Última actualización: 29 de enero de 2017
En la sociedad en la que vivimos, es muy fácil confundir los objetos materiales con la felicidad. De hecho, a menudo se nos sugiere que es posible obtener cualquier cosa si uno posee posesiones materiales. Es como si todo tuviera un precio y se pudiera comprar con monedas o con billetes.
A pesar de esto, ¿realmente es más rico quien tiene más posesiones? Desde cierto punto de vista, puede ser así, pero si hablamos de riqueza emocional, su precio es muy diferente: quien es más feliz es capaz de disfrutar de las personas que llenan su vida, de los pequeños placeres cotidianos y de los frutos que ha cultivado con su propio esfuerzo.
Por ello, las emociones que dan sentido a nuestra vida no se valoran en euros, dólares o libras, sino que hay que conquistarlas. Como veremos en nuestro artículo de hoy, hay una gran diferencia.
Los bienes materiales son pasajeros.
Es cierto que los bienes materiales nos facilitan las cosas en muchas situaciones y, muy a menudo, también pueden brindarnos momentos felices. A pesar de ello, en estos casos se trata de una felicidad pasajera: los bienes físicos pueden liberarnos de algunas necesidades vitales como el hambre o reducir el sentimiento de tristeza por un tiempo, pero a largo plazo no pueden mejorar nuestro bienestar psicológico.
Por eso, nunca debemos olvidar lo fácil que es volverse esclavo de los bienes materiales y lo importante que es atajar este problema. Ponerle precio a todo es una estrategia para hacer la vida más fácil, pero también es muy peligroso: ver los bienes materiales como un fin en sí mismo es un claro signo de esclavitud.
De hecho, no son las posesiones que uno posee las que definen a una persona. El simple hecho de juzgar a los demás por lo que tienen o no tienen puede hacernos ver las cosas desde un punto de vista falso y normalmente reducido de lo que una persona puede ofrecer.
“La mayoría de los lujos, y muchas de las llamadas comodidades, no sólo no son indispensables, sino verdaderos obstáculos para el progreso moral de la humanidad”
-Henry D. Thoreau-
Ser consciente de lo que realmente importa y su valor espiritual: conquistar personas, enamorar al mundo y hacer que este también se enamore de ti. Así es como obtendrás una felicidad duradera y una alegría sincera.
Lo que realmente importa no tiene precio
¿De qué sirve tener todo el oro del mundo si no tienes con quien compartirlo sinceramente? Charles Dickens explica este concepto en su famoso Cuento de Navidad: dar es mucho más gratificante que obsesionarse con acumular algo que, desde el punto de vista humano, no nos llena.
Si luchamos por nuestros sueños, en lugar de pagar por ellos, seremos mucho más felices. En el futuro, también nos hará sentir completos y satisfechos con nosotros mismos por comprender hasta dónde podemos llegar para alcanzar nuestras metas.
“¿De qué sirve poseer las estrellas? Necesito ser rico. ¿Y de qué sirve ser rico? Para comprar otras estrellas "
-Antoine de Saint-Exupéry-
Lo mismo sucede cuando se trata de conquistar a una persona, y no sólo por amor: de padres a hijos, de amistades a amores. Ellos también se darán cuenta de lo mucho que es admirar a alguien que valora a los demás.: no hay mejor regalo que dar tu corazón.
La felicidad no se compra, se conquista
Nunca lo dudes y comienza a conquistar todo lo que sabes que no puedes comprar pero está disponible para ti. Hay que olvidar el miedo a salir de nuestra zona de confort para ofrecer lo que somos, sin límites, y aprender de los que nos rodean: de hecho, no es más rico el que tiene más dinero, sino el que está satisfecho con la persona que es. , para si y para otros.
Evidentemente, quedarnos quietos y esperar a que la felicidad llegue por sí sola no nos hará felices: todas las conquistas implican coraje, mucho amor, audacia y algo de fracaso. Siempre recuerda eso si quieres sentirte rico, tienes que contar todo lo que tienes que no se puede comprar.
“El dinero solo puede comprar cosas materiales, como comida, ropa y vivienda, pero se necesita más. Hay males que no se curan con dinero, sino solo con amor”.
-Madre Teresa de Calcuta-