Última actualización: 18 septiembre, 2016
Nadie vale más que tú. Seas como seas, no dejes que nadie te haga cuestionar tus habilidades. Ni el color de tu piel, ni tu género, ni tu saldo bancario definen tu potencial o capacidad de lucha en un mundo donde la discriminación se ha convertido en un hábito.
Un mundo en el que los que se consideran "diferentes" tienen que luchar mucho más para conseguir las mismas cosas que los que se consideran "normales". No debemos olvidar que que la normalidad la establece siempre la cultura en la que estamos inmersos, partiendo de lo más común; pero que una característica sea más común no implica necesariamente que sea la correcta o la mejor.
“Nadie es igual a otro. Nadie es mejor o peor. Ellos son diferentes. Y si dos se llevan bien, fue un malentendido".
-Jean Paul Sartre-
Soy una persona, no una etiqueta.
Muy a menudo dejamos de ser Anna, Matteo, Maria o Antonio para convertirnos en el loco, el africano, la pobrecita o el transexual. Dejamos de ser personas y nos convertimos en etiquetas, como si lo que somos pudiera definirse con una sola palabra. Como si lo que somos fuera tan extraño o especial que borra todo lo demás.
no seas del mismo etnia no significa ser inferior, solo que la piel tiene un color diferente. No ser del mismo sexo o no caer en las categorías clásicas de "hombre" o "mujer" no implica ser un depravado o un pervertido sexual, solo que la identidad de género es diferente a la que, estadísticamente, suele corresponder a los genitales. del propio cuerpo. No tener grandes medios económicos a tu disposición no hace a una persona perezosa o ignorante, solo indica que su vida es más complicada que la de los demás.
En primer lugar, sin embargo, independientemente de quiénes seamos o cómo seamos, nadie tiene derecho a decirnos que no podemos hacer algo o que no valemos lo suficiente por el simple hecho de ser diferentes, de no ser como él/ella. Nuestras habilidades no están dictadas por nuestro sexo, nuestra etnia o nuestra riqueza.
Ser mujer no te impide convertirte en científica o recibir el mismo salario que un hombre. Ser transexual, bisexual, gay o lesbiana no te impide trabajar con niños, no es una enfermedad, es una opción sexual y no es “contagioso”. Estar desempleado no significa que no seas bueno en el trabajo, quizás simplemente se deba a que no te han dado la oportunidad de demostrar tu talento.
“La falsa imaginación os enseña que cosas como la luz y la sombra, lo bajo y lo alto, el blanco y el negro son diferentes y hay que discriminarlas; pero en realidad no son independientes entre sí; son solo diferentes aspectos de la misma cosa, son conceptos de una relación, no realidad".
– Buda –
Educar para la diversidad
Si queremos que nadie se siga sintiendo marginado y tenga que luchar más que otros porque no son mayoría, debemos educar a los niños en la diversidad. Demuéstrales que la variedad es un valor y da color al mundo.
Solo así crecerán conscientes de tener siempre las mismas oportunidades que los demás en la vida, independientemente de su sexo, etnia o situación económica. Asi que, nadie podrá decirles quién vale más, porque sabrán que todos valen lo mismo en la sociedad.
Todo esto es muy agradable de leer, pero difícil de poner en práctica. Sin embargo, los pequeños gestos son suficientes para comenzar a cambiar el mundo, especialmente si están dirigidos a las generaciones futuras. Desde el juego hasta la lectura, cada actividad puede enseñar a los niños diferentes valores que les ayuden a aceptar la diversidad.
Los adultos somos los que sexualizamos los colores o las muñecas. Para un niño, el rosa es solo un color, ser un color de niño es algo que le enseñamos. Para un niño, un coche de juguete es sólo eso, un juguete, y que sea un juguete de “niño” es un significado que le atribuimos.
Para un niño, los trucos son simples colores para untar en su cara y dejar volar su imaginación. La sexualización de esos trucos pertenece sólo al mundo adulto. Para un niño, luchar por convertirse en futbolista no lo convierte en un marimacho, solo significa que le gusta correr detrás de una pelota.
Educar respetando la libertad de elección de los niños, dejándolos divertirse, no les perjudica. Al contrario, es beneficioso para todos. Y sobre todo nos enseña, y también les enseña, que nadie vale más que ellos, porque nadie vale más que otro, simplemente somos personas diferentes.