Ira: un viejo conocido

Ira: un viejo conocido

Si bien tendemos a culpar cuando algo nos molesta, la decisión de enojarnos o no depende de nosotros. La ira es una emoción que reside dentro de nosotros.

Ira: un viejo conocido

Última actualización: 02 agosto 2020

La ira es ese viejo amigo que puede transformarnos en diferentes personas en segundos. Es por eso que lidiar con eso no es fácil. Hay quienes lo expresan como lo sienten; otros, en cambio, la reprimen o la disfrazan con palabras agradables; finalmente, algunos lo convierten en otra emoción.



Hablar de ira es hablar de una emoción compleja que requiere una profunda revisión y reflexión interior. ¿Cuántos de nosotros nos hemos sorprendido levantando la voz en determinadas ocasiones o conocemos a alguien que ha reaccionado de forma exagerada ante una tontería? Otros tiempos, seguramente habremos sido reprendidos por padres, parejas, empleadores o amigos por hacer algo mal. Pero, ¿qué hay detrás de la ira?

Algunos argumentan que expresar tu enfado es positivo, porque tienes que deshacerte de todas las emociones "incómodas" para encontrar la serenidad. Pero, ¿es realmente así? ¿Realmente tenemos que desahogar lo que tenemos dentro a medida que sucede? Para conocer mejor la ira la analizaremos en todos sus aspectos porque no siempre es lo que parece. ¡Sigue leyendo para aprender más!

¿Qué es la ira?

En general experimentamos este sentimiento cuando alguien ofende intencionadamente nuestra identidad personal, cuando tenemos la impresión de sufrir una humillación. No se trata sólo de no haber cumplido un determinado propósito, sino en la base debe existir al menos la sensación de haber sufrido un insulto o una herida.

También podemos experimentarlo cuando somos testigos de alguna forma de injusticia social. Si vamos por la calle y vemos a un padre maltratando a su hijo, sentimos ira o una gran indignación.



Cualquiera puede enfadarse: esto es fácil; pero enojarse con la persona correcta, y en el grado correcto, y en el momento correcto, y con el propósito correcto, y de la manera correcta: esto no está al alcance de nadie y no es fácil.

Aristóteles

Tal vez conozcas a alguien que se enoja mucho cuando la impresora no funciona, por ejemplo. Puede parecer extraño, pero aun así ocurre un proceso de humillación. ¿Qué quieres decir? Muchas personas son tan negativas que ven cualquier cosa como un ataque personal.. Si la impresora no funciona, pueden pensar: “la vida se burla de mí y me lo hace entender al no hacer que la impresora funcione”.

Fácilmente nos damos cuenta, por lo tanto, que no necesitamos necesariamente un agente físico externo capaz de someternos a la humillación, nuestra interpretación de la situación en cuestión es suficiente para enfadarnos. Este es un aspecto muy importante porque desplaza la atención hacia nosotros mismos: ¿nos molestan los demás o somos nosotros los que nos molestan?

Ira ed ego

De alguna manera pretendemos salvaguardar o aumentar nuestra autoestima. Cuando percibimos una posible amenaza para nuestro ego, nuestra respuesta puede ser enfado por la situación..

Si nos enojamos cuando alguien toca la bocina mientras conducimos, generalmente es porque pensamos que nos están regañando por la forma en que conducimos. En consecuencia, pensar que nuestra forma de ser y actuar no es la correcta supone una amenaza para nuestra identidad.

El filósofo griego Aristóteles argumentaba que “no resentir las ofensas es un hombre cobarde y esclavo”. Esto lleva a una justificación bastante simple y obvia para la ira. ¿Vale la pena reaccionar de esta manera ante un insulto? A veces invertimos demasiada energía en cosas que no merecen el menor esfuerzo.



Una vez los discípulos de Buda se le acercaron y, preocupados, le preguntaron: “Maestro, dondequiera que vamos se ríen de nosotros y nos insultan. ¿Cómo es posible que esto no te afecte en lo más mínimo?”. Y Buda respondió: "El insulto puede incluso salir de ellos, pero nunca me alcanza".. Esta preciosa enseñanza budista contrasta con el pensamiento de Aristóteles sobre la cobardía. La primera implica sufrimiento, la segunda, paz y serenidad. ¿Cuál prefieres?

Ira y acción

Al sentir amenazada nuestra identidad personal, manifestamos una gran activación fisiológica que acompaña a la tendencia a agredir a la persona que consideramos responsable de la ofensa sufrida. El ataque puede ser tanto físico como verbal. La respuesta dependerá de nuestro grado de control y de cómo interpretemos la situación.

Si la persona que nos ofendió es nuestro jefe, nuestra respuesta puede ser un menor rendimiento en el trabajo. Sabemos que una reacción agresiva podría tener consecuencias mucho más graves, como el despido. En situaciones en las que corremos el riesgo de poner en peligro un aspecto de nuestra vida, elegimos tomar una acción menos directa..

Una vez que hemos descargado toda nuestra ira sobre alguien, puede surgir una emoción particular: la culpa. Cuando todo vuelve a la tranquilidad, nos sentimos culpables porque nos damos cuenta de que nos hemos pasado de la raya. En este sentido, la culpa actúa de tal forma que nos lleva a preguntarnos si nuestro comportamiento fue el más adecuado o no.

Por último, dediquemos también unas palabras a aquellas personas que parecen perpetuamente enfadadas. En este caso podríamos decir que han hecho de la ira una forma de vida. Han configurado sus modelos mentales de tal manera que solo reaccionan de forma enfadada. Hay varios cuestionarios y pruebas para medir el autocontrol y el grado de ira.



¿Cómo lidiar con la ira?

No hay mejor manera de calmar la ira de la respiración diafragmática que pensar detenidamente en la situación o en la persona a la que responsabilizamos de la ofensa.

En varias ocasiones, reaccionamos porque estamos llenos de expectativas, porque tuvimos un mal día y hasta la más mínima cosa nos puede disparar emocionalmente. Comprender o al menos evaluar la posibilidad de que otros también puedan tener un mal día nos ayudará a comprender su forma de actuar y no tomar las cosas de frente.

Si nuestro empleador nos trata mal por algo que hemos hecho, podría dirigir el mismo trato a otro empleado, por lo que no debemos tomarlo como algo personal, sino solo como una forma de reaccionar ante la persona que en ese momento nos involucró. .

Si bien puede parecer que los demás tienen control sobre nuestros estados emocionales, el poder de la ira está en nuestras manos.. Nosotros decidimos si nos enfadamos o no. Dejar en manos de otros algo tan preciado como nuestra felicidad es sin duda un precio demasiado alto.

Los invitamos a verse como agentes activos ante una ofensa y no como agentes pasivos que sufren y solo reaccionan. El poder está en tus manos.

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