Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 15 2021 noviembre
El lenguaje de la depresión tiene voz y nos condiciona. La angustia, la apatía y la desesperación impregnan las palabras que elegimos, alteran nuestro vocabulario, deforman nuestros modelos gramaticales e incluso la longitud de las oraciones que pronunciamos. Todo es más corto, más oscuro e impregnado de esa profunda amargura que confunde por completo nuestra realidad.
La depresión da muestras de su existencia y llega a la ventana de nuestra vida de formas muy diversas. Sin embargo, su principal y más feroz baza es deformarlo todo: nuestro comportamiento, nuestra motivación, nuestros hábitos de vida, nuestros pensamientos, nuestro lenguaje... Así, a veces, lejos de reaccionar, acabamos aceptando su lúgubre presencia, integrándola. como si fuera una parte más de nuestro ser.
“La depresión es una prisión en la que somos tanto el prisionero como el cruel carcelero”.
-Dorthy Rowe-
Algunas personas llegan a "Normalizar" estos estados de impotencia; hombres y mujeres que a duras penas cumplen con sus tareas y responsabilidades, sin que sus seres queridos se den cuenta de la presencia de esta sombra, de la importancia de la depresión.
En este sentido, se han desarrollado nuevas tecnologías a través de las cuales identificar, a través de la red, los modelos lingüísticos relacionados con esta enfermedad. Los resultados nos muestran una vez más la alta incidencia de este trastorno.
La Universidad de Texas en Austin, por ejemplo, realizó un estudio con el que ha detectó características depresivas en interacciones en redes sociales y plataformas en línea. Nuestros adolescentes, por ejemplo, suelen estar acostumbrados a utilizar estos medios como escenarios en los que desahogarse y comunicarse, y sorprende que a menudo haya signos claros de ciertos trastornos psicológicos, que no se tratan simplemente porque aún no han sido tratados. identificado.
Recordamos que la depresión deja huella, pistas y se manifiesta a través de nuestro estilo de comunicación.
El lenguaje de la depresión: ¿cómo reconocerlo?
El lenguaje de la depresión es parte de nuestra cultura.. Esta frase, que sin duda puede llamarnos la atención, se concreta de forma más que evidente. Algunas canciones son el reflejo emocional de un autor que atraviesa una etapa compleja y oscura de la vida. Sin embargo, los amamos, nos encantan: son las canciones y las historias tristes. Podríamos citar a Curt Cobain o Amy Winehouse como ejemplos.
Lo vemos también en el mundo de la actuación, en el de la literatura y la poesía. Sylvia Plath, reconocida poetisa, solía decir que “Morir es un arte, como todo lo demás. Lo hago de una manera excepcional". Virginia Woolf, por su parte, dejó signos más que evidentes ya veces crudos en la mayoría de sus libros, como Las olas o La señora Dalloway.
En algunos casos, como vemos, los trastornos mentales invocan este genio creador que surge casi como un rasgo demoníaco. Donde el éxito, el reconocimiento o el dominio creativo sirven para redimirse con la propia vida del autor. Tristes y desesperados epílogos que intuiste, que sentiste venir, porque el lenguaje de la depresión es amargo, tiene matices sorprendentes y es el espejo de esta mundo interior agitado.
Veamos cómo reconocerlo.
Contenido y estilo del lenguaje
A principios de este año, un estudio publicado en la revista Clinical Psychological Science reveló una forma de reconocer la depresión usando el lenguaje. Y no nos referimos sólo a la comunicación oral; como ya hemos dicho, disponemos de una serie de sistemas informáticos para detectar determinadas perturbaciones a través de las redes sociales y plataformas online.
Cuando se trata del lenguaje de la depresión, lo primero que llama la atención es el contenido. Abundan las emociones negativas, las ideas catastróficas, la desesperación y palabras como “soledad”, “tristeza”, miedo.
Por otro lado, expresiones absolutistas son comunes, como "no hay solución", "no tengo esperanza", "no hay mañana", "siempre estoy solo", "nadie me entiende".
Los expertos asocian estas expresiones con personas que tienen ideas suicidas.
El uso de pronombres
El lenguaje de la depresión suele hacer uso de un pronombre casi exclusivamente: "yo". El mundo, en la mente deprimida, se ha vuelto minúsculo, pequeño y opresivo. En este pequeño territorio de sufrimiento solo existe la persona, ese yo que no puede conectar con nadie, que es incapaz de ver las perspectivas de los demás, que no puede empatizar, relativizar, abrirse a otros mundos, vientos y más corrientes. .
El uso constante de estos tiempos en primera persona es un reflejo más de las emociones negativas que están boicoteando a sus protagonistas por completo.
El ciclo de la rumiación
El lenguaje es el reflejo de nuestro pensamiento y de nuestro estado de ánimo. Por eso, cuando la depresión ha conquistado todos los espacios mentales, es común que ocurra la rumiación, con su ciclo incontenible de pensamientos obsesivos. Este hábito persistente es como agua estancada. Nunca se renueva, es la misma corriente que se arremolina dentro de nosotros, moviendo las mismas bacterias y los mismos microorganismos para enfermarnos.
Y por lo tanto Es común que la persona deprimida tenga siempre las mismas conversaciones, las mismas ideas negativas, las mismas dudas y las mismas obsesiones. No tiene sentido pedirle que se contenga, que cambie de tema o que piense en otra cosa. No puede.
Ser capaces de saber si un familiar o amigo nuestro está deprimido desde las primeras señales enviadas a través del lenguaje de la depresión, podríamos promover una rápida intervención y recuperación. ES un factor de enorme importancia, sobre todo si nos fijamos en la población más joven: niños y adolescentes.
Hay quienes confunden ciertos comportamientos o estilos de comunicación con la crisis de la adolescencia. Sin embargo, estas dinámicas y expresiones no reflejan un tipo de personalidad: a menudo ponen de relieve un trastorno psicológico. Debemos aprender a reconocerlo para poder responder mejor. Para prevenir con mayor seguridad una enfermedad que tiene una incidencia cada vez mayor.