Última actualización: 12 de mayo de 2016
Lápices de colores, tarta de chocolate, hierba recién cortada en verano, el cuarto de los abuelos donde no se podía entrar, el olor de nuestra madre cuando nos abrazaba... Los olores de la infancia viven en nuestra mente tomando la apariencia de una puerta entreabierta, el poderoso vínculo con un pasado emocional que usamos para traer de vuelta esos momentos felices.
Los psicólogos lo definen “Fragrant Flashbacks”, término con el que intentan demostrar la íntima relación entre la memoria, el olfato y nuestra infancia. Hasta los cinco años, los niños integran sus recuerdos a través del sentido del olfato; sin embargo, a medida que crecen, la vista y el oído se vuelven cada vez más importantes.
La infancia tiene su propia forma de sentir y entender el mundo. No podemos sustituirlo por el de los adultos: los niños tienen que llenar su “bagaje de experiencias” con estímulos positivos, cariño y descubrimientos maravillosos.
El tema de los olores y su relación con la memoria infantil es un área apasionante que aún no ha sido estudiada en profundidad. Sin embargo, académicos como la Dra. Maria Larsson revelan cómo en realidad la nariz es un verdadero "acceso físico" a nuestro mundo emocional. En ella se esconden procesos maravillosos y desconocidos de los que nos gustaría hablaros hoy.
Olores de infancia: un vínculo directo con nuestras emociones
Helen Fields, escritora médica del Instituto de Investigación Smithsonian, explica en su libro Fragrant Flashbacks que durante la primera infancia, el olfato y el gusto son los "canales químicos" más importantes para nuestra comprensión del mundo. Después de 5 años, ya no sentimos la necesidad de llevarnos objetos a la boca, y la propia nariz deja de ser tan receptiva.
El sentido del olfato, ese sentido que hasta hace poco se refería casi exclusivamente a los sumilleres y perfumistas, es en realidad el vínculo más significativo con nuestro cerebro, y es a su vez capaz de activar emociones y recuerdos muy concretos. Exploremos este concepto juntos.
“Solo hay un olor que puede competir con la fragancia de la tormenta: el olor a madera de los lápices”.
– Ramón Gómez de la Serna –
Pero aquí hay un hallazgo aún más sorprendente: según un estudio realizado en la década de 90 en el Centro de Ciencias Químicas Monell en Filadelfia, los recién nacidos reaccionan a los olores cuando aún están en el útero. A través de una amniocentesis, se descubrió que a través del líquido amniótico la dieta materna también es perceptible en términos de olores y que, por lo tanto, el feto comienza a almacenar y aprender información en una etapa muy temprana. Sin duda un dato fascinante.
Tal como hemos visto, existen razones concretas para creer que el sentido del olfato va de la mano de las emociones.. Un olor agradable no solo genera sensación de bienestar o evoca recuerdos positivos, también puede empujarnos a “consumir más”. Por ello, muchas empresas han comenzado a utilizar la técnica del neuromarketing para aprovechar el poder del olfato sobre nuestras emociones.
La memoria olfativa como terapia
Todos hemos sido atrapados al menos una vez por esos olores de la infancia que llegan de repente, cuando menos lo esperamos: abrimos un viejo libro probando un extraño déjà vu o asociamos el olor a canela con ese pastel que siempre nos hacía nuestra abuela.
Deberíamos preocuparnos por el día en que podamos perder ese "camino mágico" que conecta los olores con nuestras emociones. Un dato curioso es que uno de los primeros síntomas del Alzheimer o Parkinson es la pérdida del olfato.
- Existen terapias especialmente interesantes dirigidas a frenar la pérdida de la memoria olfativa mediante la administración de estímulos. Dichos mecanismos también pretenden detener, en la medida de lo posible, la propia pérdida de memoria.
- Es bien sabido que en los casos de Alzheimer el elemento emocional sigue persistiendo vivo y activo; Debido a esto, utilizar el sentido del olfato para reactivar la memoria a través de las emociones, es un aspecto interesante que sin duda hay que tener en cuenta.
Los ejercicios que implican que los pacientes salgan a caminar cuando acaba de llover, huelan las fragancias en la cocina o el aroma de la ropa recién lavada son aflojamiento diario con el que tratamos de frenar al máximo la progresión de la enfermedad; su objetivo principal, sin embargo, es proporcionar al paciente momentos de bienestar en los que evocar momentos significativos de su pasado.
Los olores de su infancia, por ejemplo.