Última actualización: 18 de diciembre de 2015
Todos tenemos secretos. A veces ocultamos características de nuestra personalidad de las que nos avergonzamos o consideramos defectos, convenciéndonos de que los demás nos rechazarían. En otros casos, es un trauma del pasado, algo que hemos hecho o sufrido que creemos que podría hacer que la gente se aleje. Todo esto constituye "nuestros demonios".
Escondemos estos supuestos demonios de los demás porque somos los primeros en no querer verlos, en negarnos a vivir con ellos.. Es normal. Los demonios, los traumas, los remordimientos, los complejos, las vergüenzas… Todos son parte de los aspectos negativos de la vida que nos duele ver, que nos hacen sufrir.
Es innegable que vivir con los propios demonios es completamente normal.. Absolutamente nadie, ni siquiera las personas más puras que puedas conocer, está libre de lucha interior. El ser humano se construye sobre sus conflictos y contradicciones. El problema no está en tener demonios, sino en ignorarlos eternamente, en no saber aceptarlos.
"La curiosa paradoja es que cuando me acepto por lo que soy, entonces puedo cambiar"
-Carl Rogers-
Si no eres fiel a ti mismo, cuando nos ocultamos o evitamos pensar en lo que nos hace sentir mal, nos alejaremos de nosotros solo perpetuaremos nuestros problemas, aunque en el momento presente uno tiene la impresión de sentir alivio. Porque nada desaparece por sí mismo y es necesario aceptar la realidad para superarla.
No enfrentarte a tus propios demonios los hace más fuertes
Si temes a tus reacciones, a tus angustias, a tu ira, a tu depresión, a tu rechazo, pero nunca te detienes en ellas, es probable que poco a poco se agranden, incluso eclipsando áreas de tu vida donde antes reinaba la serenidad.
Un ejemplo de esto son las personas que tienen miedo al rechazo porque fueron víctimas de bullying cuando eran jóvenes. Si bien el miedo nunca desaparecerá por completo, se puede entrenar para que sea manipulable, hasta aprender a gestionar la ansiedad, trabajar la autoestima, etc.
Pero si dejamos que el miedo se apodere de nosotros, que el monstruo nos domine sin intentar nunca enfrentarnos a las situaciones que nos aterrorizan, ese miedo no hará más que crecer aumentando nuestra inseguridad.
Y así es en todos los aspectos. Si no aceptas el hecho de que hay un problema de comunicación en tu matrimonio, nunca encontrarás la manera de resolverlo. Si no aceptas que tienes un problema de alimentación, nunca empezarás el tratamiento. Desafortunadamente, los problemas no desaparecen por ignorarlos, sino que crecerán hasta convertirse en avalanchas de nieve que arrasarán con todo.
Los demonios no desaparecen, pero pueden ser domesticados
Sería bonito pensar que basta con aceptar y enfrentarse a los propios demonios, sean de la naturaleza que sean, para hacerlos desaparecer. Pero cuando nos damos cuenta de que no es así como funciona, a veces llegamos al punto de querer tirar la toalla. ¡Y esto es un grave error!
La verdad es que hay aspectos de la vida que nos duelen y con los que tendremos que convivir para siempre. Lo importante es saber que, si decidimos afrontarlos, aprenderemos métodos para hacerlos, al menos, más fáciles de gestionar.
Las personas ansiosas, por ejemplo, siempre estarán más agitadas que aquellas que nunca han experimentado este estado de ánimo. Estarán más nerviosos, tendrán miedo de no poder hacer todo a tiempo, se preocuparán más por los problemas.
Pero es mirando el problema de frente que encontraremos la fuerza para vivir con él.. Encuentras ayuda psicológica, aprendes técnicas de relajación, adquieres el control de la situación... Aprendes a vivir con tu monstruo y a domesticarlo.
Terapia de aceptación y compromiso.
Según una corriente existente en la psicología denominada "terapia de aceptación y compromiso", cuando estamos invadidos por sentimientos negativos, en lugar de intentar combatirlos uno a uno -técnica ciertamente extenuante- debemos intentar aceptarlos. Se trata por tanto de comprometerse a hacer lo que cree que es correcto y lo que quiere hacer, sin pensamientos negativos que nos lo impidan.
Si, por ejemplo, tendemos a evitar cualquier contacto con la sociedad porque nos genera ansiedad, tendremos que comprometernos a afrontar estas situaciones aprendiendo a aceptar la idea de ser invadidos por la agitación; por lo tanto, el punto no es eliminar el problema, sino vivir cada experiencia exactamente como viene.
Lo más importante, según esta teoría, es la comprometerse a actuar haciendo lo que se considere correcto, aceptando la posibilidad de sentirse ansioso, triste, enojado, pero sin actuar por impulso, sino comportándose de acuerdo al compromiso adquirido.
Así es como sus demonios son entrenados. Los miramos, los conocemos y les decimos: “Aunque estés tú, voy a vivir mi vida como quiero”. El efecto que esta actitud tiene sobre ellos al final es sorprendente. Terminan convirtiéndose en aspectos secundarios de la vida que ya no dan miedo, con los que puedes vivir fácilmente.