Última actualización: 15 de marzo de 2016
Dejar brillar el corazón y querer compartir este sentimiento molesta mucho a quienes, en cambio, han sumido su corazón en la oscuridad total.. Querer que los demás se regocijen en tu felicidad no debe apagar tu luz.
Pero es bueno que lo sepas. En esta vida hay quien tiene una esencia luminosa que brilla sin cegar y quien ciega con toxicidad. Estas últimas personas son, además, el símbolo de lo que nos asusta y nos aparta cuando más buscamos apoyo.
“La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual”
(Miguel de Unamuno)
Recuerda: estas personas no te necesitan y tampoco te beneficias de su presencia. Porque los amigos se calientan en los momentos de sufrimiento y se alegran cuando hay metas y motivaciones, y casi siempre las hay.
Deja que las personas toxicas se ahoguen en su propio veneno
La luz y la oscuridad son parte de la naturaleza, por lo que las personas brillantes y las personas oscuras se comunican entre sí y, a veces, se infectan entre sí. Precisamente por eso es fácil encontrarte con personas que viven en la oscuridad y que se molestan con la luz que emites.
Tu luz no es desagradable, es solo que algunas personas necesitan robártela para sentirse mejor, porque en su alma hay malicia y en sus venas envidia, mucha envidia. ¿Conoces esas setas estéticamente muy bonitas, pero no comestibles? Pues con las personas tóxicas pasa lo mismo: se te acercan haciéndote creer que estarán ahí para ti y luego, cuando llega la hora de la verdad, te envenenan.
Por esta razón, evita las empresas tóxicas y deja ir a las personas que no comparten tu felicidad. Si lo piensas bien, quien no se regocija con tus éxitos no te ama de verdad y eso es lo más importante.
¿Ser feliz está mal visto o está bien?
Nos encanta compartir las buenas noticias con las personas que conocemos, transmitir a alguien nuestras esperanzas o alertarnos de que hemos encontrado nuestro lugar en el mundo. Y lo hacemos a través de las redes sociales, por teléfono, por correo electrónico, a través de canciones o de mil formas más.
Por eso, no podemos entender la insatisfacción de ciertos gestos que desaprueban nuestro estado de alegría: esperaríamos una sonrisa, un abrazo, un "¡qué maravilla, enhorabuena!". Le ha sucedido esto a usted? En esos momentos, la luz que nos hizo brillar se apaga y la emoción se desvanece al no encontrar una reacción de apreciación.
"Estoy feliz de que estés feliz de que estoy feliz de que estés feliz"
(Paul Auster)
Cuando estos episodios se repiten varias veces, llegamos a la conclusion de que la felicidad solo se contagia para quien se deja contagiar: sucede que nuestra paz interior provoca malestar en los demás, pero esto no tiene que ver con nosotros, sino con el manejo de las emociones de los demás.
Es su oscuridad la que daña tu luz
Reflexionando sobre el tema de hoy, se me ocurrió una idea muy interesante, con la que quizás estés de acuerdo: las personas que odian nuestra luz son como las muelas del juicio, y ahora te explico por qué.
Las muelas del juicio, tarde o temprano, deben salir y probablemente no lo hagan de forma armoniosa: al principio no nos molestan, pero cuando creemos que estamos bien, empiezan a dolernos. Llegados a ese punto, nos bajan la moral y agotan nuestras energías, por lo que nos vemos en la obligación de quitarlos, de eliminarlos, para que no nos compliquen la existencia. Una vez removido, el alivio que sentimos no tiene paralelo.
Las personas con escarcha en el alma, y que no pueden calentarla, generan un impacto igual al de las muelas del juicio: en algún momento de nuestra vida nos las encontraremos, porque forman parte de la especie humana. Sin embargo, no debemos olvidar que las muelas del juicio no sirven de nada, es más, dificultan nuestra higiene personal. Continúa brillando con tu luz y no permitas que la oscuridad de los demás invada tu alma.
"Si la risa es contagiosa, hagamos de ella una epidemia"
(Pablo Pacanowski)
