Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.
Última actualización: 15 2021 noviembre
Espera menos. Relájate cada dos días y el otro también. Atreverse. Refugiarnos en el pequeño espacio de un abrazo que nos haga sentir más grandes. Huye de vez en cuando. Súbete a ese tren que creíamos perdido. Descansar. Soñar despierto como si no hubiera un mañana. Las cosas que te ayudan a sentirte vivo no tienen precio y traen felicidad.
Vivir no es lo mismo que sentirse vivo. No siempre es fácil llegar a ese estado casi perfecto en el que se despiertan todas nuestras fibras. En el que se afinan los sentidos y por un momento todo adquiere sentido, importancia y armonía. Es difícil sentirse vital en un mundo que nos empuja a adoptar una actitud pasiva y dependiente.
La risa es el sol que ahuyenta el invierno del rostro humano
-Victor Hugo-
Nuestra realidad se ve modificada por la idea casi constante de que nos falta algo. Siguiéndola, nos convertimos en consumidores desde el nacimiento, personas ansiosas de obtener o poseer aquello que nos ayude a llenar nuestro eterno sentimiento de vacío. Porque siempre habrá algo que desear: un objeto, un trabajo diferente, un compañero más cariñoso, un viaje… Cosas, dimensiones, estados de ánimo que podrían (quizás) hacernos sentir realizados.
Somos como una pieza triangular de un rompecabezas tratando de encajar en una forma ovalada. Estamos demasiado centrados en lo que nos rodea y queremos encajar por amor o por fuerza, olvidando que la felicidad parte de un punto concreto. Un lugar que está bajo la piel: nosotros mismos. Es un microcosmos que muchas veces olvidamos nutrir con el ingrediente que te hace sentir verdaderamente vivo: la pasión.
Vivir significa comprometerse
Uno de los mayores riesgos que podemos enfrentar es vivir en un estado perenne de pasividad. Aquel en el que nos dejamos llevar de la mano, llevados por estímulos y circunstancias, limitándonos a existir, pero no a sentir. Aquel en el que nos disolvemos en nuestras obligaciones hasta el punto de que la vida misma se convierte en un deber. La esperanza abandona nuestro horizonte para dar paso a una existencia aséptica y sin propósito.
Hay que entenderlo profundamente: vivir significa comprometerse. Significa arriesgarse, ser valiente aunque el miedo nos apresure y tener no uno, sino decenas de propósitos con los que abrir los ojos por la mañana. A veces, sin embargo -y este es nuestro error- elegimos el camino más fácil: el conformismo. Estamos satisfechos con lo que tenemos aunque nos quede apretado y no nos haga felices. ¿Conoces el dicho: mejor un pájaro en una jaula que cien en el aire? Sin embargo, si abrimos esta jaula no encontramos más que plumas, sólo el triste sabor de lo que parecía una promesa, pero que en realidad no es nada. Sólo un sueño, una falsa confianza.
Las cosas que te ayudan a sentirte vivo no se encuentran en el camino trazado por otros. Ni siquiera en las jaulas doradas de nuestra zona de confort. Para experimentar la vitalidad y la felicidad que da sentido a todo, se necesita pasión. Debemos dejar de pensar con el si (si tuviera, si fuera, si fuera) para vivir el aquí y el ahora, concentrados en el presente, dueños de nuestros pasos, exploradores de nuestra realidad, artífices de nuestros sueños.
Las cosas que te ayudan a sentirte vivo
Arriesgar y fallar. Vuelve a intentarlo una, diez veces y al final... llega a la meta. Un paseo por la tarde para dar a luz nuevas ideas. Jugar un deporte. La satisfacción del trabajo bien hecho. Una mano que nos agarra en tiempos de necesidad. Un momento de soledad. La complicidad de los amigos. Un proyecto a realizar con el socio. Nuestros intereses y pequeños placeres. La risa de un niño. Cierra una fase y empieza otra con más ilusión, con más miedo, pero también con más fuerza... Las cosas que nos hacen sentir vivos son fuegos que encienden nuestra alma. Son la base de nuestro ser, la esperanza en nuestros proyectos, la motivación y energía que nos ayuda a crecer. Cultivarlos es fundamental.
Si esto no sucede, nuestro tejido psicológico y nuestra capacidad de resistencia se debilitan y entonces nos enfrentamos al peor riesgo: el vacío y la certeza de que nuestra existencia no tiene sentido. Sentir el vacío es lo contrario de sentir la vida; por eso debemos protegernos de ella, debemos llenar cada habitación, cada rincón de nuestra mente con elementos ricos en significado. Esto es lo que dijo Viktor Frankl, padre de la logopedia y sobreviviente de varios campos de concentración: nuestra misión como seres humanos es la búsqueda de un propósito. Asumir la responsabilidad de nosotros mismos nos ayuda a sentirnos plenos, realizados y libres.
Sentirse vivo realmente depende de un material precioso: el entusiasmo. Cada uno de nosotros debe buscar un propósito y tener el coraje suficiente para darle forma, para convertirlo en una razón de vivir, una pasión que nunca se rinde. Porque como dijo Helen Keller, "No te conformes con arrastrarte si sientes la necesidad de volar".