Última actualización: 14 de febrero de 2015
Las palabras, nuestro medio natural de expresión, tienen un enorme potencial… positivo o negativo. El poder de las palabras se conoce desde los albores de los tiempos, cuando las fórmulas mágicas y los maleficios estaban a la orden del día para crear hechizos o deshacerlos. Y aunque en la era de la razón y la tecnología no creemos mucho en la magia, aún es posible reconocer que las palabras que usamos tienen importantes consecuencias, ya que existe una estrecha relación entre el pensamiento, la palabra y la acción.
Abuso verbal
Aunque las palabras no dejen heridas físicas, si abusamos de ellas pueden causar graves daños emocionales., tan profundo que la psicología considera el abuso verbal tan peligroso como cualquier otra forma de abuso, ya sea físico o sexual. Por eso, antes de decir palabras, cuando estas aún son solo pensamientos, es bueno entender que aún estamos a tiempo de evitar que la crítica, el juicio o la negatividad se vayan de nosotros, convirtiéndose en una flecha envenenada.
En ese momento crítico es bueno respirar profundamente para enviar un mensaje de calma al cerebro y preguntarnos si lo que íbamos a decir será edificante para nosotros y para los demás: ¿es una contribución positiva o, por el contrario, perjudicará a las personas y las relaciones?
Aprendemos a hablar
Sí, teóricamente hemos aprendido a hacer esto durante mucho tiempo, ¿verdad? Pero no se trata sólo de saber hablar, sino de saber hacerlo con inteligencia emocional. Hay personas que, digan lo que digan, no pueden evitar incluir blasfemias, maldiciones, insultos en la frase, que esparcidos a diestra y siniestra, se devalúan a sí mismos oa los demás. En teoría, no hay duda: ellos también pueden hablar. Sin embargo, ¿Están usando sabiamente el recurso de la palabra?
Por otra parte, es cierto que el lenguaje cumple ante todo una función comunicativa vital, por lo que no es sano reprimir lo que pensamos o sentimos. Lo cual, siendo seres imperfectos como somos, no siempre es bello ni color de rosa. En estos momentos de negatividad, ira o dolor tenemos todo el derecho a expresarnos, pero los demás también tienen derecho a ser tratados con respeto.
Para triunfar, el secreto esasertividad, ese maravilloso equilibrio que se logra cuando comunicamos sinceramente lo que pensamos y sentimos, de forma constructiva. Hay algunos recursos que podemos utilizar para ser asertivos:
- Los mensajes del "yo": su nombre proviene del hecho de que el foco de estos mensajes es cómo se siente una persona sobre el comportamiento de otra persona, sin juzgarlo, acusarlo o etiquetarlo.
Por ejemplo, si los niños no ordenan la habitación, en lugar de decir “¿Cómo es posible que la habitación esté en este estado? ¡Eres muy desordenado!”, usando un mensaje de 'yo', podrías decir: 'Me siento frustrado cuando no ordenas la habitación porque tengo muchas otras cosas que hacer y me gustaría que cooperaras conmigo'. .
En ambos casos estás expresando cómo te sientes, pero en el primero la negatividad se descarga en el otro; en el segundo caso, sin embargo, el centro es lo que sientes, y no afecta la conducta de la persona.
- Él "tiempo fuera": A veces, retirarse a tiempo de una situación potencialmente conflictiva puede evitar que digamos palabras de las que luego nos arrepentiremos.
Si nuestro objetivo es ser esclavizados, la idea es aprovechar el "tiempo fuera" para retomar la conversación cuando las aguas se hayan calmado, de modo que las palabras salgan de forma controlada, en lugar de correr el riesgo de formar un río en crecida. .
Tenemos en nuestras manos (o más bien en nuestros labios) la posibilidad de crear una atmósfera de armonía a nuestro alrededor, a través de nuestras poderosas palabras. Que, al fin y al cabo, quizás contengan más magia de la que pensamos.
Imagen cortesía de Kris Kesiak