Última actualización: 17 de mayo de 2017
La vida es una continua sucesión de lutos. Con el tiempo, nos separamos de entornos, colegas, familiares, amigos y socios. Se rompen relaciones, se abandonan lugares, se concluyen etapas. Procesamos el duelo.
Algunas de estas experiencias pueden ser dolorosas, pero la muerte de un ser querido es, por supuesto, la más dura. Son tiempos muy difíciles, tanto que no sabes que hacer para salir de esta espiral de dolor. No exijas nada, no te apresures a encontrar soluciones y respuestas. No hay reglas escritas sobre lo que es correcto hacer cuando se pierde un vínculo importante e íntimo. Como humanos, necesitamos tiempo para sanar emocionalmente.. Esta es precisamente una de las principales funciones del duelo.
Algunas personas a tu alrededor intentarán definir qué es lo que más te puede ayudar, incluso tú mismo puedes estar presionándote o estando muy confundido. “No entres en su casa”, “Debes evitar regresar a ese lugar”, “Debes regalar sus cosas”, “No te tortures mirando sus fotos”.
Decide por ti mismo, no evites los momentos o situaciones que sientes que te toca vivir, porque esto te causará más sufrimiento a la larga. Haz y di todo lo que necesites y quieras. Cometer un error al decir algo no duele como no decir las cosas. Aunque el dolor te invada: decide por ti mismo.
Hay muertes que pueden tener un mayor impacto que otras, por ejemplo si crees que se podría haber evitado, si crees que la persona ha sufrido, si nos falta la información necesaria, si la persona murió tras una larga enfermedad o quizás porque de la forma en que recibimos la noticia. Muchas personas informan que se sienten mejor en los primeros días que en los meses siguientes. Es una reacción completamente normal y tiene una función protectora. El estado de shock inicial es una defensa mental que nos protege de un dolor devastador.
A veces, al impacto inicial dentro del proceso de duelo le sigue el miedo, la angustia, el pánico, la agitación, la ira, la confusión. El pensamiento es caótico, no podemos concentrarnos en nada, lo que ha pasado todavía no se ha asimilado y lo imaginamos como una pesadilla.