Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 15 2021 noviembre
Al igual que los huesos, el corazón también puede romperse. Cuando sucede, la mente nos engaña, nos empuja a una fase de dura desesperación donde nos aferramos a cualquier pequeño soplo de mínima e imposible esperanza. Sin embargo, poco a poco, el corazón se resigna y la mente vuelve a sus huellas, de regreso a nuestro hogar, donde podemos reconciliarnos con nuestra dignidad y llorar.
Tener el corazón roto es una de las realidades más frecuentes, sin que sea un hábito. Solo por curiosidad, en los años 70 una de las canciones más exitosas fue la de los Bee Gees que decía: “¿Y cómo puedes reparar un corazón roto? ¿Cómo puedes evitar que la lluvia caiga? ¿Cómo puedes evitar que el sol brille?”… En estas palabras había una leve desesperación, lo que sugería que el desamor es una herida que, aparentemente, nunca sana.
Otro aspecto que nos llama la atención y que ha sido muy estudiado por los psicólogos sociales es el hecho de que nosotros los humanosEn promedio, tememos mucho más el dolor social y/o emocional que el dolor físico. Por ejemplo, pensar en la rotura de uno o varios huesos no nos asusta tanto como tener que afrontar una decepción, una infidelidad o un quiebre emocional. Nuestro cuerpo sabe qué hacer y cómo reaccionar ante una lesión física o una infección.
Sin embargo, cuando una relación termina, el cuerpo y la mente se estancan. Tal como dicen los expertos, el El cerebro interpreta esta separación como una quemadura de sol. En otras palabras, nuestro cerebro experimenta el dolor emocional como una lesión física, pero no sabemos muy bien cómo solucionarlo. En consecuencia, durante cierto tiempo la mente cae en una sucesión de contradicciones, falsas esperanzas, razonamientos sin sentido...
¿La mente nos engaña cuando el corazón se rompe?
Nuestra mente nos engaña, lo hace sin saberlo, lo hace porque está herida, perdida y conectada a un corazón roto, que no sabe muy bien cómo manejar el rechazo, la despedida de un amor que hasta no hace mucho era su todo. Cuando esto sucede, quedamos atrapados en una compleja red de mecanismos de defensa donde negamos lo sucedido y, como si fuera poco, en el cerebro tienen lugar procesos aún más sofisticados y adversos.
Nuestra corteza somatosensorial secundaria y la ínsula dorsal posterior se activan muy intensamente. Estas estructuras están vinculadas al dolor físico, ya que tal como señalamos anteriormente, el sufrimiento emocional suele vivirse a la par del sufrimiento físico. Todo esto significa que no podemos pensar con claridad, que nos engañamos a nosotros mismos. Veamos ahora cómo lo hacemos habitualmente.
Cuando nuestra mente nos engaña, lo hace sin darse cuenta porque está herida.
1. Perdí a la persona más importante de mi vida
El dolor emocional provoca angustia y la angustia busca refugios, meandros en los que alimentar la desesperación. En esta fase posterior a la ruptura es común que surjan pensamientos idealizados, pero nocivos, donde repetimos cosas como “perdí a la persona más importante de mi vida, la única que podía hacerme feliz”.
La mente nos engaña y se apodera de nosotros. La persona más importante en nuestra vida somos nosotros mismos. Nuestro ex ha sido una persona importante durante un período de nuestra vida que, sin embargo, ha terminado y esto es algo que tenemos que aceptar.
2. Algo hice mal, tengo que decirle que "puedo cambiar"
La negación es la primera fase del duelo y es en este momento cuando inevitablemente las experimentamos todas.. Es común que te culpes, que te digas que has descuidado la relación, que algo has hecho mal, pero que aún estás a tiempo de arreglarlo.
Así que intentemos, casi obsesivamente, convencer a la otra persona para que nos dé una segunda oportunidad, volver a intentarlo, hacer borrón y cuenta nueva, resetear, volver a empezar “porque lo que hay entre nosotros” no lo podemos tirar así. La mente nos engaña, el corazón nos duele y las buenas intenciones nos abruman mientras mantenemos una venda en los ojos: la otra persona ya no nos quiere y ante esta realidad no hay lugar para secuelas.
3. La obsesión por escuchar a la persona y tener información sobre ella
Vivimos en la era de la comunicación inmediata, el refuerzo instantáneo, la incapacidad de tolerar la frustración... Entonces, ¿cómo puedes aceptar que tu ser querido ya no nos envía mensajes? ¿Cómo podemos aceptar que nos bloquee, que ya no quiera saber nada de nosotros?
La mente nos engaña inventando mil excusas para explicar su silencio, su "no" o su latencia. Ideará mil estrategias para hacerle llegar ese último mensaje o esa propuesta desesperada. Estas dinámicas destructivas durarán hasta que la dignidad nos diga basta. Tiempo en el que daremos aquellos pasos necesarios, como borrar a nuestro ex de la lista de contactos y borrarlo de nuestras redes sociales.
4. Mi vida nunca volverá a ser la misma
Esta afirmación es obvia, nuestra vida nunca volverá a ser la misma después de una ruptura de pareja. Sin embargo, la mente nos engaña susurrando en voz baja y continua que la felicidad no es para nosotros, que se nos niega, que no merecemos amor, que lo que tocamos se rompe o, peor aún, que no encontraremos a nadie como él. persona que nos dejó.
Pensamientos como este son una forma absurda de torturarnos. Dado que la vida no volverá a ser lo que era antes, será diferente, será nueva y mucho mejor si no tenemos a nuestro lado a alguien que no nos quiere. O tal vez sí, pero de forma equivocada.
5. Necesito saber claramente por qué dejó de quererme
Seamos realistas, ¿existe una razón clara, objetiva, tangible y precisa por la que dejamos de amar a alguien? No siempre. Podemos estar obsesionados con él hasta el punto de la desesperación, pero a veces el amor se acaba sin saber el motivo.
Puede haber otra persona en el medio, puede haber mucho de poco que creó mucho, pero la mayoría de las veces el desamor no se puede traducir en palabras... En estos casos, solo tenemos que aceptarlo, sobre todo frente a la honestidad de los que ya no nos quieren, de aquellos que valientemente nos dijeron claramente que no hay posibilidad de volver al pasado, ni un futuro esperándonos.
Para concluir, sabemos que no siempre podemos confiar en nuestra mente cuando tenemos el corazón roto. Sin embargo, la mayoría de las veces este sentimiento y razonamiento es parte del proceso de duelo. Aceptar lo sucedido pondrá algo de orden en este caos y, poco a poco, volveremos sobre nuestros pasos hacia el refugio de la autoestima, donde podemos comenzar un trabajo delicado e indispensable: sanar nuestro corazón.