Última actualización: 02 de febrero de 2018
Osho dijo que antes que nada está el coraje y todo lo demás viene después. Luego está la sinceridad, cuando requiere esfuerzo. Luego está el amor, cuando las circunstancias resultan adversas. Entonces confiar, cuando alguien nos decepciona. Luego viene el disfraz y la audacia del investigador para explorar la realidad que le rodea, que nos rodea.
Bueno, la valentía en realidad puede ser un gran comienzo, pero la verdad es que no todo lo demás viene después. Siempre hay algo que viene primero. Este algo es el miedo. Porque hay pocos valientes sin miedo, sin superación, sin presumir indirectamente la derrota. Podemos decir, por tanto, que el miedo es la forja de los valientes en una noche fría en la que nos asaltan las dudas.
"Las dificultades no te impiden atreverte, no es la osadía la que genera dificultades".
-Arthur Schopenhauer-
El miedo y el coraje fluyen en los héroes cotidianos.
Un miedo que aparece cuando tenemos que decirle a un amigo que le mentimos, que fuimos nosotros los que alguna vez hablamos mal de él. Que fuimos nosotros los que hicimos juicios precipitados, los que lo desanimamos cuando nos contó aquel sueño que tanto lo excitaba. La verdad es que nos costó mucho imaginarlo sin las bromas habituales, despojarlo de sus defectos más comunes y pensar que podía trabajarlos para que no constituyan un obstáculo insalvable. Había fallado tantas veces que habíamos dejado de darle una oportunidad.
Un miedo que aparece cuando alguien cambia la frecuencia con la que late nuestro corazón. Mariposas iluminadas que ahogan las palabras que no pueden salir de nuestra boca. En nuestra declaración, sin querer, siempre ponemos parte de nuestro orgullo, y tratamos de poner lo mejor de nosotros mismos. Nos imaginamos la situación mil veces y no queremos por nada del mundo que lo que sale de nuestras entrañas se nos caiga al suelo. Y no hay otro lugar, que no sea una declaración de amor, en el que se unen de este modo la esperanza, la oración y el pedido.
Una sospecha que surge cuando nos traicionamos. Alguien que caminaba a nuestro lado desaparece y trae consigo un montón de listas que habíamos hecho juntos y también las que habíamos hecho nosotros… Por nuestra cuenta y riesgo. Los quita y nos deja parcialmente desnudos, porque cualquier papel en el que escribamos a partir de ahora parece volverse opaco al creer en lo que escribimos. Y decimos no, mil veces no, enojados porque no queremos subir y caer de repente. Quizá en el fondo reine el aburrimiento y la apatía, pero al menos disimulan mejor el dolor que un sorbo de ginebra a las dos de la madrugada.
La mujer tiembla mientras le dice a su amiga que ha llegado a una posición que nunca imaginó. Que lo que empezó como una amenaza acompañada de una siniestra sonrisa, ahora es un conjunto de golpes que forman un agujero, negro, del que los rayos del sol se alejan cada vez más.
Ahora es como esa mujer de la que hablan las noticias con la cara maquillada a golpes, de la que siempre se ha distanciado porque no aceptaba que algún día ella pudiera encontrarse en la misma situación. Siente que ha traicionado a todas las personas que la rodean, una por una, para que no averigüen la razón de su insomnio. Todo por un amor que, convertido en lodazal, ya se había tragado su cuerpo y estaba a punto de estrangular su alma.
Habla poco, mira hacia abajo, porque apenas puede verbalizar situaciones más grandes que ella.. No sabe qué ha hecho para que sus compañeros la tropiecen cuando pasa, le pateen la mochila o le llenen el bocadillo de arena. No sabe palabras para decirle a las personas que más quiere que el niño del que tanto se jactan es un niño triste que vive en medio de amenazas demasiado grandes para él.
La mujer llora porque tiene que ir a su casa y decirle a su familia que la acaban de despedir. También llora su amigo de la infancia que lleva dos años buscando trabajo y en su camino solo ha encontrado gente interesada en aprovecharse de su desgracia, que se queda con esos ahorros ahora administrados con el temor de que algún día muy cerca le lleguen. final. Un día que, si sigue así, llegará pronto. Mañana tanto ella como él saldrán, currículum en mano, y su experiencia valdrá poco o nada, porque es solo para jóvenes que no la tienen, pero tal vez tengan suerte, o mejor dicho, justicia.
Coraje: inteligencia, antes que atrevimiento
La verdad es que estamos rodeados de valientes, silenciosos, amables, integrados. También estamos rodeados de personas que pueden ser si les ofrecemos nuestros recursos por un momento. Nuestro tiempo, nuestros deseos, nuestras esperanzas, nuestra voz y nuestras palabras. Si decimos que creemos en ellos y no dejamos de darles oportunidades de redención.
Antes del coraje está el miedo, y entre ambos, entre el estímulo y la actitud, está la inteligencia. Porque la mayoría de los valientes, al menos los que sobreviven, tienen una cierta cantidad de audacia, pero tienen una cantidad aún mayor de inteligencia. Una inteligencia que no tiene que ver con cerrar los ojos y saltar al vacío, sino con abrirlos para concienciar en los momentos más críticos. El coraje permite la creatividad, la liberación de la intuición y la reflexión de aquellos mensajes que surgen de nuestros instintos.
Del coraje inteligente nace el orgullo y una mirada distinta hacia el miedo, hacia el que no se pierde el respeto, sino que se ve de otra manera. Deja de ser el enemigo para convertirse en aliado, una señal de advertencia indicando los puntos en los que quizás deberíamos poner un punto de cautela. Esto no quiere decir que nos detengan, sino que nos detengamos brevemente para reevaluar la situación.
Valientes personas inteligentes pueblan el mundo, hablando, apoyando y alimentando su fe por encima de lo que otros puedan pensar… Y lo hacen simplemente porque piensan que lo que quieren vale más que el miedo que les pueda infundir el obstáculo que les espera.
"Debemos conocer al enemigo"
-Sun Tzu-