Última actualización: 26 de marzo de 2022
A veces nos encontramos así, envueltos por una tristeza indefinible, en silencio, con la frente pegada al cristal de una ventana y con el alma en los bolsillos. No sabemos muy bien por qué se originó este estado emocional, pero lo que sí notamos es que no podemos afrontar el día con la vitalidad habitual.
¿Qué da lugar a situaciones de este tipo? No estamos hablando de un estado depresivo, no siempre una cosa tiene que ver con la otra, nos referimos únicamente a aquellos días en los que el termómetro de nuestro estado de ánimo baja a cero existencial. Son momentos en los que no surge el entusiasmo, en los que nos convertimos en vagabundos de nuestra rutina y apátridas de nuestras esperanzas.
"No podemos evitar que los pájaros de la tristeza vuelen sobre nuestras cabezas, pero sí podemos evitar que hagan su nido en nuestro cabello"
Es bueno tener una idea clara: la tristeza es un mensajero para poder comprender, pero nunca un par de zapatos para usar permanentemente. Sin embargo, hoy en día no se nos permite estar tristes. No hay lugar para que esta emoción actúe como un canal para el propio cerebro. Estamos casi "obligados" a ignorarlo y comportarnos como si todo fuera a mejor, para ganar el Oscar a la mejor interpretación del año, demostrando que somos inmunes a la decepción, la frustración y la desesperación.
En cualquier caso, nadie puede conservar esta armadura, esta armadura inexpugnable por mucho tiempo. Aunque cada uno de nosotros tiene acceso a todo tipo de información, libros y publicaciones, seguimos creyendo que la tristeza es poco más que un sentimiento patológico.
Disipemos de una vez por todas los falsos mitos al respecto, porque esta emoción es inherente a nosotros como seres humanos, cosa que debemos entender y que no se cura con la típica frase "vamos, quédate con la moral que sólo vivir una vez". La tristeza tiene varias capas., estos que forman un reino particular del que os hablamos a continuación.
1. La tristeza es una advertencia
La tristeza siempre se manifiesta con una pérdida de energía. No alcanzamos inmediatamente el estado de malestar y aplanamiento propio de la depresión, es un proceso más leve, más desapercibido. Sentimos una fuerte necesidad de concentración interior que suele ir acompañada de una sensación de apatía y cansancio indefinible.
Esta sensación física en realidad responde a un mecanismo de alerta en el propio cerebro: nos obliga a distanciarnos de los estímulos del entorno que nos rodea para conectarnos con nuestro yo interior. Hay que “investigar” ese algo que nos incomoda, que nos inquieta, que nos inquieta…
2. La tristeza nos invita a conservar los "recursos"
Bernard Thierry es un biólogo y fisiólogo que ha estudiado esta emoción negativa durante años. Según estos, la tristeza produce en nosotros un pequeño estado de "hibernación".
Nos pone en espera, nos relega a la inmovilidad y la introspección para reflexionar sobre un hecho concreto. Pero no solo eso, a través de este proceso, el cerebro se asegura de no desperdiciar toda la energía en actividades que, por el momento, no son prioritarias.
Lo esencial es resolver el malestar, centrarnos en nosotros mismos. Sin embargo, como ya sabemos, no siempre prestamos atención a este instinto de conservación. Lo ignoramos y nos aferramos a nuestra vida cotidiana como si nada hubiera pasado.
3. La tristeza como autocuidado
Hay muchos psicólogos que no quieren etiquetar la tristeza como “una emoción negativa”. En nuestra fijación casi obsesiva por etiquetar cualquier conducta o fenómeno psicológico, a veces perdemos la perspectiva adecuada para analizar esta realidad.
- La tristeza no es ni negativa ni positiva. Estamos solos ante una emoción que actúa como mecanismo de alerta, que sugiere cosas válidas y necesarias como “detente un momento y escúchate, cuídate, habla contigo mismo y entiende lo que te pasa”.
- Por eso, cuando un amigo, familiar o pareja nos dice “no sé qué me pasa, estoy triste”, lo último que tenemos que decir es “ánimo, no es nada”.
La frase correcta es realmente simple: "dime lo que necesitas". Esto obligará a la persona que tenemos delante a reflexionar sobre la raíz de su problema y así profundizar en sus verdaderas necesidades.
4. La tristeza como anhelo e inspiración
La tristeza tiene un sabor extraño, oscila entre la añoranza y la melancolía. Es falta de algo, nos sentimos tan hundidos por sentimientos contrapuestos, por vacíos y necesidades sin nombre que a veces nos desesperamos.
Suele decirse que esta emoción es la forma más refinada de sensibilidad del ser humano, la que invita a muchos a ser más creativos, a acercarse al arte, la música o la escritura para canalizar todos estos sentimientos contrapuestos.
Sin embargo, y esto es bueno recordarlo, aunque la tristeza pueda inspirar el corazón del artista, nadie puede vivir permanentemente en este reino de añoranza, melancolía y vacío en el que habita la inmadurez emocional.
5. La tristeza como estrategia para nuestro desarrollo psicológico
En este estrato superior de las necesidades de Abraham Maslow reside la autorrealización personal.
- No podemos olvidar que este pico casi ideal de crecimiento psicológico incorpora principios básicos como la propia autoestima y una adecuada fortaleza emocional.
- La persona incapaz de comprender, examinar y afrontar su tristeza opta por la desconexión en la que dejar en manos ajenas sus propias necesidades, su propia identidad.
Comprender las propias emociones y manejar el propio universo de la mejor manera posible es una contribución fundamental para nuestro crecimiento psicológico., por eso es bueno dejar de asociar la tristeza con términos como debilidad o vulnerabilidad.
Detrás de cada persona que se identifica y enfrenta la tristeza, hay un verdadero héroe.
Imágenes cortesía de Amanda Clark