Última actualización: 14 septiembre, 2016
Hay momentos en que la esperanza se tiñe de pesimismo y el mal humor se convierte en ese incómodo compañero que lo cubre todo con su sabor amargo. La tristeza tiende a superar nuestras emociones positivas para aprisionarlas en forma de apatía crónica, un malestar a largo plazo tras el cual, en realidad, se esconde la depresión.
La distimia, o trastorno distímico, afecta a casi el 5% de la población. A pesar de ello, en ocasiones sus síntomas son tan sutiles que empezamos a considerar normal ese mal humor persistente o esa apatía porque, en definitiva, por muy incómodo que sea, nos permite seguir siendo funcionales.
Pocas veces nos detenemos a comprender qué se puede esconder detrás del mal humor, porque, por lo general, solo necesitamos evitar a la persona que lo padece, que lo proyecta, sin tratar de comprender qué se esconde detrás de esos labios torcidos. y esa amargura que, tal vez, esconde mil tristezas.
Otro aspecto que debemos tener claro es que no todas las depresiones son iguales. Cada persona está rodeada de una realidad específica que debe poder individualizar ya la que se le debe prestar la debida atención. A pesar de ello, cuando hablamos de distimia sabemos bien que nos encontramos ante una personalidad en la que el desánimo y la amargura representan una enfermedad muy concreta.
Hoy estamos hablando precisamente de eso.
Distimia: una forma muy sutil de depresión
Un aspecto que hay que aclarar es que la tristeza en sí no es sinónimo de depresión, así como el mal humor no siempre es reflejo de un mal humor. Los trastornos depresivos están marcados por matices muy delicados, pero la distimia es una subcategoría que tiene unas características propias que hay que tener en cuenta:
- Por lo general, las personas distímicas se quejan de todo. Sufren un malestar crónico, una anhedonia que les impide sentir placer o ver el lado positivo de la vida.
- Tienen falta de concentración y trastornos del sueño.
- Sufren trastornos del apetito: días en los que no tienen apetito se alternan con momentos en los que el hambre ansiosa es incontrolable.
- Consiguen mantener un compromiso laboral o profesional, pero su rendimiento suele ser bajo.
- Sufren periodos de melancolía, una tristeza oculta que también se refleja en el debilitamiento del sistema inmunológico, lo que provoca una bajada de defensas y la contracción de enfermedades.
- A diferencia de otros tipos de depresión, las personas distímicas son "funcionales", es decir, respetan sus responsabilidades y son autónomas, pero sus relaciones personales se ven afectadas.
Un aspecto muy común entre los sujetos distímicos es observar que incluso el entorno que les rodea se convierte en “víctima”. El mal humor de las personas distímicas, lejos de entenderse, contagia al resto de personas, que toman la decisión de alejarse, de tomar la distancia adecuada. Poco a poco se va convirtiendo en un círculo vicioso que aumenta aún más su insatisfacción y soledad.
- Un cerebro afectado por el mal humor se ve afectado por la disforia, es decir, irritabilidad, insatisfacción, ansiedad… Todo esto se debe a un desequilibrio de un neurotransmisor conocido como dopamina, que se puede reequilibrar con la ayuda de algunos medicamentos.
- La distimia debe tratarse con los medicamentos y la psicoterapia adecuados. El apoyo del entorno que rodea al sujeto y su voluntad de vencer la enfermedad también son fundamentales.
Un aspecto a tener en cuenta es que, si bien el trastorno distímico afecta tanto a hombres como a mujeres, son estas últimas las que tienden a buscar ayuda y tratamiento, ya que son conscientes de que ese malestar, ese mal humor, altera su equilibrio personal demasiado.
Por ello, y como ocurre con la mayoría de los trastornos, es importante mostrar sensibilidad e intuición. El mal humor no siempre es "un virus contagioso". A veces, detrás de esa máscara, hay alguien que sufre y necesita apoyo y comprensión.
Y de repente llega esa tristeza que envuelve y sofoca sin saber por qué, que me hace ver el mundo con rabia y amargura...