Última actualización: 03 de diciembre de 2015
“Toda mi vida he concebido el amor como una especie de esclavitud aceptada.
Es mentira: la libertad sólo existe cuando el amor está presente. Quien se abandona totalmente, quien se siente libre, ama hasta el extremo.
Y quien ama hasta el extremo, se siente libre. En el amor, nadie puede ser lastimado. Cada uno de nosotros es responsable de cómo nos sentimos y no podemos culpar al otro por ello.
No pierdes a nadie, ya que no eres dueño de nadie.
Esta es la auténtica experiencia de la libertad: tener lo más importante del mundo, sin poseerlo".
En Once Minutos, de Paulo Coelho
El amor no es control ni exigencia, es libertad y confianza. Aún así, la esclavitud emocional es mucho más común de lo que cabría esperar.
Aunque la teoría es bien conocida por todos, la práctica es practicada por pocos. ¿Quién es el que realmente tiene el coraje de decirle a su pareja que no lo necesita, sino que lo prefiere? Prácticamente ninguno.
De hecho, esto sucede porque no somos realmente conscientes de lo que significa decirle a alguien "no puedo vivir sin ti". Al pronunciar estas palabras además de otras expresiones similares, estamos sometiendo a nuestra pareja.
Ciertamente es una sujeción muy sutil, ya que en realidad no queremos poner la responsabilidad de nuestra felicidad o de nuestra vida en nuestro amor. Sin embargo, de esta manera, creamos expectativas que ponen en peligro el equilibrio del amor.
A veces no nos enamoramos, nos convertimos en esclavos
La verdad es que el amor y la adicción son incompatibles hasta el punto de que si coexisten, se destruyen mutuamente. En otras palabras, si el amor se convierte en una prisión emocional, a pesar de que la relación de pareja se mantenga, se desdibujará hasta el punto de dejar lugar a la adicción.
Sin embargo, tardamos tanto en darnos cuenta de que hemos cimentado mal nuestra relación, que acabamos exigiendo al destino que algo cambie para ser felices.
Vivimos en la creencia de que el amor debe ser un cuento de hadas con hadas, príncipes y princesas, en el que todo termina bien. Sin embargo, el fatídico "y vivieron felices para siempre" sólo ocurre en las películas, cuando los actores interpretan bien su papel.
Por eso, creemos que es correcto acostumbrarnos a la seguridad que da tener a alguien a nuestro lado. Sin embargo, los únicos que podemos alcanzar la felicidad y la estabilidad en nuestra vida somos nosotros mismos.
Somos personas completas, no dulces mitades.
“Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una manzana, que la vida solo tiene sentido cuando podemos encontrar la otra mitad.
No nos dijeron que nacemos íntegros, que nadie en nuestra vida merece llevar sobre sus hombros la responsabilidad de completar lo que nos falta..."
John Lennon
En otras palabras, podemos decir que sentimos amor cuando no exigimos a los demás que nos amen o que hagan algo por nosotros, ya sea explícita o implícitamente. El amor verdaderamente sano es el que se basa en el ofrecimiento y el intercambio de afecto y atención. Es una ruptura que tiene lugar en ambos lados.
El amor durará mientras lo cuides, y lo cuidarás mientras quieras. Por eso es tan importante analizar qué esperamos de nosotros mismos y de nuestra relación; es la única manera de ser justos y de encontrar el equilibrio adecuado.
Amarse a uno mismo no es un privilegio de unos pocos, sino una recompensa siempre al alcance de la mano. Puedes amar y hasta adorar a tu pareja, pero siempre de tal forma que nos permita seguir creciendo y sanando nuestra autoestima, así como madurar en pareja y avanzar como personas.
Tener claro este concepto significa respetarse plenamente y asegurar el funcionamiento de una relación que no se base en el sometimiento mutuo. Si tenemos esto en cuenta, evitaremos cualquier tipo de sumisión, ya que no todo está permitido en el amor y mucho menos las exigencias.