Abraza el lado oscuro, descubre tus monstruos

Abraza el lado oscuro, descubre tus monstruos

Abrazar el lado oscuro lleva su tiempo, pero solo entonces podremos terminar con nuestro sufrimiento y hacer las paces contigo.

Abraza el lado oscuro, descubre tus monstruos

Última actualización: 10 septiembre, 2020

Busca un lugar tranquilo y siéntate. Aprovecha este momento para ti mismo, para abrazar el lado oscuro. Olvida el ruido, los deberes y los “si por casualidad”… Deja que la voz quejumbrosa ya veces impertinente que viene de la mente se vaya desvaneciendo poco a poco. Acudir a la cita con el silencio, ese compañero mal publicitado por quien no sabe apreciarlo, pero gratificante para quien es capaz de descubrir su esencia. Escúchalo a él.



Puedes pensar que es imposible recoger algo cuando la otra persona está en silencio, pero inténtalo. Con frecuencia, este es el puente, el camino, hacia el contacto con nosotros mismos. En este caso, para abrazar el lado oscuro. Así que no tengas miedo y, por supuesto, no huyas.

No tiene nada de malo mirarse al espejo, tocarse la piel, acariciar esas heridas que muchas veces nos empeñamos en no mirar. No mires hacia otro lado, no cierres los ojos cuando hay algo que te duele. Abraza a tus monstruos, abraza tu lado oscuro. Conéctate contigo mismo.

La oscuridad de las heridas

Enfrentar el sufrimiento no es una experiencia placentera, esto es obvio. Los fantasmas que pasan por nuestros recuerdos pueden ser muy intimidantes y, a veces, demasiado autoritario. Conocen a la perfección nuestros caminos impenetrables, los más inestables y los turbios caminos que echan raíces y se insinúan en lo más hondo de nuestra piel.

estos fantasmas son las huellas de nuestro pasado, las anclas que nos hacen esclavos del dolor de lo vivido; algunas veces, lo alimentan, para recordarnos que siempre están ahí, que aún no los hemos superado. Si no lo evitamos, incluso se convertirán en esos monstruos que tanto acabaremos temiendo: el miedo al rechazo, el miedo a la soledad, el miedo al fracaso… Llevan diferentes máscaras y disfraces para ocultar lo falso. creencia a la que tanto nos aferramos: no poder ser felices.



Las heridas también tienen su lado oscuro, aquella de la que sólo se percibe la tristeza gris, el dolor de las espinas y el decaimiento de los sueños. Una zona peligrosa, en la que podemos caer y que hace que nuestra vida gire en torno al sufrimiento. Una fina telaraña que nos aprisiona poco a poco.

No es fácil deshacerse de las astillas del pasado, especialmente si se clavan profundamente en nuestra piel y utilizan el autoengaño. El dolor tiene infinitas formas de expresarse y, aunque creamos que estamos libres de su condena, puede que no sea así, sobre todo si tenemos tendencia a evitarlo.

El cuerpo también puede ser un medio para hacer sentir su presencia. David Alexander, profesor y director del Centro de Investigación de Trauma en Aberdeen, dice que "las personas que han sufrido daño emocional a menudo traducen ese dolor en algo físico".

Por esta razón, es importante abrazar el lado oscuro de las propias heridas y su influencia en nuestro mundoPuede ser tan astuto y perspicaz que puede alterar nuestra visión de la realidad. Y, de esta forma, quedaremos atrapados en una espiral de sufrimiento infinito.

"No hay cicatriz, por brutal que parezca,

que no contiene belleza.

En él se cuenta una historia precisa,

un poco de dolor. Pero también su final.

Las cicatrices, entonces, son las costuras

de la memoria,

un acabado imperfecto que cura

haciéndonos daño. Forma


que el tiempo encuentra

nunca olvidar las heridas".

-Marwan-

Abraza el lado oscuro y la luz que fluye de él.

Así como el lado oscuro puede destruir nuestra existencia, también contiene el impulso necesario para hacernos crecer. Es extremadamente contradictorio, ¿verdad? Pero es así. El océano del sufrimiento es inmenso, pero no olvides que si miramos hacia otro lado, podríamos ver tierra firme. La clave está en el equilibrio.


Se trata de ir más allá de la experiencia dolorosa una vez identificada y comprendida. Aunque nuestro corazón esté lleno de dolor, podemos valorar todo lo que sucede a nuestro alrededor. La realidad no es sólo sufrimiento, aunque a veces persistamos en verla así. Si nos enfocamos solo en nuestras espinas, si no vemos más allá de nuestras heridas, nuestra mente creerá que estas son lo único que existe.

Hay sufrimiento, pero lo importante es que podemos decidir si ahogarnos o madurar y crecer, a través de los altibajos de sus olas. ¿Cómo? Abrazar el lado oscuro, abrazar a tus propios monstruos y demonios es la solución.

El psiquiatra suizo Carl Jung llamó arquetípico a este lado oscuro de nuestra personalidad. El sótano en el que se esconden nuestros instintos más reprimidos, el egoísmo más agudo y los deseos más imparables.


Todos sufrimos tarde o temprano, lo importante es poder reconocer el sufrimiento, aceptarlo y sentirlo, con bondad y sin violencia. No seas demasiado duro contigo mismo. Y, una vez hecho esto, observa cómo se genera, cuáles son sus causas, su verdadera naturaleza. ¿Qué pensamientos lo alimentan? ¿Qué actitudes lo fortalecen? ¿Qué sentimientos lo hacen vibrar de nuevo? A menudo echamos leña al fuego de nuestras palabras, acciones y pensamientos, sin siquiera darnos cuenta.

El próximo paso en el camino de la liberación es dejar de crear sufrimiento, evitando todo lo que lo causa. Este paso requiere paciencia, mucho esfuerzo y, por supuesto, práctica. Tenemos arraigadas infinidad de formas de hacernos daño, casi todas relacionadas con nuestros pensamientos y automatismos. La clave está en detectarlos y entender que nada es permanente y que somos capaces de transformar nuestra vida. no somos marionetas


Profundizar en el interior no es un proceso sencillo. Es necesario escalar muros y romper muchos corazones, pero es el camino para encontrar la luz que ilumina nuestra vida cotidiana, el camino hacia el bienestar. La transformación no será repentina, sino gradual.

Abrazar el lado oscuro lleva su tiempo, pero solo así podremos poner fin a nuestro sufrimiento. y haz tu paz. Muchas veces los monstruos que nos gobiernan no son más que nuestros miedos pidiéndonos ayuda.

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