El lenguaje está en la raíz del pensamiento. Así es como las palabras usadas todos los días afectan nuestra vida.
Última actualización: 10 de junio de 2022
La programación neurolingüística nos ayuda a comprender la influencia del lenguaje en el pensamiento. La elección de las palabras que usamos, de hecho, nos predispone a experimentar la realidad de cierta manera. Por lo tanto, es importante evitar las palabras peligrosas que nos limitan sin que nos demos cuenta.
Algunas expresiones de uso común tienen un valor conceptual fuerte y no muy positivo. Sin embargo, como no somos conscientes de ello, seguimos usándolo. Veamos qué son y cómo actúan sobre nuestra psique.
6 palabras peligrosas que nos limitan
No
Es una palabra que, paradójicamente, tiende a acercarnos al resultado que queremos evitar. Es una palabra ambigua que la mente no registra. Por ejemplo, si le decimos a alguien, “no pienses en un elefante amarillo”, estamos fomentando esa imagen en su mente.
Cuando usamos expresiones de este tipo, inconscientemente tendemos a eliminar el "no" y concentrarnos en la oración que sigue. Por eso, si decimos "no te pongas nervioso" o "no quiero enfermarme" en realidad estamos planeando nerviosismo y enfermedad.
Es mejor transformar estas afirmaciones con un lenguaje positivo como: "Mantén la calma" o "Quiero mantenerme cuerdo".
Tengo que
Cuando usamos la expresión "debo", estamos anticipando una acción impuesta y desagradable. o que implique esfuerzo. "Tengo que ir a trabajar", "Tengo que ser más sociable", "Tengo que perder peso": inmediatamente hacemos que estas acciones sean negativas y agotadoras.
Es mejor usar la fórmula "quiero" o "sí quiero".“:“Quiero ser más sociable o quiero adelgazar”. La expresión "quiero ir a trabajar" sería un poco falsa o forzada y, entonces, diremos "voy a trabajar". Con estas palabras nos planteamos realizar una acción más ligera o más fácil de realizar.
Pero: una de las palabras peligrosas y limitantes
Cuando usamos la palabra "pero" para combinar dos conceptos, cancelamos el valor de la primera oración. De esta forma, a quienes nos escuchen se les transmitirá la idea negativa que colocamos al final del discurso. “Te amo, pero peleamos demasiado”, “Saqué una buena nota, pero podría haberlo hecho mejor”.
Para evitar este efecto, podemos intentar sustituir el "pero" por "aunque": el mensaje permanece intacto y agregamos otra información. También podemos invertir el orden de las frases: "nos peleamos mucho, pero te quiero". Al hacerlo, el mensaje será ciertamente más positivo.
Pobre cosa
Es una palabra que usamos a menudo para expresar comprensión o solidaridad con los demás o con nosotros mismos. “Pobrecita, te despidieron” o “¡Te dejó tu novia, pobrecita!”.
Aunque lo hagamos con la mejor de las intenciones, con esta palabra no es la más adecuada. Programamos a nuestro interlocutor para que se sienta víctima impotente de las circunstancias. Mejor sustituir este término por otras expresiones que le den más poder a la persona que escucha y le recuerden su capacidad para seguir adelante.
Nunca, siempre, nadie, todos
Estas son palabras peligrosas porque expresan una oración, un pensamiento rígido y dicotómico. “Siempre te equivocas”, “nadie me quiere”, “nunca seré feliz”. Estas declaraciones son dañinas porque nos llevan a seguir así, sin salida.
Más bien, intentemos usar palabras más cercanas a la realidad y, sobre todo, que dejen margen para la mejora o el cambio. “Te equivocaste”, “esa persona no me quiere”, “hoy no me siento feliz”: son afirmaciones que se refieren a hechos aislados y no genéricos que nos permiten intervenir para modificarlos.
Entonces, entonces, un día: otras palabras peligrosas
Estas expresiones se refieren al tiempo de forma ambigua y nos impiden definir nuestros proyectos. Nos invitan a posponer las acciones a un momento indefinido. “Alguna vez vuelvo a estudiar”: ¿una vez cuándo?. “Un día de estos empiezo a comer sano”: ¿qué día?
Si realmente queremos lograr una meta, evitemos hablar en estos términos. Fijamos una fecha, una hora exacta para partir.
En conclusión, recuerda que el lenguaje es la base del pensamiento y la comunicación con los demás y con nosotros mismos. Cuando razonamos, lo hacemos a partir de oraciones o enunciados precisos. A la luz de esta, la elección de una palabra sobre otra condiciona nuestra percepción del mundo.