Última actualización: 06 marzo, 2016
Hay muchos tipos de madres y no todas van por el camino "correcto", también hay madres tóxicas que causan mucho dolor por su estilo de crecimiento y exceso de apego o proyección de sus propios deseos reprimidos en sus hijos.
Sin embargo, casi todas las madres nos aman y nos cuidan con inconmensurable responsabilidad y dedicación. Una madre siempre permanecerá, incluso cuando todos los demás se hayan ido; incluso cuando no sabes quién eres, cuando sientes que has tocado fondo.
Su trabajo debe ser reclamado, tan minimizada, invisible e, incluso, a veces despreciada. Para muchos, el mayor orgullo de su vida es haberlo conservado.
madres que se rinden
Las madres renunciamos a muchas más cosas de las que imaginamos para criarnos y hacernos felices. Hace unos años renunciaron prácticamente a todo, porque la sociedad no les permitía ser madres, mujeres y trabajadoras al mismo tiempo
Ahora es diferente, su figura ha evolucionado positivamente, pero todavía queda mucho camino por recorrer hasta el día en que una mujer no renuncie a nada cuando decida tener un hijo y criarlo sin sentirse culpable.
Las madres se rinden y, por momentos, se les produce un pozo de tristeza, tal vez lleno de otros sueños igualmente importante que nunca han sido capaces de lograr.
Las madres tienen tanta generosidad y tanto amor por sus hijos; cuando cargan a su bebé en brazos por primera vez, se dan cuenta de que esa criaturita no merecerá, en el futuro, cargar con la mochila del “no fue posible” de su madre. Se lo traerán, como puedan, o no le darán tanta importancia, porque a partir de este momento su proyecto son sus propios hijos.
Para muchas madres fue así: su vida, su proyecto. Nadie tiene derecho a criticarlos o juzgarlos por asumir el único papel que desempeñaron de manera brillante.
Madres que luchan para que la vida de sus hijos sea mejor que la suya
Muchas madres curan la herida de sus sueños reprimidos y sus aspiraciones dedicándose por entero a los medios que permitan a sus hijos hacer lo que les apasiona.
Verlos felices es su éxito personal, su recompensa vital por todo el trabajo silencioso que han realizado durante muchos años. Cubriéndonos cuando tenemos frío, enseñándonos valores positivos, cuidando secar nuestras lágrimas después de un momento difícil, apostando por nosotros cuando nadie lo ha hecho...
Cuando nos han mostrado cuáles no eran los caminos correctos para ellos, y en realidad no lo eran, volvemos a ellos sin ningún reproche. Están felices porque hemos aprendido algo y porque estamos cerca de ellos. Sin embargo, son conscientes de que llegará un momento en que dejaremos de caminar junto a ellos. Sentirán el nido vacío, pero el corazón lleno porque nos verán felices y libres.
Siempre se dice que las madres quieren lo mejor para nosotros y normalmente lo hacen.. Por eso sus jornadas son de 24 horas sin parar, trabajen o no, para no descuidar ni un momento.
Sufren en silencio cuando saben que estamos heridos y descorazonados. Sus ojos se llenan de orgullo cuando alguien dice que somos gente buena y educada. Se emocionan cuando empezamos la escuela y lo siguen haciendo cuando ya somos adultos.
Cuando todo parece ir mal, siempre están ahí.
Nunca nos dejan, incluso si decimos que ya no los necesitamos. Las madres saben que justo cuando sus hijos dicen estas cosas, necesitan estar a su lado más que nunca. Volverán con nosotros, nos refugiaremos en su hogar, que nunca dejará de ser también el nuestro.
Sanarán nuestras heridas de la vida, porque las madres, con su naturalidad y su compañía, nos darán calma., protección, comprensión… Es a su lado que entendemos que no hemos perdido la brújula, lejos del estrés y el convencionalismo; es el momento en que somos nosotros mismos más que cualquier otro.
Son nuestro refugio, nuestro norte, poseen nuestro corazón y no queremos ni imaginar lo que pasará cuando se hayan ido. Por eso ahora, en la vida, debemos hacerlos felices y brindarles nuestro cariño.
Dale a tus madres el tiempo que se merecen y ten en cuenta que nadie te querrá como ellas. El amor entre madre e hijo no tiene paralelo. Siempre nos llenará de alegría, porque es lo más sincero y maravilloso de nuestra existencia.