Última actualización: 19 de marzo de 2016
Eres tan valiente y decidido que, a veces, los demás olvidan que sufres, que tienes sentimientos y que, obviamente, las cosas negativas afectan tu equilibrio emocional. Pero también lloras cuando se te rompe el corazón, también sufres.
Pero es bueno que así sea, no es algo malo. Sin embargo, la educación social y emocional que nos inculcan nos obliga, una vez alcanzada cierta edad, a ocultar esa parte de nosotros que está al final de nuestras fuerzas. Asi que comenzamos a cargarnos con cargas innecesarias, mostrándonos siempre felices, porque eso es lo que entendemos por ser fuertes, decididos, valientes e indestructibles.
Pero no es así: ser fuerte también significa sufrir, ser decidido, valiente e indestructible. ¿Porque? Por una sencilla razón, y es que esto forma parte de nuestra naturaleza emocional y no nos es posible escapar de ella. Es curioso cómo cada uno impone al otro la forma en que debe mostrarse o no.
Necesitamos alfabetizar nuestros cerebros
Hace poco, en una conferencia, pronuncié esta frase: "Necesitamos alfabetizar nuestro cerebro emocional". Muchos de los presentes mostraron preocupación por el tema, en parte porque si estuvieron allí fue precisamente porque sabían que es necesario abrir la mente y educar las emociones.
Se cree que el llanto es un síntoma de debilidad. y que, por tanto, si en un momento determinado alguien sufre un quebrantamiento o un dolor interior, no debe manifestarlo, ya que no sería un buen ejemplo de fortaleza y libertad. Sin embargo, no hacerlo requiere reprimir tus emociones y sentimientos, no aceptarlos y enmascararte.
Nosotros pensamos: ¿Por qué no deberíamos exteriorizar nuestro malestar cuando las cosas van mal? ¿Por qué debemos usar una máscara y ocultar la realidad? Esto nos lleva a no enfrentar problemas ni emociones, lo que podría conducir a un empeoramiento de la situación.
La toxicidad emocional proviene de la falta de autocomprensión. Esto es normal porque, si nos paramos a pensar, ¿cuántos niños han crecido escuchando frases como: “no llores, no pasó nada”? ¿Cuántas veces hemos invalidado nuestros sentimientos, diciéndonos que debemos ser felices?
Las lágrimas tienen una función propia. Para ello queremos citar un diálogo extraído del libro “La lluvia sabe por qué”.
"Déjalas fluir, Lucía", dijo la abuela.
- ¿Cosa?
- ¡Las lágrimas! A veces parecen tantos que te puedes ahogar en ellos, pero no es así.
- ¿Crees que van a parar algún día?
- ¡Por supuesto! - respondió la abuela, sonriendo dulcemente -. Las lágrimas no duran mucho, hacen su trabajo y luego siguen su camino.
- ¿Y qué trabajo hacen? - Soy agua, Lucía. Limpian, disuelven... Como la lluvia. Todo es diferente después de la lluvia...
Nuestra mochila, el peso de nuestra vida
Nuestra mochila está cargada de piedras y piedras. Es bueno, por tanto, vaciarlo, seleccionar lo que queremos o no, filtrar lo que nos hace sentir bien y lo que nos hace sentir mal.
Lo sumamente pesado nos limita, nos encadena y nos impide avanzar. Sin embargo, lo que es bueno para nosotros es la luz. Cuando revisamos nuestra mochila, nos damos cuenta de que también se han acumulado cosas que no pusimos en ella (al menos no conscientemente).
Tenemos miedo de intentar, de mostrarnos exactamente como somos, con todo lo que sentimos, de autosabotear nuestros sentimientos y de reconocer nuestro sufrimiento. También pensamos que pedir ayuda es sinónimo de debilidad vital e incompetencia.
¡Qué absurdo! Cada una de estas cosas nos convierte en personas emocionalmente inteligentes, ingeniosas y socialmente hábiles. Por eso, no dejes de mostrar tus emociones, porque hacerlo es símbolo de fortaleza, a cualquier edad y con cualquier responsabilidad.