Última actualización: 04 de enero de 2016
Un corazón no escuchado es un corazón rebosante de angustia, un corazón imposible de amordazar y silenciar. Cuanto más trates de reprimirlo, más fuerza adquirirá para hacerse sentir. Esto es amor, una fuerza incesante que no puede pasar desapercibida. Se apodera de nosotros y socava gravemente nuestra razón.
El diálogo interior se convierte en una constante, se establece una sucesión de sensaciones, altibajos, contradicciones que somos incapaces de controlar, ni por supuesto de comprender… ¿Alguna vez has tratado de ir en contra de lo que sentías para seguir la razón? Si es así, sabrá que no es nada fácil. Presupone una lucha en la que no hay vencedor, pero de la que no se puede salir ileso.
Gran parte de mí se quedó contigo
A medida que pasan los días y nos damos cuenta de que nos falta algo, empezamos a experimentar esa sensación de vacío interior que es independiente de todas las personas que nos rodean o que nos apoyan. Así se presenta la soledad. Porque estar solo significa sobre todo no poder estar con la persona que amas., aquel con quien nos gustaría compartir todo lo que forma parte de nuestra vida.
El tiempo pasa, pero nada parece capaz de llenar ese vacío; nos damos cuenta de que una parte de nosotros se ha alejado, dejando una herida en el alma libre para colarse en los sentimientos. La vida no brilla de la misma manera, las motivaciones pierden intensidad, nada tiene sentido; la esperanza comienza a pudrirse.
Nos damos cuenta de que nos quedamos solos con nuestros sentimientos, abandonados, heridos; con sueños incompletos. El desánimo nos atormenta y nos palpita en el pecho.
Desconectar no es la solución
En una situación trágica donde reina el desamor, el abandono o una pérdida importante, tiendes a protegerte no metiéndose en el problema. Desconectamos para no sufrir, nos distanciamos emocionalmente tanto de nosotros mismos como de las personas que nos rodean.
Una desconexión de este tipo puede ser necesaria en determinados momentos, cuando te enfrentas a una situación difícil de afrontar solo. Si sentimos que no estamos preparados para afrontarlo y no creemos tener los recursos suficientes para hacerlo, la mejor solución momentánea es el desapego emocional. De esta forma, se evitará cualquier forma de sufrimiento o falta de sentido común.
Vivir así tiene consecuencias, está prohibido permanecer en este estado por mucho tiempo: no se puede correr el riesgo de perderse uno mismo y la propia identidad; la vida se convertiría en una rutina, algo automático, carente de intensidad; no nos permitiríamos experimentar la pasión y la alegría de vivir.
Perdernos no es la solución: más bien debemos encontrarnos con nosotros mismos, con nuestros miedos y con toda la tristeza que nos acosa y que no tenemos el coraje de afrontar. Las heridas permanecen allí aunque no te importen. Decidir enfrentar el dolor, escucharlo y manejarlo requiere mucho coraje, pero es la única manera de recuperar nuestros fluidos y nuestra energía vital.
Los gritos de la nostalgia
El hombre tiene una fuerte necesidad de fundirse con otros seres humanos y de recibir afecto, lo que lo vuelve extremadamente frágil. Sentimos la debilidad en el alma y una sensación de ahogo que nos acompaña todos los días, dejándonos sin aliento y con la cabeza gacha ante cualquier circunstancia.
El que sufre porque su amor no es correspondido llega a sentir una nostalgia que se transmite fácilmente a través del lenguaje de los ojos, la voz o la postura de su cuerpo.
Hacer cualquier cosa requiere mucho esfuerzo. El pensamiento y la imaginación del ser amado nos persiguen a cada paso, acompañándonos en nuestra desolación. No queda nada más que hacer que liberar esa desesperación., da luz verde a la tristeza, abandona toda forma de esperanza para volver a la dura realidad. Con el paso del tiempo, el grado de aceptación será cada vez mayor.
Los gritos que una vez nos ensordecieron comenzarán a perder su poder. Escuchándolos, prestándoles atención, dejándolos libres para que se manifiesten, callarán y nos encontraremos en paz con ese sentimiento de amor que ha dejado una huella permanente en nosotros. Iremos en la misma dirección que el corazón, y no en su contra.
Imágenes cortesía de Benjamin Lacombe