Última actualización: 03 de mayo de 2016
Hay etapas en la vida en las que sentimos la necesidad de poner orden, dejar de luchar para llegar a fin de mes; períodos en los que deseamos desvincularnos de las expectativas, de los contratos tácitos que nos atrapan, de las necesidades. A veces no necesitamos sentirnos abrumados por la atención de quienes nos rodean, para ver nuestros logros reconocidos o apreciados por los demás. Hay momentos en que todo esto no importa, en que nuestro único deseo es respirar aliviados y SENTIR EMOCIONES, permitirnos ser nosotros mismos.
En esta fase de la vida, el deseo de resolver las dificultades de los demás y descuidar las propias parece desvanecerse cada vez más. Porque a veces liberarse de los problemas de los demás, de esos que no hacen más que consumirnos, es la mejor forma de ayudar. Indirectamente, por supuesto. Desenchufa, vacíate y toma consciencia de quienes somos.
Para ser feliz hay que renunciar a algunas cosas
Para ser feliz es necesario abandonar algunos hábitos, como reprimir nuestras emociones. Evitarnos tener ciertos sentimientos solo nos atrapará. Es lo que sucede, por ejemplo, con la tristeza, una emoción que tendemos a mantener oculta a los ojos de la sociedad.
En un mundo que nos bombardea con mensajes positivos, nos cuesta entender que, para ser felices, necesitamos acoger alguna aprobación, comprendernos y darnos la oportunidad de expresarnos - cada una de nuestras emociones merece ser escuchada.
Es una cuestión de autoconocimiento y crecimiento. Una verdadera asamblea de nosotros mismos. Restando piezas a nuestro puzzle, reprimiendo la tristeza o escondiendo nuestros miedos, lo único que conseguiremos será borrar la sonrisa de nuestro rostro.
Como es que Porque nos estamos escondiendo, estamos descuidando esa parte de nosotros que quisiera decirnos algo. y que quiere que nos sintamos escuchados (o mejor dicho, auto-escuchados). Por eso, es importante darnos la oportunidad de SENTIR EMOCIONES, con mayúscula y sin censura.
Sentir emociones: la base de nuestro bienestar
Sentir emociones es un aspecto clave de la salud emocional. El mejor mecanismo de liberación o abreacción que tenemos es derribar las barreras que hemos levantado en torno a nuestras capacidades emocionales enfocándonos en comprender lo que sentimos.
Permitirnos llorar, tratar nuestra felicidad, dejarnos llevar por la sorpresa, reflexionar sobre nuestro enfado es la única manera de acercarnos realmente a una existencia plena.
Para ello, podemos poner en práctica estrategias como el mindfulness, una técnica encaminada a crear conexiones con lo que sucede y con nuestra forma de sentir. En otras palabras, tomar plena conciencia de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Otro sistema óptimo es redirigir nuestras aduanas. Tenemos el hábito de escribir cómo nos sentimos durante el día o cómo nos hizo sentir la gente que nos rodea. Podremos recuperar esta capacidad -y necesidad- que ahora parece haberse perdido, sólo dirigiendo la atención a nuestras experiencias emocionales.
Reconectar con nuestro cerebro emocional
En nuestro cerebro reside la tormenta y la calma, ambas parte de la vida. Aquí es donde todo se procesa, donde cargamos y recargamos nuestras energías. La intensidad de los conflictos y las experiencias son procesadas por la amígdala, nuestro centinela de las emociones.
Con forma de almendra y situado encima del tronco encefálico, es, junto con el hipocampo, la parte del cerebro encargada de gestionar todos los aspectos relacionados con nuestras emociones. Por lo tanto, la amígdala actúa como un punto de almacenamiento de nuestros recuerdos e impresiones, y puede explicar por qué a veces damos una respuesta en lugar de otra.
En cierto sentido, se hace necesario entrenar el cerebro para que las experiencias emocionales no sean traumáticas y se puede resolver fácilmente. La amígdala, por tanto, al "memorizar" el clima emocional, facilita la gestión y coordinación (colaborando con el córtex prefrontal) de las diferentes emociones.
Por eso, es importante alfabetizar nuestro cerebro y no dejar que se libere de ningún sentimiento. Porque llegará un momento en el que nos demos cuenta de que quizás nos hemos pasado la vida construyendo barreras a nuestro alrededor y la realidad, subestimando lo que cada emoción tenía que decirnos.
