Gritar y pedir al interlocutor que no levante la voz es una contradicción. Los gritos atacan y perturban a quienes los reciben, pero al mismo tiempo restan fuerza y razón al discurso de quienes los utilizan.
Última actualización: 06 septiembre, 2022
Tienes todo el derecho de pedir a los demás que no levanten la voz.. La única condición es que tampoco grites, de lo contrario es una petición sin sentido. En realidad no es raro ver discusiones en las que los gritos se responden con gritos, en una escalada de tonos.
A todos les sucede, tarde o temprano, encontrarse frente a una persona irascible, incapaz de mantener el control. Es un gran reto, sobre todo cuando esta persona es nuestro jefe, colega o socio. La prueba consiste en no permitir que el otro nos haga perder los estribos, y no es nada fácil.
Esta es una situación difícil de controlar. Los gritos son ofensivos y nos molestan fácilmente.. Para pedirle al interlocutor que no grite, el secreto es aprender a reaccionar de la manera correcta. Si por el contrario formas parte de la categoría de los “screamers”, no tienes muchas armas para exigir un tono más tranquilo a los demás.
"Los hombres lloran por no escucharse unos a otros".
– Miguel de Unamuno –
Alzar la voz como forma de expresión
Gritar es útil solo para intimidar o expresar enojo. La ira es el principal impulsor de los gritos, que son, entre otras cosas, un medio de expresión que denota falta de control.
Son muchos los clichés o clichés que usamos para justificarnos cuando levantamos la voz. “Lloro porque no me escuchas”, decimos a veces. Existen muchas otras fórmulas estereotipadas que pretenden dar una explicación racional al irracional gesto de gritar.
Levantar la voz es solo un signo de inestabilidad emocional. Lloramos para mostrarnos más fuertes de lo que somos y para dominar la situación. A pesar de esto, solo demostramos que no tenemos suficiente control, ni siquiera sobre nosotros mismos.
¿Por qué lloramos?
Alzamos la voz cuando nos sentimos asustados o acorralados, entonces atacamos para defendernos. La amenaza puede ser real o imaginaria, muchas veces existe solo en nuestra inseguridad.
Cuando somos muy dependientes de la aprobación de los demás, o somos hipersensibles a las críticas, cualquier gesto podría interpretarse como una agresión latente a la que debemos responder.
Otra razón por la que lloramos es el hábito.. Quienes, por ejemplo, han sido educados para gritar, interiorizan esta forma de comunicación como normal. Cuando está molesto o frustrado, levanta la voz para expresar decepción o incomodidad.
Algunas personas muestran una tendencia a la agresión, ya sea por un temperamento mal dirigido o porque están pasando por situaciones que no son capaces de manejar. En estos casos, los gritos se convierten no sólo en un mecanismo de defensa habitual, sino que pronto se manifestarán como hostilidad y accesos de cólera.
Pide a los demás que no levanten la voz
Generalmente, si elevamos nuestro tono de voz, recibimos el mismo trato; en esto se revela claramente la inutilidad del gesto. Pero no sólo es inútil, daña severamente la comunicación y las relaciones. Pedirle al otro que no grite es un derecho que hay que ganar y defender. Para conseguirlo, debemos empezar por nosotros mismos.
En las relaciones de poder a menudo hay un modelo de comportamiento para el cual el "superior" aparentemente tiene derecho a gritar, que, por otra parte, falta en los que están sujetos a su dominio. Puede verse en la relación profesor-alumno, padre-hijo, jefe-empleado, o incluso en parejas basadas en patrones asimétricos de poder.
En estos contextos, en los que hay un poder vertical y fuerte, se suele generar la dinámica de “gritar y pedir que no se grite”. La madre que le grita a su hijo ve como una falta de respeto recibir el mismo modo de comunicación. Estamos convencidos de que hay una jerarquía que hay que respetar; cual es verdad, pero se pasa por alto la evidencia de que la autoridad surge de la coherencia y el ejemplo.
La madre, la maestra, la jefa, la pareja pueden ganarla alzando la voz. intimidar o inhibir, pero plantan la semilla de la falta de respeto. Quien dice una cosa y hace otra, quien pierde los estribos y nos pide que nos controlemos, no se gana nuestro respeto. Gritar no hace nada, y aunque levantar la voz es tentador, sigue siendo un error.