Un faro que puede guiarnos en las dificultades

Un faro que puede guiarnos en las dificultades

Un faro que puede guiarnos en las dificultades

Última actualización: 10 agosto 2018

¿Alguna vez te has sentido perdido y abatido? A veces las situaciones sacan lo mejor de nosotros. Creemos que somos incapaces de hacerles frente y la negatividad comienza a notarse con fuerza en nuestra vida. Todo lo que hacemos sale mal, solo nos pasan cosas horribles. Sólo queremos encontrar un faro que pueda guiarnos.


Si sintonizamos con el modo de queja y víctima, será difícil ver una salida a nuestros problemas. Lo tenemos bajo nuestras narices, pero toda la negatividad que hemos abrazado se ha convertido en una espesa nube que nos impide ver con claridad. Necesitamos por tanto un faro que ilumine el camino a seguir. 


Vislumbrar un faro que pueda guiarnos

¿Cómo podemos vislumbrar este faro que siempre nos guía? Algunos psicólogos recurren a un pequeño y lindo ejercicio que nos ayuda a abrir los ojos e infundir esperanza en nuestros corazones, incluso cuando parece que ya no queda más. Veamos en qué consiste.

Debemos cerrar los ojos, relajarnos para liberar la tensión que inunda todo nuestro cuerpo y alcanzar un estado de paz. Más tarde, es necesario imaginarnos a bordo de un barco que va a la deriva, rodeado de olas embravecidas que amenazan con hundirlo. Imaginamos relámpagos y truenos ensordecedores. No dejamos de movernos. El agua no para de entrar en el barco y empaparnos. Nos sentimos perdidos, solos y no sabemos qué hacer.

No podemos comunicarnos con nadie.. Lo único que podemos hacer es agarrarnos con fuerza al mástil de la embarcación para no ser arrojados en ningún momento. es muy agotador Nos duelen las manos. Hace frío, estamos cansados ​​de soportar esta situación y pensamos en rendirnos. Pero de repente, aparece una luz tenue.



Cuando las situaciones nos abruman, empezamos a ahogarnos en nuestras emociones y parece que nuestro fin ha llegado. Sin embargo, si no nos damos por vencidos y resistimos, eventualmente podremos ver un faro que nos puede guiar.

En lugar de agachar la cabeza y permanecer inmersos en nuestros pensamientos derrotistas, sentimos curiosidad por esta luz.. Nos dirigimos hacia él. De esta manera al menos nos dirigimos a alguna parte. A medida que nos acercamos, esta luz se vuelve más brillante y distinguimos algo más. Es una luz sostenida por algo. ¡Qué gran sensación! Nos sentimos esperanzados. Es un faro, ahí está el continente. Tenemos un destino al que ir.

La alegría de saber que hay esperanza

Una vez que hayas hecho este ejercicio, es importante trabajar tus emociones. ¿Cómo nos sentimos cuando estábamos en ese barco en el deriva? Quizás el miedo, la soledad, el abandono y la frustración nos han invadido. Incluso es posible que hayamos pensado que nos estábamos muriendo. Pero entonces algo cambió.

Cuando vimos una luz, nuestras emociones cambiaron dramáticamente. Cuando la curiosidad nos invadía, dejábamos de pensar en lo que pasaba a nuestro alrededor. Ha surgido un nuevo interés que ha relegado a un segundo plano la situación negativa que estábamos viviendo. Sentíamos calma, tranquilidad, alegría, alivio… Olvidamos lo mal que estábamos y comenzamos a sentirnos felices en vista de una mejoría.

Esto sucede cuando, por ejemplo, perdemos un trabajo y, durante un período prolongado, no encontramos un nuevo trabajo. Sin embargo, un día recibimos una llamada para una entrevista de trabajo. Siempre hay un faro que nos guía, pero debemos ser capaces de verlo. Si la persona que recibe esta llamada se niega a ver el faro, pensará que no será seleccionada. Porque ya tiene 40 años, porque lleva mucho tiempo sin trabajar o por cualquier otra razón que la hace hundirse aún más en su negatividad.



Cuando sucede algo desagradable, ¿cómo evitamos que nuestra vida se desmorone y siga adelante? El secreto es tener más de un faro. De esa forma, si uno de ellos se derrumba, podemos seguir con nuestra vida sin sentirnos desafortunados.

Tener múltiples faros en la vida

Podemos concebir los faros de la vida como los diferentes elementos que la componen. Por ejemplo, tenemos un faro para la relación de pareja, otro para las relaciones familiares, otro más para el trabajo, para nuestro crecimiento personal… La idea es cultivar y cuidar el máximo número posible de faros. Tomemos un ejemplo.


Imaginemos que sufrimos de dependencia emocional y que, por tanto, nuestra pareja es nuestra vida. ¿Qué sucede en este caso? Sólo tenemos un faro para guiarnos. Esta relación se rompe y el faro se derrumba. Nos sentimos perdidos, destruidos y ya no sabemos disfrutar de nuestra vida. Todas nuestras expectativas estaban dirigidas hacia un faro y nos olvidamos de todos los demás. ¿Dónde está el faro de la amistad? ¿Y la del crecimiento personal? ¿Qué pasó con la baliza de portería profesional?

De no haber cuidado los demás faros, corremos el riesgo de no poder avanzar. El ejercicio que hemos presentado puede ayudarnos a descubrir que no hay un solo faro que nos guíe. Hay muchos de ellos, pero los hemos descuidado y hemos olvidado dónde están. Sin embargo, esto tiene solución.


Cuando nos demos cuenta de que nuestra vida no se basa en un solo faro, sino que hay muchos otros, descubriremos que, aunque uno falle, habrá otros que seguirán iluminando nuestro camino. Todo lo que tenemos que hacer es cambiar el foco de nuestra atención y agudizar nuestra vista hacia estas luces borrosas, hacia estos faros olvidados. Así, nos daremos cuenta de todo lo que hemos pasado por alto.

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