Última actualización: 16 de marzo de 2016
“Es muy fácil engañar a alguien. Llevo más de 50 años haciéndolo y es sumamente sencillo si sabes cómo hacerlo”, dijo James Randi, uno de los mejores magos de la historia, en una de sus entrevistas. Sin embargo, saber decir mentiras, para que parezcan verdad, no es tarea fácil. Sobre todo porque nuestras mentes suelen sentirse incómodas al traicionar una de las características que a la mayoría de nosotros nos gustaría conservar: la sinceridad..
Por otro lado, cuando alguien nos dice una mentira y le creemos, es fácil sentirse pequeño y vulnerable. Empezamos a desconfiar de todos y construimos una armadura protectora que nos rompe por dentro. Precisamente por eso, si cuestionamos todo lo que se nos transmite, podemos perder la oportunidad de disfrutar de buenos momentos con grandes personas.
Pronto aprendemos que mentir es una forma demasiado fácil de obtener algún beneficio o ganancia sin esfuerzo y evitar represalias.. Cuando las mentiras salen a la luz, una tras otra, nos preguntamos "¿por qué nos dice la verdad ahora?".
Investigadores de la Universidad de Los Ángeles en 2004 realizaron un estudio cuyas conclusiones revelaron que incluso las personas más sinceras mienten varias veces al día cuando tienen que llevar a cabo sus responsabilidades y deberes diarios. Los resultados de esta investigación confirmaron que todos mentimos, sin contar cuando ocultamos alguna información, una forma de mentir mucho más sutil y universalmente aceptada.
En el campo de las relaciones personales y en la reivindicación de construir un entorno social en el que la mentira no sea la protagonista, los expertos coinciden en que la prevención es una de las soluciones. Pero, ¿y si ya nos hemos convertido en mentirosos profesionales? La única manera de evitar que una persona siga mintiendo es establecer consecuencias que le hagan dejar de decir mentiras.