Última actualización: 06 agosto 2015
Cualquier chico:
Se sentó a mi lado, nos separaban unos metros, aunque en realidad estábamos mucho más lejos. Mi cobardía me permitió mirarla solo cuando no podía ser visto, y cuando levantó la cabeza de su libro, no pude evitar bajar la mía.
Siempre esperé a que ella saliera primero y la observé atentamente cuando estaba a punto de irse en silencio. Saludó cortésmente al bibliotecario y, sin mirar atrás, desapareció tras aquella triste puerta.
Una vez en casa, conté las horas que faltaban para volver a verla. Lo soñé tanto de día como de noche. Pensé en su delicada forma de pasar las páginas y en la mueca especial que hacía cuando se concentraba en algo que estaba leyendo.
Conté los segundos y me senté allí, día tras día, para poder volver a verla...
Una niña ordinária:
Estaba allí, en su lugar de siempre, absorto en la lectura, con una de esas camisas horribles que seguramente le compraba su madre. Estaba allí como siempre. Mi corazón saltó, no podía concentrarme en mi libro y tuve que mirar. Levanté la cabeza tratando de ser discreta y lo miré, en el intento habitual de estudiarlo.
Esos vasos eran muy feos, pero me parecía tan fascinante e interesante que dentro de mí rezaba para que tarde o temprano me invitara a un café. Estaba tratando de entender lo que estaba estudiando y me preguntaba si tenía novia o no. Aunque no necesitaba estudiar tanto, la sola idea de verlo me hacía ir a la biblioteca a repasar mis apuntes, día tras día, semana tras semana.
Cuando salía, siempre me acercaba a la bibliotecaria y le preguntaba con aire cómplice si por casualidad se había vuelto a mirarme. A lo cual la dependienta, que usaba anteojos grandes como fondo de botella, no supo qué decirme, pues su vista no le permitía ver lo que yo le había pedido.
Cuando llegaba a casa, anotaba en mi diario las cosas de él que me habían llamado la atención ese día y concluía con un final imaginario en el que aparecían mis deseos: simplemente quería que se me acercara y se me presentara.
En la vida muchas veces nos preocupamos por el pasado y el futuro, pero muy pocas veces nos dedicamos al presente. Dejamos que se nos escape de las manos y no nos damos cuenta de que nunca volverá.
Durante la niñez queremos ser adultos, luego vivimos la juventud como si fuera eterna y, una vez adultos, comprendemos que no tenemos mucho tiempo. Ese es el momento en el que hacemos un balance de lo que nos ha sucedido durante nuestra vida: nos preguntamos si hemos aprovechado al máximo nuestro tiempo, si hemos hecho las cosas correctamente y si hemos aprovechado las oportunidades que se nos ofrecieron.
Muchas veces lo hemos hecho, pero muchas más no, y es en este segundo caso cuando empezamos a pensar “¿Y si…?”
"Carpe Diem" es una expresión latina que significa "aprovechar el momento", aunque, en realidad, su valor es mucho más amplio: es una filosofía de vida. Es una forma diferente de apreciar la vida, es un canto a la libertad, es la voluntad de aprovechar todas las oportunidades que se nos ofrecen..
Es disfrutar de la vida, vivir el momento, tomar el aire, dejarse llevar por el viento, vivir el presente y agradecer la existencia: no dejes que la vida simplemente fluya, porque los momentos pasan y nunca se repiten. Disfruta la vida, bebe su pulpa y deléitate con ella.
Vive de tal manera que ya no tengas que preguntarte "¿Y si...?"
Es correcto planificar el futuro y es bueno recordar el pasado, saber de dónde venimos y hacia dónde vamos; sin embargo, nada de esto tiene sentido si no disfrutamos de lo que tenemos ahora. Piérdete en jugar con un niño, besa apasionadamente, bebe una buena copa de vino con los amigos, lee un buen libro, pasea por el paseo marítimo y disfruta de los rayos del sol que calientan tu cuerpo.
Vivir la vida significa sentirla, respirarla, amarla, disfrutar de los momentos que ofrece e irse a dormir con ganas de empezar un nuevo día., todo por descubrir. Porque incluso de las cosas negativas hay algo bueno que aprender y, sin los malos momentos, no serías capaz de apreciar los buenos.
Aprovechar el momento y vivir el presente significa aprender, dejarse llevar, sentir sin pensar y hacer las cosas sin prejuicios. Debemos vivir sin ponernos demasiados límites, dejando que la verdadera esencia de los momentos que vivimos invada nuestra alma y la enriquezca.
El carpe diem nos permite no perder momentos de felicidad: un amor, un trabajo o una oportunidad de superación solo se pueden captar en un momento mágico y único de nuestra vida.
Dos chicos ordinarios
Un día, uno de ellos encontró un sobre cerrado en sus manos, llevado a la bibliotecaria. Dentro había una nota que decía "A ti que me miras: me quitaste el alma”.
Imagen cortesía de Zurjeta