Última actualización: 20 octubre, 2016
No me malinterpreten: estoy solo, pero no siento el vacío de la soledad. No se sientan obligados a compadecerme, no me pongan etiquetas y no empiecen a buscarme una pareja. Estoy donde quiero estar. Porque estar solo es mucho más inteligente que compartir la vida con la persona equivocada.
Como vemos, la soledad buscada o necesaria en determinados momentos es un aspecto muy poco comprendido por la sociedad. Incluso Aristóteles dijo que solo los dioses y las bestias están bien solos. Sin embargo, algunos moralistas franceses del siglo XVIII, como el marqués de Vauvenargues, explicaron que la soledad es al alma lo que la dieta es al cuerpo: algo que se debe practicar de vez en cuando.
“Te escribo para decirte que te libero de mí, que te amputo de mí; sé feliz y nunca más me busques. Ya no quiero saber nada de ti y no quiero que sepas nada de mí”.
(Carta de Frida Khalo a Diego Rivera)
Aprender a estar solo ya disfrutar de la soledad de vez en cuando es algo que, de hecho, todos deberíamos poder hacer. De hecho, quien fracasa, muchas veces tiene que enfrentarse a la pesada tarea de llenar espacios, sanar miedos y aliviar inseguridades de la peor manera posible: ocupando la vida de los demás o aferrándose al primero que pasa.
Estamos dispuestos a todo para defendernos del demonio de la soledad y la incapacidad de estar con nosotros mismos, pero no es el comportamiento correcto a asumir. Te invitamos a reflexionar sobre ello.
Estoy solo, pero estoy bien.
“Ahora estoy solo, pero estoy muy bien”. Esta frase, aunque cada vez es más común, suele ir acompañada de la necesidad de justificarnos, de hacer saber a la gente que, aunque nos mostremos solos, sin pareja o sin alguien más cercano, es una soledad agradable. Una experiencia que nos agrada, aunque los demás no la entiendan.
Los tiempos cambian, de eso no hay duda. Sin embargo, la imagen de la mujer soltera no se ve de la misma manera que la de un hombre soltero. Es como si el tiempo pasara más rápido para las mujeres, como si tuvieran que hacer todo lo antes posible para seguir su reloj biológico impuesto socialmente: necesitas tener un buen trabajo, encontrar un buen chico y, después de un tiempo, volverte súper mamás
Como decíamos, los tiempos cambian y las mujeres ya no están obsesionadas con esta investigación; muchos prefieren ser encontrados, otros hacen a un lado los relojes biológicos para seguir sus brújulas mentales y emocionales personales. Seguramente pueden sentirse completos con una pareja, pero si la relación termina, saben avanzar de acuerdo a su rumbo personal, porque son responsables de sí mismos, porque no le temen a la soledad. Se encuentran consigo mismos, y esto es siempre un acto que sana y reconforta.
No estás solo: la vida te rodea
Cuando tengas un solo amigo, siempre busca la oportunidad de presentárselo a alguien. Le dices que estar solo no es bueno, que siempre vale la pena enamorarse y que la vida es mucho más bonita si caminas de la mano de alguien.
“La soledad es a menudo adictiva. Cuando te das cuenta de cuánta paz hay en ello, dejas de querer tratar con la gente”.
(Carl Gustav Jung)
Es probable que tu amigo diga "estoy solo y estoy bien" o "ahora no es el momento adecuado". Algunos de ustedes entenderán esto, pero la mayoría lo mirará con asombro, porque, en general, la soledad no es vista como una posibilidad válida, sino como un error temporal.
Si lo piensas un momento, te darás cuenta de una cosa: en realidad, nunca estás solo, la vida te rodea. Muchos de nosotros también tenemos un grupo al que pertenecemos: una familia, amigos, compañeros, etc. Un compañero no siempre salva de la soledad y no está para eso. De hecho, a veces te acerca por primera vez al oscuro abismo de la soledad emocional.
Nadie está solo si aprende a amarse a sí mismo. Todos vivimos en nuestra mente, porque pensar, soñar, proyectar y sentir son todo menos actos solitarios.. Somos bailarines en nuestro mundo interior. Somos sanadores de heridas, autores de perdón y artífices de nuestro destino.
No malinterpretéis: estando solo no siento la vida encadenada, mis esperanzas no se destruyen. He dejado de temer al miedo, soy un inquilino satisfecho de mis espacios interiores y espero el futuro sin ansiedad, con la capacidad de disfrutar el presente.
Todos deben gozar de los momentos de soledad elegida, cuando el silencio y la paz interior maduran los frutos del alma.