Última actualización: 19 de febrero de 2015
Todos sabemos que reír es bueno y que no solo es agradable ver a una persona con la cara iluminada por una sonrisa, sino que también es beneficioso para nuestro organismo: el cerebro libera endorfinas que aumentan el nivel de adrenalina y ayudan a estimular el imaginación, libera dopamina, que promueve la actividad mental, y libera serotonina, que tiene efectos calmantes y disminuye la ansiedad. Es un gesto fabuloso que es aceptado y valorado a nivel social, pero ¿llorar? ¿Las lágrimas?
Sólo los niños pequeños lloran abiertamente sin disimulo, mientras que los adultos nos refugiamos en la soledad para desahogarnos o, peor aún, evitamos hacerlo. Preferimos contener las lágrimas y seguir apretando los puños, pero ¿es bueno para nuestra salud?
¿Llorar para ser feliz?
Hay varios estudios que aseguran que sí, que algo tan inherente al ser humano como la capacidad de llorar es necesario para ser feliz. El Dr. William Frey, del Centro Médico Saint Paul Ramsay, Minnesota, nos asegura que las lágrimas son tan necesarias como las sonrisas; alivian las tensiones, disminuyen la tristeza y permiten que una persona se conozca mucho mejor y se relacione más abiertamente con los demás.
No solo eso, sino que hay muchas investigaciones que afirman que las personas deprimidas son las que lloran menos: el psiquiatra Cristian Prado, magíster en Neurociencias de la Universidad de Chile, explica estos datos destacando que "un porcentaje de las personas deprimidas dejan de expresar ", es decir, una parte de la estructura cerebral se apaga a nivel funcional y conduce a una indiferencia ante el dolor y una búsqueda desesperada por permanecer aislado.
Llorar no es una debilidad
Absolutamente. Las lágrimas son parte de nosotros, son parte de nosotros mismos y son un mecanismo de escape y alivio; es una forma de equilibrar las emociones, de reordenar los sentimientos. Desempeñan un papel vital en el desarrollo humano y no debemos involucrarnos en silenciarlos o engullirlos.
Es curioso vivir esos momentos en los que, sin saberlo, acabamos llorando delante de otras personas, el instante en el que nos vemos agredidos por esa reacción común por la que nos intentan consolar diciendo “no llores, nada”. pasa, llorar no solucionará el problema, cálmate”. Es cierto que las lágrimas no resolverán lo que nos hace sentir mal o nos oscurece, pero sin duda son un comienzo.
El llanto desahoga y da tranquilidad; el cuerpo se relaja y, en muchas ocasiones, incluso nos acabamos quedando dormidos. Es una forma de liberar ese cúmulo de emociones negativas que nos agobian en un momento determinado de la vida, nos ayuda a sentirnos bien después y se convierte en una enseñanza sobre cómo gestionar nuestras emociones. Una vez que nos hayamos calmado y hayamos recobrado las fuerzas, seguro que empezaremos a ver las cosas de otra forma; probablemente estemos empezando a sentirnos más seguros de abrir esas puertas que llenan de oscuridad nuestra existencia. Por eso, no debemos almacenar las lágrimas en pequeños lagos invisibles, estanques que acaban envenenándonos de tristeza negativa.
Basta con buscar un rincón en el que sumergirnos en nuestra intimidad y simplemente llorar...