Última actualización: 09 septiembre, 2016
Los mejores momentos, aunque sean fugaces, nunca se olvidan. Hay amores cuyo recuerdo aún nos deleita, gracias a esos besos apasionados, esas caricias llenas de deseo y miradas elocuentes. Son recuerdos para usar en secreto y, aunque el amor fue efímero, si nos hizo felices, no debe considerarse un error.
Hay quien dice que a veces la memoria actúa como un cachorrito algo torpe. Le lanzamos una pelota y él trae todo lo que encuentra en el camino. El cerebro funciona mediante asociaciones, por lo que la caja de la memoria nunca es precisa y tiende a descartar muchos detalles para conservar la esencia.. Sin embargo, es bueno saber que la memoria ama los momentos felices.
Hay recuerdos que provocan suspiros, son poemas transcritos en miradas que ya se convirtieron en nostalgia, son amores fugaces, son como perfumes etéreos cuyo aroma aún se siente. Porque los mejores momentos nunca serán olvidados y ni siquiera serán considerados errores.
Es importante considerar un dato fundamental sobre los buenos recuerdos. Los bellos momentos vividos en una determinada etapa de la vida quedarán sustancialmente transcritos en nuestra memoria emocional sólo si interpretamos esta experiencia como trascendente y positiva.
Lo creas o no, no siempre es fácil, especialmente cuando se trata de relaciones afectivas. Lo que ha sido corto a veces trae consigo largos períodos de lágrimas. ¿Cómo conservar la parte positiva de estos momentos?
Los buenos momentos merecen ser apreciados
Sonja Lyubomirsky es una famosa psicóloga de la Universidad de California que se especializa en el estudio de la felicidad. A través de libros como "Los mitos de la felicidad", nos muestra una perspectiva diferente a la habitual en el campo de la psicología positiva.
Según el autor, para alcanzar el bienestar y nuestro máximo potencial personal, debemos dejar de lado el pasado ya que es irrelevante para el presente, para el aquí y ahora. Esta perspectiva es fácil de entender, pero es muy difícil de poner en práctica.
Las personas están hechas de recuerdos, del sabor del primer beso, del olor de los pasteles en casa de los abuelos, de las lágrimas derramadas a escondidas en cada decepción. Por ello, es mucho mejor intentar reinterpretar los malos recuerdos que buscar una píldora mágica con la que eliminarlos.
Los buenos momentos merecen ser apreciados, mientras que los malos deben ser vistos desde una perspectiva más conciliadora y armoniosa. Si un amor duró poco y te decepcionó, considera tus experiencias con esa persona. Si alguien te ha traicionado, habrás aprendido una lección. Si te equivocas, no te alimentes del fracaso. Respira hondo y haz de tus errores tus mejores enseñanzas.
La importancia de los recuerdos positivos
Hemos aprendido que la memoria es selectiva, que no es precisa y que le encanta interpretar las cosas a su manera. Como decíamos al principio del artículo, nuestro cerebro agradece las experiencias agradables y el esfuerzo por interpretar cada acontecimiento como positivo y enriquecedor.
Por ejemplo, es curioso que una misma experiencia sea profundamente diferente cuando se ve con dos miradas distintas. Imagínate yendo de vacaciones con tu pareja; Una vez que llega a su destino, el mal tiempo hace estragos en su lugar de vacaciones todos los días.
Después de un tiempo, te encuentras hablando de ello y tu pareja recuerda las vacaciones como un verdadero desastre, una verdadera pérdida de dinero. Tú, en cambio, lo ves diferente, lo has guardado en tu memoria como una experiencia muy significativa y especial. Porque, con la lluvia torrencial afuera, pasaste momentos muy íntimos en la habitación del hotel.
Como puedes deducir, sería maravilloso para tu bienestar tener una predisposición a ver las cosas con un par de "anteojos rosas". Gafas dotadas de diferentes lentes con las que retocar experiencias con un poco más de positividad y realce. Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, nos da un consejo muy útil al respecto.
En su libro "La construcción de la felicidad" explica que uno de los mejores ejercicios para fomentar recuerdos positivos es tratar de estar agradecido por cada día. Quizás te parezca ridículo o “demasiado espiritual”, en realidad es un ejercicio muy funcional.
Ser agradecido significa filtrar cada experiencia. Siempre queda algo; aunque sea pequeño, brilla como polvo de diamante. Ahí residen las verdaderas enseñanzas, ahí están los buenos momentos que merecen ser recordados.
Tal vez el cachorro a cargo de la memoria del que hablamos antes no sea tan torpe. Aunque no nos traiga la pelota que le lanzamos, es probable que nos traiga algo que queríamos recuperar: un recordatorio significativo de nuestra memoria que ahora consideramos positivo.
Porque quien es capaz de recordar el pasado sin dolor tiene la oportunidad de disfrutar el presente con pasión.