Última actualización: 29 agosto 2016
Generalmente pensamos que el silencio de los demás durante una discusión nos da la razón, en realidad ese silencio nos permite reflexionar y escucharnos, especialmente si nuestro discurso está lleno de reproches. Debes tener presente que los que callan no siempre consienten, pero que a veces con su silencio te enseñan a comprender el daño que infligen tus palabras al dejar tu boca sin control en la exaltación de la discusión.
Callar y escuchar no debe ser señal de debilidad, sino de inteligencia, respeto y comprensión hacia el otro, porque si todos gritamos, nadie escucha y aprende. Si todos gritamos, probablemente la razón y las palabras acaben volando descontroladas sin aterrizar en los oídos del otro para ser recogidas, perdiendo en consecuencia su sentido, o peor aún, convirtiéndose en balas llenas de críticas que no hacen nada, solo duelen.
"El camino a todas las grandes cosas pasa por el silencio"
-Friedrich Nietzsche-
Somos esclavos de nuestras palabras
En muchas ocasiones las palabras no se las lleva el viento, sino que se clavan como puñales en el corazón del oyente.
Cuando las discusiones siempre vuelven al mismo tema sin llegar a un acuerdo -es decir, se vuelven circulares- es muy común que se genere la llamada “escalada emocional”. Esta escalada consiste en reprochar varias veces el motivo de tu enfado sin detenerte a escuchar el punto de vista del otro; llegando a elevar el tono de voz frente a su “contraparte”, quien le responderá de la misma manera, imposibilitando una comunicación efectiva.
Piensa que si solo tienes palabras ya usadas, será muy difícil combinarlas para que transmitan algo nuevo. Esto sucede porque te condenan a expresar el mismo mensaje en el mismo registro, y hacerlo es señal de que no estás escuchando y que tus palabras ignoran lo que dice el otro.
Si una persona calla, escucha, pero no muestra sumisión, reflexiona y trata de ponerse en el lugar del otro., podría suceder seguir todos los pasos necesarios para mejorar la comunicación. Para ello, el silencio puede ser un gran aliado. Piensa que un buen comunicador utiliza el silencio para ver qué hizo mal y cómo puede mejorar en su próxima respuesta.
"El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos"
-Miles Davis-
En el silencio las palabras adquieren el valor que se merecen
Tras el silencio, y cuando éste no se malinterpreta, suele llegar la calma. Hubo tiempo para reflexionar y se buscó un punto de encuentro con el otro, que nos lleve a comunicar las cosas que nos incomodan. Es el momento en el que comprendemos que nuestro punto de vista no es similar al de nuestra "contraparte" y que no sentimos los mismos sentimientos porque no somos la misma persona.
Por esta razón, debemos explicarnos de la mejor manera posible, expresando nuestras emociones sin herir al otro. Una herramienta muy útil para conseguirlo son los "mensajes yo".
Los "mensajes yo" son aquellos en los que no se insertan reproches, sino que parten de lo que (yo) sentimos, pensamos, creemos o deseamos. Así eliminamos la culpa del otro sin dejar de manifestar lo que sentimos.
Un ejemplo de estos mensajes consistirá en decir: “Pienso/Siento que/Creo que…” en lugar del típico “porque hiciste/dijiste/me hiciste sentir…”. Estos masajes te permiten realizar comunicaciones completas: comenzamos describiendo la situación o lo que el otro está haciendo, sin entrar en los méritos de las evaluaciones, luego introducimos el mensaje yo y cerramos con una posible versión alternativa de lo que pasó
Un ejemplo completo podría ser el siguiente:
- Descripción de la situación: Anoche, cuando estábamos cenando en casa con nuestros amigos y no me ayudaste a servir en la mesa.
- Envíame un mensaje: Me hiciste sentir como si fuera tu sirviente, como si estuviera a tu servicio en lugar de ser tu esposa.
- Alternativa a lo que pasó: Ojalá me hubieras ayudado a servir los platos.
Hablar así es cuestión de educar en este hábito. Escuchar, reflexionar en un momento de silencio y responder no vendrá automáticamente si nunca lo hemos practicado.
Es normal que si nos hemos comunicado de cierta manera toda la vida, al principio nos resulte difícil y nos sintamos un poco incómodos al hacerlo. También podemos sentir que estamos perdiendo algo de fuerza, pero a la larga nos servirá para construir relaciones mucho más abiertas y fluidas.