Los 4 diálogos internos a evitar

Los 4 diálogos internos a evitar

Los 4 diálogos internos a evitar

Última actualización: 07 de diciembre de 2016

Toda persona, en un momento determinado de su vida, atraviesa momentos dolorosos o situaciones inesperadas de carácter negativo que debe superar. Sin embargo, Experiencias de este tipo marcan a ciertas personas hasta el punto de desarrollar un diálogo interno negativo. Tal diálogo no es aconsejable, pero es aún más peligroso cuando corre el riesgo de permanecer y convertirse en un hábito.



Lo cierto es que nadie está exento de enfrentarse a un problema de difícil o imposible solución por su complejidad o por la ausencia de herramientas y recursos. En tales condiciones, si le damos tanta importancia al problema, es normal que aparezca la ansiedad, porque el reto se ha convertido en una amenaza.

“La historia no es más que un diálogo dramático entre el hombre y el universo”.

(María Zambrano)

En estos casos, es normal tener diálogos internos que refuercen las ideas negativas y nos devuelvan al episodio doloroso que no hemos podido superar. Lo peor es que, ante cada experiencia que nos recuerda el hecho doloroso, comenzamos a reaccionar de manera negativa porque lo consideramos potencialmente peligroso.

La ansiedad anticipatoria es el componente principal de estas dinámicas de pensamiento. A partir de este momento, el sujeto crea diálogos distorsionados que se repiten continuamente y que aumentan la angustia inicial, hasta volverla insoportable.

Un diálogo que conduce a estados de alteración

Cuando las personas padecen estos estados de angustia y ansiedad, tienden a desarrollar un tipo de diálogo interno catastrófico. Claramente, esta visión de la vida es producto de su estado emocional alterado y, por lo tanto, distorsionado. El peligro de esta situación radica en que, si no se corrige a tiempo, puede convertirse en un círculo vicioso que irá empeorando con el tiempo, dando lugar a ataques de pánico.



Los síntomas típicos de un ataque de pánico incluyen presión en el pecho, latidos cardíacos rápidos, mareos, sudoración en las manos y palpitaciones. En términos biológicos, esta es la reacción normal de un mamífero ante una amenaza. La persona en pánico considera una situación que se puede controlar como una situación amenazante. Sin que ella se dé cuenta, su diálogo interior refuerza sus ideas negativas. y catastrofistas; por eso pierde el control y entra en crisis.

Los ataques de pánico pueden escalar y convertirse en un problema grave. Sin embargo, si actuamos con prontitud ante los primeros síntomas, la crisis se frena permitiéndonos salir del círculo de pensamientos negativos. Esto es posible porque las crisis implican dinámicas mentales negativas aprendidas y, por tanto, admiten cambios si nos lo proponemos.

Clasificación de los diálogos internos para evitar

Los especialistas en psicología han clasificado cuatro diálogos internos como fuentes de angustia y ansiedad: estos son el catastrófico, el autocrítico, el victimista y el autoexigente.

  • Diálogo catastrófico: la ansiedad surge cuando imaginamos el escenario más trágico posible. Anticipamos los hechos (que en realidad nunca sucederán) y los magnificamos. Esto provoca una percepción errónea, que puede desencadenar un ataque de pánico. La frase típica de este diálogo interior es “una tragedia puede ocurrir cuando menos lo espero”.
  • Diálogo autocrítico: los rasgos que lo distinguen señalan un estado permanente de juicio y evaluación negativa de su propio comportamiento. En este caso, tendemos a enfatizar nuestras limitaciones y fallas haciendo nuestra vida ingobernable. Tendemos a depender de los demás y comenzamos a compararnos con ellos para sentirnos en desventaja. Envidiamos a quienes logran sus objetivos y nos convertimos en personas frustradas porque no logramos concretar nuestros proyectos. La frase favorita es "No puedo hacerlo, no puedo hacerlo, no lo merezco".
  • Diálogo victimista: en este caso nos sentimos impotentes y sin esperanza, afirmando que nuestra situación no tiene solución, que nunca experimentamos mejoras. Creemos que todo seguirá siendo siempre así y construimos obstáculos insuperables entre nosotros y nuestros deseos. Nos quejamos de cómo son las cosas, pero no hacemos nada para cambiarlas. En este diálogo interior frases como “nadie me entiende”, “nadie me estima”, “me siento mal y a nadie le importa”.
  • Diálogo autoexigente: para alcanzar la perfección, nos dejamos atrapar por el estrés y el agotamiento crónico. Somos intolerantes con los errores y tratamos de convencernos de que los vacíos en nuestra vida derivan de errores externos y no nuestros. Nos consumimos la mente pensando que no hemos logrado nuestros objetivos por falta de dinero, fama, etc. La persona autoexigente realiza un diálogo interior por medio de frases como “no es suficiente”, “esto no es perfecto”, “no lo hice como quería”.

recuperar el control

Adquirir conciencia de estos diálogos internos es un primer paso notable para recuperar el control y evitar una percepción negativa de nosotros mismos y de nuestro entorno, que no hace más que aumentar nuestro estado de ansiedad.



El verdadero cambio ocurre cuando comenzamos a identificar estos pensamientos negativos y los reemplazamos con afirmaciones positivas.. Es importante controlar nuestra respiración, relajarnos y afrontar las situaciones con calma. De lo contrario, las actitudes pesimistas y autodestructivas se repetirán en el tiempo.


No es fácil cambiar las reacciones de este tipo ante lo que consideramos amenazante; lo mismo sucede cuando intentamos cambiar un mal hábito, como fumar o el consumo excesivo de dulces. Está claro que cambiar un mal hábito requiere esfuerzo y determinación, pero recuerda que siempre puedes tener éxito si trabajas duro.

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