procesos muy básicos desde un punto de vista relacional nos hacen visibles no solo a nuestro entorno, sino también a nosotros mismos.
Así moldeamos nuestra autoestima y también nuestra identidad. La carencia de estos nutrientes tiene graves consecuencias, implicaciones que es necesario conocer.
La indiferencia genera una fuerte tensión mental
Necesitamos "leer" en los demás lo que significamos para ellos. Necesitamos certezas y no dudas. Queremos refuerzos, gestos de aprecio, miradas de bienvenida, sonrisas que compartan complicidad y emociones positivas.
Todo ello configura esa comunicación no verbal en la que se arraigan las emociones que nos gusta percibir en nuestro día a día. No los veas, percibe solo uno Actitud fría, provoca ansiedad, estrés y tensión mental.
Confusione
El castigo de la indiferencia también genera otra dinámica agotadora, a saber una alteración de un mecanismo básico en la conciencia humana: el mecanismo de acción y reacción. Siempre que actuamos de cierta manera, esperamos que la otra persona reaccione en consecuencia.
Aunque a veces esta reacción no es la que esperábamos, es muy difícil entender su ausencia total. La comunicación se vuelve imposible. y el intento de interacción es forzado y se desgasta. Todo esto nos confunde y nos sumerge en un estado de preocupación y sufrimiento.
Da lugar a una baja autoestima.
Al no recibir ninguna respuesta, por lo tanto refuerzo de otras personas, cualquier retroalimentación falla. En las etapas de formación de la personalidad, esto puede afectar seriamente la autoimagen.
Es probable que la persona que ha recibido indiferencia en estas etapas llegue a creer que no vale la pena interactuar con él, dando lugar a una fuerte inseguridad.
¿Cómo reaccionar ante el castigo de la indiferencia?
Como seres sociales que somos y dotados a su vez de necesidades afectivas, aspiramos a establecer una relación de constante interacción con nuestros seres queridos: familia, amigos, pareja.
Si en un momento dado comenzamos a percibir silencios, vacíos, frialdad e indiferencia, nuestro cerebro (y en particular nuestra amígdala) entrará en pánico. Nos advertirá de una amenaza, de un miedo profundo y evidente: percibir que ya no somos amados, apreciados.
Lo más razonable en estos casos es entender qué está pasando. Esta desconexión emocional siempre tiene un origen y como tal hay que esclarecerlo para actuar en consecuencia. Si hay un problema lo afrontaremos, si hay un malentendido lo resolveremos, tendremos que aceptar el desamor y seguir adelante.
Porque es claro que nadie merece vivir en la indiferencia, ninguna persona debe sentirse invisible en ningún contexto social, ya sea en el hogar, en el trabajo, etc.
Todavía hay un aspecto que necesita ser considerado. La indiferencia a largo plazo hacia alguien en particular o hacia un grupo es una forma de abuso.
Además, un estudio realizado en la Universidad de California demostró que estas dinámicas basadas en la exclusión y la indiferencia provocan dolor y angustia. Es un sufrimiento que trasciende nuestras emociones para llegar también a nuestro cuerpo.
El último recurso: escapar
Si luchar por esa relación, si invertir más tiempo y esfuerzo en esa o esas personas da el mismo resultado, lo más sano será alejarse.
Ante la presencia de consecuencias nocivas (agotamiento, baja autoestima), es urgente renunciar a tener una relación cercana con estas personas y buscar la cercanía con los demás, para quienes eres importante.
Únete a grupos donde te escuchen y valoren tu ser. Romper una relación basada en la indiferencia dará una nueva perspectiva del mundo y mejorará el desarrollo personal.