Última actualización: 18 de febrero de 2022
Ningún abrazo es pequeño si se da desde el corazón y si podemos sentirlo como una verdadera muestra de cariño, interés y amor. Lo bueno es que hay tantos abrazos como personas y circunstancias, lo que permite que nuestro mundo emocional se llene de matices de mil colores.
Hay abrazos que nos protegen, que nos recomponen, que nos dicen que "todo estará bien" y que nos recuerdan que debemos ser pacientes y tomarnos unos momentos para sentir el cariño de quienes nos rodean.
También hay personas que se especializan en dar abrazos que recomponen las almas rotas e iluminan el corazón. En definitiva, como todo lo que percibimos, la sensación que transmite un abrazo también tiene su reflejo en nuestra biología e implica cambios en nuestro cuerpo. Veamos más al respecto...
Oxitocina: la hormona de los abrazos y el cariño
Primero, necesitamos saber que los llamados Corpúsculos de Meissner y Pacini son los responsables de la recepción por parte de nuestro cerebro de las sensaciones (estrechez, calidez, suavidad) que produce un abrazo, que se envían a la corteza cerebral.
Estos receptores sensoriales, llamados mecanorreceptores, tienen funciones específicas, nos ayudan a sentir caricias, abrazos, cosquillas. Aunque se encuentran por todo el cuerpo, están presentes principalmente en las manos y los labios que, por tanto, son las zonas que ofrecen mayor precisión en la información enviada al cerebro.
Nuestro cerebro segrega oxitocina, la hormona encargada de vincularnos afectuosamente con otras personas. Dicho de otro modo, se trata de ser consciente de un sentimiento y traducir el abrazo en cariño.
A medida que liberamos oxitocina, reducimos la secreción de cortisol (la hormona responsable del estrés) y adrenalina (la hormona responsable de la ansiedad). A grandes rasgos, podemos decir que este es el proceso que nos ayuda a sentirnos mejor y relajarnos a través de los abrazos.
En este sentido podría decirse que cuanto más duradero y profundo es el abrazo, más "dependientes" emocionalmente somos de la persona, más queremos verla y estar cerca de ella; nuestras hormonas nos dicen que el bienestar viene de la mano de alguien que nos ama.
El abrazo es tan adictivo como una droga.
Numerosos descubrimientos sobre la realidad psicofisiológica del abrazo nos ayudan a afirmar que los abrazos y las muestras de afecto son adictivos como una droga. Repasemos algunas curiosidades a seguir:
- Reducir el miedo a la muerte: hay estudios que afirman que los abrazos ayudan a reducir el miedo a la muerte y otras cuestiones existenciales.
- Como hemos dicho, al promover la secreción de oxitocina, alimentan sentimientos de confianza, unión y devoción, que nos ayuda a vincularnos y relajarnos.
- Estimulan la secreción de dopamina y, por tanto, activar nuestro centro de placer cerebral (incluido el núcleo accumbens). Por ello, se fortalece la conexión entre el brazo y la persona. Drogas como la cocaína actúan sobre el cerebro de la misma manera.
- Un abrazo favorece la presencia de serotonina, sustancia que facilita el bienestar y la eutimia (el equilibrio de nuestro estado de ánimo). Por eso, como se ha comentado en otras ocasiones, un par de ojos tristes necesita hacer menos preguntas y dar más abrazos.
- Dado que promover la relajación, nos ayudan a fortalecer el sistema inmunológico y ser más fuertes para protegernos de posibles enfermedades.
Lo cierto es que la lista de beneficios y efectos saludables de un abrazo es interminable. Sabiendo esto, entonces, lo primero que tenemos claro es que cualquier abrazo es valiente y potencialmente significativo. Porque no hay abrazo pequeño si se da con el corazón.