Última actualización: 11 de abril de 2020
Ser pareja es una relación en constante evolución. El hecho de que dos personas se amen no hace que su relación sea inmune a los altibajos de la vida, las dificultades y las peleas. Incluso entre parejas estables, por lo tanto, puede haber momentos de crisis.
Cada pareja es un caso en sí mismo, con sus fortalezas y debilidades, y obviamente sus conflictos internos. Sin embargo, algunos Los momentos de crisis son comunes a casi todas las parejas estables. Por lo general, estas crisis se desencadenan por situaciones muy específicas que de alguna manera trastornan la relación de pareja.
“Es más fácil ser amante que marido, por lo que es más difícil tener ánimo todos los días que decir cosas bonitas de vez en cuando.
-Honoré de Balzac-
Los momentos de crisis comunes a todas las parejas estables son 4: cuando termina el enamoramiento, cuando se toma la decisión de consolidar la relación a través del matrimonio o la convivencia, cuando nacen los hijos y cuando se van del hogar.
Analicemos cada uno de estos momentos en detalle.
Los momentos de crisis comunes a todas las parejas estables
1. Fin del enamoramiento
Este momento marca la primera crisis de las parejas estables. Por lo general, ocurre alrededor de un año después de que comienza la relación. Algunos estudios muestran que, en promedio, la fase real de enamoramiento dura alrededor de 3 meses. Sin embargo, sus efectos duran un poco más. Evidentemente hay que tener en cuenta que se trata de datos aproximados, basados en la experiencia media y no en casos concretos.
El final del enamoramiento presupone la pérdida de algunos ideales románticos. En otras palabras, dejas de ver a la pareja como un ser perfecto y extraordinario, de esta manera todos los defectos salen a la superficie. Esto conduce a una decepción (y en consecuencia a una modificación) de las propias expectativas y, por tanto, a una crisis. Muchas parejas que se veían perfectas terminan separándose después de un año o año y medio. La causa radica precisamente en este paso de lo ideal a lo real.
2. Consolidación
Normalmente a los dos o tres años se produce la segunda crisis de pareja estable. Esta crisis se da cuando la idea de “pasar al siguiente nivel” empieza a estar en el aire, ahí es cuando llega el momento de decidir si ir a vivir juntos o no. Nuevamente, se requiere un ajuste y esto produce un momento de inestabilidad.
En este punto, la relación puede tomar varios giros. En el mejor de los casos, ambos acuerdan ir a vivir juntos (o no) y así llevar su relación al siguiente nivel: el de pareja madura en la que hay una aceptación real del otro. Otros, en cambio, no se ponen de acuerdo sobre qué hacer. No es difícil, por tanto, que en momentos como este haya rencillas o distancias que en ocasiones lleven a la cancelación de la boda o a posteriores separaciones.
3. La llegada de los niños, un momento desestabilizador
La llegada de los hijos es otro factor que presupone un cambio en la pareja. Este es un momento en que todas las debilidades de la relación tienden a emerger. También es probable que los conflictos del pasado (incluso de la infancia) que nunca se han resuelto vuelvan a la superficie. Lo que parece ser estable puede comenzar a fallar.
En esta fase, la relación de pareja pasa a un segundo plano, porque sois ante todo padres. Los niños se convierten en la prioridad ya veces se crean diferencias en los métodos educativos. En otros casos sucede que uno de los dos padres se siente abrumado por demasiadas responsabilidades. Muchas veces la incapacidad para resolver estos pequeños conflictos lleva a una ruptura definitiva de la relación. Si la pareja consigue superar estos momentos de crisis, estarán más unidos que nunca.
4. El nido vacío y los nuevos retos a afrontar
Aunque la pareja ya ha tenido que afrontar todas las etapas anteriores, todavía queda un obstáculo por superar: el momento en que los hijos abandonan el nido. Para la pareja es como reencontrarse después de tantos años, pero ambos han cambiado radicalmente. por lo tanto, deben aprender a conocerse de nuevo.
Anteriormente, las parejas solían casarse muy jóvenes y, por lo tanto, se enfrentaban al síndrome del nido vacío antes de los 50 años. Así que tenían a la juventud de su lado y se sentían listos para tomar de nuevo las riendas de sus vidas. Hoy en día las parejas se enfrentan a esta situación cuando ya tienen una edad avanzada. Por eso ahora es raro ver parejas que se separan en esta etapa, que sin embargo, puede caracterizarse por fuertes conflictos. Superando estas dificultades, la pareja redescubre nuevos aspectos de la relación nunca antes considerados.
El hecho de que dos personas se amen profundamente no las hace inmunes a los momentos de dificultad. En las parejas estables, las crisis también representan una oportunidad para fortalecer el vínculo y hacerlo más profundo y significativo.