Última actualización: 31 marzo, 2016
El tiempo se une y fusiona con las experiencias que tenemos a lo largo de la vida, por lo que ambos nos permiten aprender, conocer, cambiar. En realidad, estamos tan atados al tiempo que este parece dilatarse o acortarse según nuestro estado de ánimo y nuestras expectativas.
El tiempo no pasa en balde, sobre todo si pensamos en cómo éramos hace 10 años, pero también hace 5 meses o hace 3 semanas. No hay nada más relativo que los años. Tenemos tendencia a medir el tiempo a través de hechos importantes que nos han marcado y que siempre recordaremos.
“Un hombre debe vivir en el presente. ¿Qué importa quién eras la semana pasada, si sabes quién eres hoy?".
(Paul Auster)
Vivir es tener experiencias y las experiencias marcan el tiempo
Toda emoción que surge del contacto directo con la realidad implica un cambio: podemos viajar y conocer nuevos modelos de vida, conocer gente con ideas y hábitos que no conocíamos, formar una familia, perder a personas que creíamos que estarían ahí para siempre, encontrar el amor, pero también el desamor, etc. Todos estos hechos nos cambiarán sin que nos demos cuenta.
Lo cierto es que vivir tiene un precio, incluido el de vivir experiencias y vincularlas al tiempo de nuestra vida. Habrá momentos que nos marcarán tanto que los creeremos más de lo que realmente son, y otros que nos parecerán fugaces. Por eso se dice que el tiempo nos cambia.
Por lo general, culpamos de nuestros cambios físicos o de personalidad a experiencias particularmente negativas o positivas que hemos tenido. Los extremos siempre marcan la diferencia: nunca olvidaremos la felicidad pura, pero tampoco nuestras caídas y fracasos.
No te resistas al cambio
Es evidente que, en situaciones donde vivimos experiencias emocionales extremas, cambiamos, porque estas nos obligan a tocar lo más profundo de nosotros mismos y vernos como nunca antes nos habíamos visto. En ese momento conocemos aspectos y valores que desconocíamos, sentimientos que nunca antes habíamos experimentado, y surge en nosotros la necesidad de ordenar nuestro caos interior.
“Cuando no somos capaces de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiarnos a nosotros mismos”.
(Víctor Frankl)
Si atravesamos un mal momento, es probable que salgamos fortalecidos: si nos equivocamos, sabremos lo que no tenemos que repetir la próxima vez; si algo nos ha hecho felices, buscaremos lo que nos hace sentir bien y evitaremos la tristeza.
Lo cierto es que nunca seremos los mismos después de una nueva experiencia. o pasados los años: el tiempo nos transformará y formará nuestra persona.
De hecho, resistirse al cambio es inútil. Querer negar que algo ha pasado en nuestra vida y convencernos de que todo está como antes es inútil, porque esa no es la realidad. Todo fluye y todo permanece, lo que significa que nuestra existencia seguirá funcionando igual, pero no seremos los mismos.
El secreto es saber adaptarse y aceptar
Si no podemos resistirnos al cambio, la única manera de crecer positivamente como persona es aceptarlo. y renovarnos. Si, por alguna razón, ya no podemos mantenernos fieles a nuestros principios, necesitaremos crear otros nuevos que nos ayuden a comenzar de nuevo. Es bueno entender que el tiempo vuela y que solo nosotros podemos decidir qué hacer con él y cómo usarlo.
Así como el tiempo cambia nuestra persona, también lo hacen las personas que nos rodean. y, en consecuencia, afecta las relaciones que mantenemos.
Es fundamental entender que aceptar el propio cambio es tan importante como aceptar el cambio de los demás., siempre que ello no nos perjudique directamente; en esta circunstancia, es probable que la otra persona también necesite nuestra adaptación.
“¿Por qué tenemos miedo al cambio? Toda vida es un cambio, ¿por qué temerlo?".
(George Helbert)
Imágenes cortesía de Claudia Tremblay y Pascal Campion