Última actualización: 22 de enero de 2017
A veces rendirse no es de cobardes, sino de valientes. La rendición no siempre significa falta de valor o coraje, todo lo contrario: coraje, prudencia, inteligencia emocional.. Hay más. En algunas circunstancias de la vida el coraje necesario para poner fin a algo es mayor que el necesario para continuar la historia.
Detener la resistencia puede ser una buena solución y, en ocasiones, la única salida que tenemos. Y no, no significa someterse a algo oa alguien o quedarse sin fuerzas como dice el diccionario. Sin embargo, ceder ante la adversidad es considerado una acción negativa a los ojos de los demás., que nos retrata como seres débiles si no cobardes.
La cobardía y la prudencia son dos actitudes diferentes
Casi por inercia tendemos a calificar, etiquetar y confundir actitudes que podrían explicar un mismo comportamiento. Este es el caso de la cobardía y la prudencia.
Ambos podrían explicar por qué una persona abandona un proyecto. Sin embargo, si somos parte de ese proyecto, será más fácil explicar que alguien se ha ido por cobarde para evitar una disonancia cognitiva, una falta de sincronía entre lo que hacemos y lo que pensamos, que nos molesta.
Prácticamente cualquier situación nueva, cualquier responsabilidad o cambio viene con miedo, en mayor o menor medida, y todos somos conscientes de ello. Sin embargo, hay personas que, más allá del miedo, piensan que seguir adelante es una mala idea y no por ello se les debe considerar cobardes. De hecho, en muchos casos son personas valientes porque quizás les sería más fácil continuar y lo complicado es no hacer lo que los demás esperan.
Cobarde es el que se deja llevar por el miedo, el que no quiere correr ningún riesgo, el que escucha su voz interior y la niega, el que acepta la desdicha como precio del confort, etc. En cambio, el que retrocede, el que espera o se da por vencido en un momento determinado de su vida porque cree que es la solución adecuada para su bienestar, no es cobarde..
La rendición es a veces prudente: pensemos en los posibles riesgos que derivarían de perpetuar la situación en la que nos encontramos y actuemos de forma que no suscitemos prejuicios innecesarios. Cambiar algo cuando sale mal también es valiente.
La diferencia entre rendirse y "ya hice lo que pude"
Tal vez el cambio llegue solo cuando decidamos tirar la toalla y tomar un camino diferente. Esto sucede porque hay una delgada línea que separa el acto de rendirse del reconocimiento de que se ha hecho lo posible: si hemos hecho todo lo que podíamos hacer y no ha habido resultados, entonces es bueno darse por vencido y empezar de nuevo.
Niccolò Machiavelli
No se puede forzar algo que no funciona. Ni siquiera puedes obligar a alguien a sentir algo que no siente oa querer obtener algo para lo que no está preparado formal o psicológicamente. Los objetivos a veces llegan en mal momento o son imposibles: que algo ande mal o no funcione es parte del misterio de la vida.
Si lo hemos intentado y luchado, pero somos conscientes de que no tiene sentido seguir adelante, ¿por qué continuar? En este caso la entrega es un acto de conciencia leal y noble en el que tomamos en cuenta nuestro “yo” más íntimo.
Si no hay más razón, no tiene sentido desperdiciar la fuerza
La energía mejor invertida es la que empleamos en el arte de cuidarnos a nosotros mismos y a las personas que más queremos. Por otro lado, la energía que tenemos disponible es limitada. Asi que, derrochar fuerzas de forma inútil y poco rentable es privarnos de esa energía.
Pelear sin una razón subyacente es como dar un empujón a la pared: hacemos un esfuerzo inútil y solo ganamos debilidad y fatiga. Mientras tanto, realmente perdemos muchas cosas que están a nuestro alcance.
En definitiva, si estás viviendo una situación en la que no parece factible llevar a cabo un proyecto, personal o profesional, quizás sea el momento de preguntarte si merece la pena continuar. Recuérdalo rendirse no es malode hecho, siempre es una opción aceptable y en muchos casos una solución inteligente lejos del fracaso.